Usted está aquí: martes 9 de agosto de 2005 Opinión Poder sustentado en la ignorancia

Javier Flores

Poder sustentado en la ignorancia

Algunos hechos recientes muestran que existe una amenaza real sobre el futuro de la educación y la ciencia en México. La razón es que quienes gobiernan este país y algunos de los que aspiran a gobernarlo basan su poder en la ignorancia de la mayoría de la población.

Preguntémonos, por ejemplo, si los resultados en las elecciones más recientes en el estado de México podrían explicarse sin examinar el nivel educativo de los municipios más pobres, donde se cambian cubetas de plástico por votos. La existencia misma de algunos partidos políticos depende de los bajos niveles de educación.

Podríamos preguntarnos también si la renuncia al pensamiento racional, que constituye la esencia del dogmatismo y el oscurantismo, no es más compatible con una población carente de educación científica sobre la que se puede ejercer el control, inclusive sobre el cuerpo.

La amenaza consiste en que estas representaciones del poder no pueden impulsar el avance de la educación, pues su supervivencia está sustentada precisamente en el atraso. En algunos casos, abiertamente se observa a la ciencia como un riesgo. En México, al Poder (con mayúscula) no le conviene un pueblo educado, sino ignorante.

Desde hace años el discurso de los políticos es que la educación y la ciencia son prioridad. Hasta hemos tenido "revoluciones educativas". El atraso en la educación científica de nuestro país, que se aprecia en todos los indicadores internacionales, como en los empleados en los estudios realizados por la UNESCO y la OCDE, ilustra la falta de concordancia entre el mensaje de los políticos y la realidad. Es decir, alguien miente.

Pero ahora vamos a estar inundados nuevamente con las falsas promesas de que la educación y la ciencia son prioritarias. Se avecinan nuevas "revoluciones educativas", con presupuestos para la ciencia que no llegan ni a medio punto porcentual del producto interno. También asistiremos a la actualización de las pugnas por la educación, en las que se buscará afanosamente que ésta quede en manos de la Iglesia y de las sociedades de padres de familia.

El descuido de la educación y la ciencia se disfraza con la carencia de recursos pero en realidad, la razón principal es que una población con altos niveles educativos y científicos significaría el fin de algunos de los instrumentos de control del Poder, es decir, el fin de algunos sectores políticos y del pensamiento dogmático, como el representado por la Iglesia.

El deliberado deterioro en la educación puede apreciarse en la situación en la que se mantiene a los elementos claves en el proceso educativo, los maestros. Salarios miserables y programas de actualización de resultados dudosos. Se desalienta así la labor de enseñar y se dificulta la incorporación de los conocimientos científicos, tecnológicos y humanísticos de vanguardia en la escuela. Pero en cambio se les utiliza desde las grandes agrupaciones sindicales para beneficio de unos cuantos.

Si alguna virtud pueden tener las campañas políticas es que en ellas aparecen con claridad algunos elementos como los descritos, y otros como el papel que desempeñan los medios de comunicación, en particular la televisión, que reclama su posición (y la obtiene sin resistencia) como factor real de poder. Al mismo tiempo, contribuyen descarada y activamente a mantener a la población en la ignorancia. Esto explica la ausencia de contenidos educativos y científicos en estos medios.

Pero hay dos elementos que apuntan en dirección contraria. Por un lado, la certeza que existe en la población de que por medio de la educación pueden alcanzarse mejores niveles de vida y bienestar. Hasta en los municipios más pobres, los padres hacen lo posible (o lo imposible) por dar educación a sus hijos. Por otra parte, hay una realidad en el mundo, en la que todas las actividades productivas requieren de habilidades que exigen niveles educativos y científico-técnicos cada vez de mayor complejidad. Las naciones que no participen de estas tendencias quedarán irremediablemente marginadas y sus poblaciones estarán condenadas a vivir en la pobreza, la insalubridad y el oscurantismo.

Lo que está en juego no es poca cosa, y aunque el panorama actual no ofrece muchas bases para el optimismo, no se debe renunciar a defender el avance de la ciencia y la educación en nuestro país, pues son la única vía para el mejoramiento real de la calidad de vida y para nuestra supervivencia como nación independiente.

 
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