Número 109 | Jueves 4 de agosto de 2005
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Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Empezar por la familia

Por Sandalo Gálvez


“¡Para que lo sepas, sí soy gay!”, soltó el hijo. La madre sale de la habitación y vuelve con una botella de alcohol y unos cerillos. Vacía la botella encima de él mientras le dice: “te prefiero muerto que pasar la vergüenza de tener un hijo depravado”.

Lo sospechaba, por eso contrató a un investigador privado. Una tarde recibió una llamada: “su hijo está en un hotel con otro hombre”. El padre, un prominente político, irrumpió en la habitación del hotel y golpeó al hijo hasta mandarlo al hospital.

“ Las señoritas decentes no andan por ahí exhibiéndose con sus amigas, abrazadas todo el tiempo. La gente puede empezar a murmurar que eso es más que amistad, y de ninguna manera voy a permitir que se ponga en entredicho nuestra honorabilidad. A ver si ya vas trayendo a tu novio a la casa para que lo conozca la familia”.


Estas tres historias son reales, son experiencias de personas que han vivido situaciones de intolerancia por la manera de vivir su orientación sexual. Esta incomprensión puede presentarse de manera agresiva, aun dentro de la familia directa, que muchas veces suele convertirse en invasora de la intimidad.

Con los jóvenes se hace más evidente la intromisión en la vida privada, sobre todo cuando se sospecha que estás transgrediendo alguna norma. La típica creencia de que ser joven es sinónimo de desorden, violencia, agresividad, infracción y desenfreno, hace que muchos adultos consideren que tienen una responsabilidad, e incluso la obligación, de “conducir” el estilo de vida de los jóvenes que no se ajustan a lo que ellos consideran correcto. Esta idea suele traducirse en presión y, a veces, en franca violencia.

Los ejemplos mencionados son situaciones que, aunque te suenen exageradas, no son tan lejanas. Posiblemente las has vivido tú o alguien cercano. Muchas veces podemos pensar que “así son las cosas”, con lo que damos validez a muchas acciones discriminatorias, violentas y homofóbicas. Tal vez no hemos aprendido a identificar que el acoso por ser diferente es un atentado contra la libertad de cualquier persona.

Estoy seguro de que a la mayoría de los jóvenes gays y lesbianas no nos gusta vivir con coerción por el simple hecho de expresar nuestros afectos u orientación sexual. Sé que buscamos vivir en una ciudad y un país donde no se tenga que temer por ser o sentirse diferente. Queda en nosotros empezar a modificar estas costumbres, actitudes y prácticas negativas, muchas de las cuales se originan en el interior de la familia. Por eso es importante comenzar desde ahí a educar en el respeto a nuestros hermanos, padres, madres y demás seres queridos. Cuenta conmigo.

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