Atacheo, las remesas y los proyectos productivos El difícil camino de la torre al invernadero Texto y fotos: Tania Molina Ramírez / Atacheo de Regalado, Michoacán Los hijos ausentes regresan, con billetes verdes en los bolsillos, a sacar a sus pueblos del abandono provocado por su ausencia.
Orgullo de Atacheo, la construcción de cantera rosa marcó, hace cinco años, el inicio de la colaboración entre los atachenses del otro lado (y sus dólares), los pobladores y el párroco Marcos Linares Linares (y su iniciativa). Pero, ¿quién reza en ella si 80% de los atachenses vive en Estados Unidos (cerca de 5 mil la mayoría en California, Illinois y Washington; y cada vez se van más familias completas)? El sacerdote, de 43 años, le propuso a los norteños (migrantes) la creación de "empresas sociales". "Insistí en que no era para hacer ganancia, sino para evitar que se vayan", dice Linares en entrevista. Titánica misión en una entidad con tan fuerte cultura migratoria (se van a Estados Unidos desde hace más de un siglo). Cultura que, para el párroco, es, en cierto modo, egoísta: "Ganas más, pero tu país pierde. Malbaratas la tierra de tus padres, que quizá hasta dieron la vida por ella. Acá no aportan más que las remesas, aunque sean muchas". En Michoacán, más allá de la disparidad salarial (en el norte ganan en una hora lo mismo que acá en un día), emigrar es parte de la vida, de crecer, de mostrar "la hombría". Sólo así se entiende que "la región que más expulsa (el norte del estado, donde se encuentra Atacheo) sea la más desarrollada", dice Claudio Méndez, coordinador de Atención al Migrante Michoacano. Aún así, los atachenses aquí y allá le entraron con ganas a los proyectos productivos. Este hecho es destacable por sí mismo, ya que las remesas suelen ser familiares: en 2004, los 2 millones y medio de michoacanos en el extranjero (cada año intentan cruzar la frontera 50 mil) enviaron 2 mil 195 millones de dólares (equivalente al presupuesto estatal de 22 mil millones de pesos) y 85% se destinó a la manutención familiar, informa Méndez. Pocos proyectos productivos son financiados con dólares de los norteños y aún menos son exitosos. Este año, de los 125 proyectos apoyados por el Programa 3X1 (con un fondo de 80 millones de pesos), sólo 15 son productivos. "Dios lo ha mandado a este pueblo" "El reino de Dios ha llegado cuando tú vives mejor aquí", dice el padre Marcos Linares, originario de Guáscuaro, municipio de Tingüindín, licenciado en Teología Pastoral y profesor en el Seminario de Zamora. Un primer paso para vivir mejor, asegura, es la unión. "Les he dicho que no me interesa que el templo se llene, sino que sean una familia". No lo dice de gratis: Atacheo es una comunidad partida por la frontera y por disputas internas en el pueblo mismo. Llegó en septiembre de 1999 y en diciembre (cuando vuelven de vacaciones los migrantes) se juntó con "los líderes" para proponerles hacer algo por el pueblo fantasma. "Buscaba una obra que unificara". Esa fue la torre. Pero, cuenta, "¿de qué servía que arregláramos el pueblo (si se seguían yendo)?" "Hagamos empresas comunitarias", les planteó a los norteños. Su idea, dice, era crear productoras "que socializaran las ganancias", que migrantes y trabajadores tuvieran acciones (un máximo de cinco de mil dólares cada una por persona). La mayoría de los socios terminaron siendo migrantes. Al principio todo era entusiasmo: con dinero del programa 3X1 (un dólar por cada peso federal, estatal y municipal) y el trabajo de un grupo de atachenses, montaron invernaderos de flores, luego una fábrica-cooperativa de gabinetes acústicos, le siguieron los invernaderos de hortalizas y, poco después, en octubre de 2002, la cría de pavos y de cabras. Incluso se construyó un toril. Todo en el lapso de un año. Era tal la emoción que aún no se consolidaba un proyecto cuando ya se estaba montando el siguiente. En una visita a la región, en enero de 2003, el presidente Vicente Fox puso a Atacheo como ejemplo a seguir. "Se creó una nube bonita; se crearon empleos; Atacheo se dio a conocer", resume Carlos Trujillo, de 25 años, representante legal de la sociedad productora rural de pavos. La popularidad del párroco era tal que le compusieron un corrido ("Dios lo ha mandado a este pueblo de Atacheo/ Quiero que sepan que se siente muy feliz/ Toda su gente lo ha tratado con cariño"); también narra la transformación del lugar: "Cuando regresen a su pueblo nuevamente/ Se darán cuenta de lo cambiado que ya está/ Con el dinero que ha donado tanta gente". Pero, por más buenas intenciones, no tenían experiencia empresarial (y "a quienes la tenían no los escuchaban", asegura Jesús Mariscal Sandoval, socio del toril). Comenzaron los tropiezos, ocasionados por "malos manejos" administrativos, cuenta Jesús Peña Sánchez, vía telefónica desde el valle de Napa, en California. Los "malos manejos" se dieron, en gran parte coinciden varios migrantes, por la distancia: "Pecamos de confiados" admite Peña Sánchez, de 63 años, ex trabajador en los campos californianos y socio de los proyectos. "El error más grande" fue que "nunca pedimos cuentas; no pusimos una mesa directiva, ni de vigilancia". El cura, como promotor de las empresas, ante la falta de personal con conocimiento técnico, depositó su confianza en gente que terminó defraudando a las productoras, como el veterinario Genovevo Vega, recomendado por la Secretaría de Desarrollo Agropecuario (Sedagro) y acusado por los socios de fraude y tergiversación de los estados financieros. También según versiones de socios hubo responsables de proyectos (la mayoría nombrados por Linares) que los estafaron.
Además, la inexperiencia empresarial llevó a que el cura y los responsables de los proyectos no calcularan adecuadamente los costos. Y peor: a la hora de las deudas, sacaban dinero de una empresa para inyectarlo en otra. (El gobierno michoacano destinó 2 millones y medio de pesos al proyecto de pavos, para sacarlo de deudas pero 777 mil terminaron destinándose a las cabras.) Total, un caos que llevó a que muchos perdieran el entusiasmo y el empleo. De las cerca de 200 personas que llegaron a trabajar en las empresas, hoy sólo quedan entre 20 y 60 (la cifra varía dependiendo de a quién se le pregunte y del ciclo agrícola). Adiós a la razón principal de crear las empresas. Trujillo calcula que la mitad de quienes trabajaron en el proyecto de los pavos ya se fue a Estados Unidos. Hoy, tras una inversión total de 14 millones de pesos, todos los proyectos tienen deudas (incluso deben salarios y pagos a productores); hasta el toril está en números rojos, asegura Mariscal. Sólo los cinco invernaderos de jitomates se mantienen con decoro. Producen 600 toneladas anuales; la mitad se vende en México y la otra en Estados Unidos, explica Linares. Muchos se sienten defraudados, pero no todo es desilusión. La opinión generalizada es que los proyectos son muy buena idea, que aprendieron de la mala experiencia, y ahora tienen conocimientos técnicos. Así, la idea que se cocina entre los norteños es que de ahora en adelante nadie de fuera de Atacheo (ni siquiera el párroco) tendrá derecho a tomar decisiones relativas a las empresas. Algunos apoyan la creación de una "mesa directiva y una de vigilancia" conformada por socios y que los responsables de los proyectos sean nombrados por estos mismos. La intención sería "que los socios se apropien de las empresas". Este mes, el párroco visita a los migrantes en Estados Unidos. Concluida la visita, los migrantes definirán qué hacer con los proyectos, dice uno de ellos, Francisco Peña, vía telefónica desde el valle de Napa. El cura admite los errores, y dice que la experiencia le mostró que quienes crean "empresas sociales" nadan a contracorriente, sin suficientes apoyos y asesoría gubernamentales que permitan enfrentar a las grandes compañías. Graciela Carmina Andrade, secretaria de Desarrollo Social estatal, coincide y señala que el éxito de este tipo de proyectos no depende sólo de una buena administración, sino que el problema de fondo es que "no hay una política pública (a escala nacional) que respalde los proyectos productivos". El financiamiento de estos "tiene que ir acompañado de una política de fomento económico que oriente la producción y promueva un mercado". De lo perdido... Gracias a la experiencia en Atacheo, para evitar que ocurran los mismos errores, y, ante la falta de "una política pública en pro del desarrollo social", Linares ideó la creación de una asociación civil interinstitucional que apoye, a escala estatal, empresas sociales, sobre todo aquellas financiadas con remesas. Con la propuesta bajo el brazo, tocó puertas de funcionarios, políticos y migrantes. En abril pasado, en el V Foro Binacional Michoacano, presentó el proyecto. La idea llamó la atención, cuenta en entrevista el diputado local perredista Jesús Martínez Saldaña, por no ser localista, por querer "unir a la gente de Michoacán y Estados Unidos, y (buscar) trabajar con autoridades estatales y locales, y la iglesia. Es una oferta que rebasa a otras". Con el apoyo de Martínez Saldaña, del también legislador perredista Manuel Duarte, y de Talía Vázquez, de la Secretaría de Desarrollo Económico, entre otros, el párroco convenció al gobernador Lázaro Cárdenas de crear la Asociación Michoacana de Promotores de la Empresa Social, AC (AMPES), bajo la dirección del cura (con un permiso para ausentarse de su parroquia) y con un equipo técnico. Próximamente iniciará funciones. El equipo técnico de la AMPES se conforma con especialistas de diversas dependencias, como las secretarías de Economía, de Planeación y Desarrollo Estatal (Seplade), de Desarrollo Social, de Desarrollo Agropecuario y del Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán. También participará la Universidad de San Nicolás. Este equipo promoverá empresas sociales, las capacitará, asesorará y les buscará mercados, con la idea de vincular toda la cadena productiva (desde la producción hasta la comercialización) y lograr una "distribución más equitativa de las ganancias" (como se intentó con los proyectos en Atacheo). El objetivo es que cada vez más migrantes tengan confianza en invertir en sus comunidades. Que sean ellos y no los inversionistas extranjeros los que se beneficien del hecho de que Michoacán es un importante productor agrícola. Y es que hoy, "las remesas subsidian la agricultura, que no es rentable; pero puede ser rentable si se le da valor agregado y se evita intermediarios", explica Duarte. Por poner un caso, en lugar de vender la leche de las cabras a la empresa Coronado, el cura propone que ellos mismos hagan la cajeta y la comercialicen (asegura tener una oferta de la cadena Merza para distribuir el producto). El plan de la AMPES está en elaboración. Hasta el momento, lo seguro es que su primer trabajo será con la Unión de Invernaderos Michoacanos Organización Social, AC (25 invernaderos de jitomate, incluyendo los de Atacheo, dice José Luis Rodríguez, de la Seplade). Se busca exportar el jitomate a bodegas en Estados Unidos, enfocados sobre todo en el "mercado de la nostalgia" (restauranteros, abarroteros que vendan a los mismos michoacanos). "En vez de que sólo manden remesas (y los de acá dependan de su envío como ocurre en Atacheo), que sus compras en Estados Unidos contribuyan a la economía de su comunidad", dice Linares. La Asociación también contará con una "parafinanciera" que otorgará fondos y no dependerá de los tiempos gubernamentales (no se sabe cuánto será su presupuesto). "Me gusta ser libre" Todavía quedan, en Atacheo, quienes retan a la tradición y a la escasez económica, como Jesús Padilla, de 18 años y suave trato: "Yo no me iría. Me gusta más estar aquí", dice. Ni siquiera lo convence la idea de que la mayoría de los hombres de su familia estén allá (incluido su padre). Este joven que quiere ser maestro da sus razones: "Me gusta ser libre: estoy en un grupo de ballet folklórico... me gusta estar en varias cosas. Allá no podría". |