Usted está aquí: martes 9 de agosto de 2005 Opinión "Tácticas brutales"

Pedro Miguel

"Tácticas brutales"

El 3 de agosto un vehículo anfibio del cuerpo de marines, dotado de blindaje ligero, pisó una mina colocada por alguna facción de la resistencia iraquí en un camino del valle del Eufrates. El transporte voló por los aires envuelto en una bola de fuego y 14 de sus 15 ocupantes resultaron muertos en el acto. Se elevó, así, a 23 el número de marines que fallecieron en el lapso de siete días en la campaña de los ocupantes contra los insurgentes de la localidad de Haditha, en el oeste de Irak. Según el Pentágono el episodio constituye el más mortífero de su tipo en lo que va de la guerra, es decir, la bomba cazabobos más devastadora hasta el momento. La marca es trágica, desde luego, pero poco relevante y, sin embargo, George Walker decidió manifestarse en esta ocasión en particular para decir dos cosas: que "estos terroristas e insurgentes usarán tácticas brutales porque están tratando de hacer vacilar la voluntad de Estados Unidos" y que "quieren que nos retiremos" (según el entrecomillado de Ap: These terrorists and insurgents will use brutal tactics because the're trying to shake the will of the United States of America. They want us to retreat.).

No hay guerra que no sea brutal, ni tácticas militares que no se traduzcan en el asesinato de seres humanos, por más que esa acción se denomine, en los manuales castrenses, "aniquilación del enemigo". Pero desde el punto de vista de las leyes de la guerra (como si pudiera haberlas o, mejor dicho, como si algún general en este mundo programara las operaciones de sus fuerzas basándose en la Convención de Ginebra), esa acción de la insurgencia iraquí fue un ataque "limpio" y "lícito", muy distante de las carnicerías de civiles producidas casi a diario en Bagdad y otras ciudades por los coches bomba. Tan limpio y lícito como los bombardeos aéreos y terrestres estadunidenses realizados en 1991 y en 2003 que destruyeron a control remoto a decenas de miles de organismos que, oh, resultaban ser integrantes de la Guardia Republicana de Saddam Hussein. Tan limpio y lícito como rellenar una de esas latas blindadas con jóvenes imberbes cuya tarea básica consiste en asesinar iraquíes. Tan limpio y lícito como las ametralladoras pesadas que montan los vehículos Bradley del ejército estadunidense, que rompen los cuerpos de los combatientes iraquíes en multitud de pedazos. Tan limpio y lícito como las bombas de óxido de etileno, reglamentarias en el arsenal gringo, apenas menos devastadoras que una atómica, y que incendian el aire y achicharran a cualquier organismo que se encuentre en el perímetro enorme de su conflagración, en donde no hay protección posible. Pues sí: la colocación de un viejo obús de mortero para que reviente al paso de un vehículo cargado de personas es una práctica tan atroz como la guerra misma.

La otra afirmación presidencial no tiene desperdicio: "Quieren que nos retiremos". A baby Bush le ha tomado más de dos años y mil 800 bajas de su ejército enterarse del deseo secreto de la resistencia en Irak. Es un deseo tan bárbaro como el que animó a George Washington ante la corona inglesa, el mismo que llevó a Hidalgo a revelarse contra las autoridades virreinales, el que sostuvo a De Gaulle frente a los nazis, el que lanzó a rebeldes afganos y chechenos a pelear con las manos casi desnudas contra tanques diseñados en Moscú. "Patriotismo", le dicen en otras circunstancias, y no es una actitud intrínsecamente buena ni intrínsecamente mala -como casi todo, y es que también hay patriotismos nefastos-, pero resulta mucho más frecuente y vulgar en nuestro mundo que las retorcidas maquinaciones contra "la libertad" que el gobierno de Washington atribuye a sus adversarios.

No es un descubrimiento la tendencia de Bush a expresar bushismos. Hay una recopilación de sus genialidades en forma de libro, y hasta es posible que lleguen a redactarse varios tomos. Y tampoco es un descubrimiento la existencia de espíritus dispuestos a dar por buenas las sesudas reflexiones de este texano. Hace no muchos años unos muchachos crédulos se suicidaron en masa, persuadidos de que en esa forma podrían abordar un cometa que pasaba cerca -en términos astronómicos- de nuestro planeta. Si hallaron en el trayecto un viento solar favorable, ahora deben andar por los alrededores de Neptuno, comentando muy felices las peripecias de su viaje.

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