Jornada Semanal,  domingo 7 de agosto  de 2005                núm. 544
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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ACAPULCO (IV Y ÚLTIMA)

Dos buenos ejemplos de la dificultad inherente a forzar las categorías antes mencionadas –cine de arte y comercial– son Crimen ferpecto y La ciudad del pecado.

La primera de ellas está dirigida por Alex de la Iglesia, considerado como director de culto, al que no sin razón se le atribuyeron osadía, irreverencia e iconoclastia. A la distancia, es más fácil comprender que el elevamiento al rango de virtudes de dichas características no fue producto exclusivo del desempeño de De la Iglesia, sino también del contexto fílmico que le tocó vivir en sus inicios. Eran los tiempos en que Tarantino causaba un furor más bien desmedido, ése que suele afiebrar a cada nueva generación cinéfila y que se manifiesta claramente mediante sondeos y encuestas en los que el propio Tarantino, así como chambones y mercachifles al estilo Lucas o Spielberg, son declarados miembros de una más de las muchas listas de directores-más-importantes-de-todos-los-tiempos, en las que ni por azar aparecen apellidos como Griffith, Murnau o De Mille. Volviendo a De la Iglesia, Crimen ferpecto demuestra que a su director le está sucediendo lo mismo que a otros que comenzaron su carrera pegando de hit: en la búsqueda de cambiar o ampliar el registro, van perdiendo precisamente aquello que permitía identificarlos. Aunque este Crimen... contiene cierta dosis de exabruptos visuales y la acción se finca en un personaje femenino realmente extraído de una casa de locos, el detonador y el fondo de la trama se sienten débiles, a saber, la competitividad salvaje, vencida y más tarde problematizada vía un crimen involuntario, de un vendedor de una tienda departamental. Thriller delirante o galería de esperpentos, algo le falta al ...ferpecto que sí tenían anteriores cintas de De la Iglesia: precisamente ese delirio esperpéntico pero aplicado a situaciones más poderosas, sugerentes o incluso extravagantes que la colección de envidias, rencores, venganzas y egoísmos que se dan en cualquier universo cerrado.

Todo lo anterior, que algunos podrían nombrar suavizamiento o morigeración, permite encuadrar a la cinta como del bando de las vendibles, aunque la fama de su autor obligue a pensarla como filme festivalero. No sobra insistir en que quizá no entre en ninguna de las dos categorías.

ENTRE MÁS ALTA ES LA CAÍDA...

...más duro es el batacazo, como reza el refrán, y como pareciera estar en vías de sucederle a otro autor que, semejante al español, perceptiblemente va dejando a un lado ciertos aspectos de aquello que lo caracterizaba. Aun sin darle del todo un "sí" al mainstream, a la hora de aprovechar la pudiencia que le dieron sus logros iniciales, Robert Rodríguez soslaya para mal su elogiada capacidad de filmar con presupuestos mínimos. A La ciudad del pecado se le nota el billete, sobre todo en la postproducción, de modo tal que uno termina pensando más en la parte técnica que en el contenido de la película. Una lástima por muchos motivos, entre los cuales, por pura afinidad personal, deploro el desaprovechamiento de ese extraño pero notable actor que siempre ha sido Mickey Rourke. Otros resentirán lo floja que salió la parte protagonizada por Bruce Willis –la película se divide en tres historias–, y muchos más lo anodino de la restante.

Igual que a Tarantino, colega y cómplice, a Rodríguez viene sucediéndole alejarse cada vez más de la contundencia inicial y, por consiguiente, del efecto que produjo en un público de todas maneras fiel, a la manera del aficionado al beisbol que con toda paciencia espera y espera otro jonrón. Pero ni los perros de reserva ni los mariachis se dan en serie, de modo que así van, uno y otro, recurriendo al cómic-película hasta que lo más notorio es la primera parte del binomio, en demérito de la segunda.

COLOFÓN AGRADECIDO

Queda desear, como se mencionó antes, que el FICA depure y enriquezca su programación. Esta vez fueron agradecibles la inglesa Millonarios, de humor y ternura poco frecuentados en el cine; El luchador, donde se ve que el estilo Hollywood también puede dar buenos resultados; la rusa Guardianes de la noche, que hace pensar en que las cintas de acción, mitos y misticismo no son exclusividad de ningún país, y por último la china Kung-fusion, cinta que podría parecer una más de karatazos, pero que en su delirio bien organizado se da muchos lujos, destacando el de pitorrearse de sus propias directrices conceptuales y luego volver a tomarse en serio y luego volver a doblar de risa al espectador.