La Jornada Semanal,   domingo 7 de agosto  de 2005        núm. 544
 
MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido
NAVIDAD

De mis tías, la que menos hijos tenía tenía nueve, y la que más, diecisiete. Eran seis vivas y dos muertas, pero con hijos, así que hagan cuentas. Nosotros somos sólo dos hermanas y dos hermanos y eso me hacía sentir un poco mal. Una vez, tendría nueve o diez años, nos juntamos todos, en Navidad. La mesa comenzaba en el zaguán, cruzaba el patio y la cocina y terminaba en el corral –era una casa de entonces, con patio en medio, con piñononas, plátanos y limoneros, y un corral donde había gallinas y guajolotes. Los abuelos se sentaron en la puerta de la calle, para ver quién entraba –eran los únicos que conocían a toda la familia– y los demás nos fuimos acomodando por edades. Nosotros quedamos al fondo y organizamos un concurso para ver quién bebía más. No recuerdo los detalles. Acabamos debajo de la mesa y al día siguiente nos dolía la cabeza; lo que menos nos importaba era ver qué nos había traído el Niño Dios. Y menos a mí, que desperté abrazada con Rodolfo, y no importa lo que él diga, yo sé bien que así fue.