Número 109 | Jueves 4 de agosto de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Anticoncepción de emergencia,
segundo de tiempo

La conjura contra la libre decisión

La jerarquía católica mexicana se ha enfrascado en una nueva cruzada moral, esta vez en contra de la píldora anticonceptiva poscoital. Como es su costumbre ha apelado a la fe para imponer su visión del mundo, llamado al que ha respondido el secretario de Gobernación. Por fortuna, todo parece haber quedado en declaraciones que aportan una pieza más al intrincado rompecabezas de la ultraderecha nacional. En el siguiente reportaje se antologan algunas de las posturas más sobresalientes de los que se empeñan en hacer de un asunto técnico un dilema moral

Por Fernando Mino

Más de un año después de la modificación de la Norma Oficial Mexicana (NOM) de Planificación Familiar y con treinta años de historia desde de que comenzó a consumirse en nuestro país, la píldora anticonceptiva vuelve a ser motivo de controversia. El cardenal Norberto Rivera fue el primero en abrir fuego, luego del anuncio de la inclusión de la píldora de anticoncepción de emergencia en el cuadro básico de medicamentos del sector salud: “Está comprobado (sic) que en ocasiones esta pastilla puede ser abortiva, no hay que poner un arma así en manos de la gente para que maten a niños inocentes” (Reforma, julio 17 de 2005). Un par de días después, el secretario de Gobernación, Carlos María Abascal Carranza, le hace eco, al refrendar, sin que nadie se lo solicitara, su “compromiso indeclinable con la vida” y, al amparo de su fe (y en contra de la decisión tomada por la Secretaría de Salud), asegura que tal medida se someterá a revisión.

La intromisión del funcionario público transformó en debate nacional un asunto ya analizado, discutido, demostrado y transformado en reglamento. Un método ya usual y conocido que consiste en la administración de las mismas sustancias que se usan desde hace décadas como anticonceptivos pero en dosis concentradas en una sola píldora, lo que permite que, en las primeras 72 horas que siguen a una relación sexual sin protección, se impida la fecundación y, por lo tanto, se prevenga un embarazo.

De acuerdo con una encuesta levantada en hogares de la ciudad de México por la empresa Consulta Mitofsky en marzo del año pasado, el 85 por ciento de la población conocía la existencia de la píldora, conocida popularmente como del día siguiente. La venta de la píldora, que cumple año y medio en el mercado del país, ha tenido un crecimiento sostenido de 25 por ciento, mientras que la organización civil Clínica Adolescentes atiende, a través de una línea telefónica de información sobre anticoncepción de emergencia, alrededor de 70 mil llamadas anuales. Desde el 11 de julio pasado, con la inclusión de la píldora en el cuadro básico de medicamentos del sector salud, se asume el compromiso de darla a conocer y ofrecerla, de manera gratuita, en los hospitales y centros de salud públicos de todo el país.

De visita en uno de los Centros de Rehabilitación Infantil Teletón, Abascal abundó en el tema y comparó los efectos de la píldora poscoital con los de un arma de destrucción masiva: “Amor y ciencia juntos, pero para construir. No podemos admitir una ciencia consagrada a la destrucción masiva, sea en las armas en general, sea en la medicina, sea en cualquier ámbito, la ciencia sólo se justifica si sirve a la vida” (La Jornada, julio 20 de 2005). Este tipo de declaraciones y posturas le han merecido a Abascal el reconocimiento del alto clero mexicano. Para el obispo de Mexicali, Isidro Guerrero Macías, “no es justo que al secretario de Gobernación, que es creyente y quiso defender su fe, le vaya como le va. De esos mártires necesitamos.” (La Jornada, julio 22 de 2005).

La ética torcida
El argumento eclesiástico, más sostenido por el dogma que por la evidencia científica, es que la píldora del día siguiente es abortiva. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), a través de su consejo de bioética, asegura que la píldora del día siguiente impide la formación de la vida humana, “que se inicia desde el momento en que se unen óvulo y espermatozoide”. La médica genetista Pilar Calva completa la postura de la CEM: La píldora “altera el endometrio (capa interna del útero), lo que impide al embrioncito fecundado (sic), con todo su material de herencia, encontrar las condiciones aptas para el proceso de implantación” (La Jornada, julio 21 de 2005). La mayoría de médicos y centros de investigación refieren que, contrario a la postura de la Iglesia Católica, un embarazo inicia cuando el embrión se implanta en el útero.

Para alimentar la controversia y fundamentar aún más su posición, prelados, como el obispo de Colima, Gilberto Valbuena Sánchez, ratificaron la amenaza de ex comulgar tanto a las mujeres que consuman la píldora como a quienes la proporcionen. El año pasado, cuando la píldora del día siguiente se incluyó en la NOM, el presidente de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis Primada de México, Jorge Palencia, consideró ex comulgados en automático a los funcionarios artífices de los cambios a la norma y a las mujeres consumidoras de la píldora, porque atentan “contra lo más profundo de la doctrina de Cristo” (Milenio, enero 27 de 2004).

La discusión que respalda la inclusión de la anticoncepción de emergencia en la NOM tomó en cuenta múltiples investigaciones que rechazan el carácter antiimplantatorio del método. El documento Posicionamiento sobre la Anticoncepción de Emergencia, del Consorcio Latinoamericano de Anticoncepción de Emergencia, resalta la evidencia científica de la acción de la píldora: “Un mecanismo de acción demostrado es la inhibición de la ovulación. Por otro lado, el levonorgestrel (sustancia activa de la píldora del día siguiente) inhibe la penetración de los espermatozoides en el tracto genital de la mujer. No se han encontrado alteraciones del endometrio en mujeres tratadas con levonorgestrel en las dosis usadas para anticoncepción de emergencia, por el contrario, estudios recientes realizados con animales de experimentación (monas y ratas) muestran que la implantación ocurre con la misma frecuencia en animales tratados con levonorgestrel que con placebo, después de un coito en el día de la ovulación (...) La información disponible en la literatura científica no provee ninguna evidencia de que la anticoncepción de emergencia interrumpa el embarazo, impida la implantación o afecte al embrión, ya sea antes, durante o después de la implantación”. Esta conclusión se respalda en 14 investigaciones.

En resumen, continua el documento, “cuando una mujer toma las píldoras de anticoncepción de emergencia en un momento de su ciclo menstrual en que aún pueda interferir con la ovulación, previene la fecundación. Si las toma cuando ya es muy tarde para impedir la ovulación, el método falla y la mujer se embaraza si es que ese ciclo era fértil, lo cual desplaza a la anticoncepción de emergencia del ámbito del debate ético y moral en el que se sitúa el aborto”. La anticoncepción de emergencia tiene un nivel de eficacia de entre 75 y 85 por ciento, si impidiera la implantación del óvulo fecundado, su eficacia sería cercana al 100 por ciento.

La anticoncepción poscoital representa una reducción importante de los embarazos no deseados, 25 por ciento de los cuales, en Latinoamérica, terminan en abortos realizados en condiciones de riesgo, según calcula una investigación de Raffaela Schiavon, hoy directora general adjunta de Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud. Argumento con el que coincide el senador panista Marco Antonio Xicotencatl, presidente de la Comisión de Salud de la Cámara alta: “Si de combatir el aborto se trata, démonos armas para poder combatirlo, a través de esa píldora que evita los embarazos no deseados” (La Jornada, julio 20 de 2005).

Pero para los sectores conservadores, la lucha contra la anticoncepción de emergencia es más un rechazo a una moral sexual que no comparten que una cruzada antiaborto, como explica la articulista Paz Fernández Cueto: “El efecto más dañino que tendrá la distribución masiva de la pastilla de anticoncepción de emergencia sin receta médica, sin vigilancia ni autorización de los padres y en forma gratuita, es la banalización del sexo, la falta de respeto al propio cuerpo convertido en objeto de placer, el aumento de la vulnerabilidad de la mujer ante los abusos del hombre –al fin que existen las píldoras del día siguiente–, el fomento de relaciones promiscuas, la promoción de una anticultura que lleva a la irresponsabilidad, al no rendimiento de cuentas, a la evasión sistemática para afrontar las consecuencias de los propios actos, a vivir de la trampa y del engaño” (Reforma, julio 22 de 2005).

El deslinde y la cordura
El 21 de enero de 2004 se publicó en el Diario Oficial las modificaciones a la NOM de Planificación Familiar que incluyó tres nuevos métodos anticonceptivos: la anticoncepción poscoital, el implante único subdérmico y el condón femenino. La aprobación terminó con un proceso de estudio y discusión que inició en 1998, y en el que participaron instituciones del sector salud, académicos, representantes de organizaciones internacionales y organizaciones civiles.

Después de la publicación, inició una campaña de la Iglesia Católica y grupos afines con base en los mismos argumentos que hoy ocupan las páginas de los periódicos. “Que las nuevas generaciones no nada más piensen que cuando ya le dieron rinda suelta a su impulso sexual, todo se arregla con tomar una pastilla”, dijo Guillermo Bustamante, dirigente de la Unión Nacional de Padres de Familia (Reforma, enero 24 de 2004).

En ese momento, la Secretaría de Gobernación ofreció dar una “explicación científica-técnica” a la Iglesia Católica. Un año y medio después, la Presidencia de la República marca distancia del secretario Abascal, en la voz del coordinador de Políticas Públicas, Eduardo Sojo, y pone fin a la controversia: “El tema fue discutido y analizado por el Consejo General de Salud. La decisión de incorporar (la píldora) se tomó después de abrir un periodo de consultas. Cualquier modificación de esta norma está regida por una ley. Esta ley dice que hay un periodo de cinco años para revisar este tema si hubiera información técnica adicional” (La Jornada, julio 21 de 2005).

Pese al dicho de Sojo, el PAN se avienta al ruedo, dispuesto a dar la batalla contra la píldora, como afirma la senadora Cecilia Romero: Carlos Abascal cumple su labor al “trasladar y transmitir al resto del gabinete las preocupaciones y exigencias del PAN y de la sociedad mexicana” (en ese orden). En los siguientes días, los tres precandidatos presidenciales panistas, Santiago Creel, Felipe Calderón y Alberto Cárdenas, se pronunciaron en contra de la píldora del día siguiente.

Escollos en Latinoamérica
En el resto de América también ha habido protestas de los sectores más conservadores. La Iglesia Católica y grupos de derecha han favorecido que en la mayoría de América Latina, si bien está disponible a través de las pastillas hormonales tradicionales, el uso de la anticoncepción de emergencia no es común, no se fomenta y, en muchos casos, se desconoce entre los prestadores de servicios de salud.

La píldora de una sola dosis de levonorgestrel está disponible en Argentina, Brasil, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, El Salvador, Estados Unidos, Jamaica, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. En todos estos países se han suscitado debates y descalificaciones de grupos de derecha.

En Argentina, estos grupos se incorformaron ante la Corte Suprema de Justicia que declaró ilegal la venta de una de las marcas de la píldora del día siguiente en la región de Mendoza. En Perú hay toda una campaña que acusa al Ministerio de Salud de “ceder a instituciones internacionales promotoras del aborto, que están buscando implantar el control de la natalidad sin considerar la libertad de información y conciencia de las peruanas y peruanos” (“Pronunciamiento médico contra la píldora del día siguiente”, de la organización peruana Instituto de Estudios Familia y Sociedad). A raíz de la aprobación de la anticoncepción de emergencia en 1999, presentaron una denuncia constitucional ante el Congreso contra la titular del Ministerio de Salud.

En Chile, la confrontación también llegó a la Corte Suprema, que en principio prohibió su comercialización, en 2001, pero meses después la autorizó, pero sólo bajo receta médica. La venta restringida, que inhibe el acceso para un gran número de mujeres, también es aplicada en todas las entidades de Estados Unidos, salvo Washington, Alaska y California. La tendencia conservadora del gobierno estadounidense poco ha hecho para promover un método poco conocido.
De acuerdo con una encuesta realizada en el año 2000 por la Fundación Kaiser, sólo el dos por ciento de las mujeres estadounidenses entre 18 y 44 años había usado alguna vez la píldora del día siguiente.

En México, las declaraciones de los jerarcas eclesiásticos buscan todos los frentes posibles para mantener la controversia. El cardenal Rivera, incluso, propone cambiar la Constitución: “En México hay muchas cosas que se tienen que revisar, la misma Constitución. Creo que no hay que ser más dogmáticos que la Carta Magna. Si se ha revisado tantas veces, no creo que esto sea superior; una decisión de un secretario de Salud no creo que sea superior a la Constitución” (La Jornada, julio 25 de 2005). Para la antropóloga Marta Lamas, presidenta del Grupo de Información en Reproducción Elegida, se trata de una decisión de Estado: “Seguramente en la discusión en el gabinete se esgrimieron argumentos religiosos frente a argumentos técnicos y, por suerte para el Estado laico, ganó la racionalidad y no la religión”, frase que resume el resultado de este segundo tiempo del debate sobre a quién corresponde tomar la decisión.
El otro debate

Las controversias en torno a la anticoncepción de emergencia también se reflejan en el panorama de lo cotidiano, donde aún falta trabajar mucho en la cultura de la salud sexual. Si las opiniones de los sectores conservadores contribuyen a que la píldora anticonceptiva de emergencia se dé a conocer, las autoridades responsables de ofrecerla no aportan información ni abasto suficientes.

En los centros de salud del Distrito Federal, la píldora se provee, de manera gratuita, desde 1998. Sin embargo, fuentes consultadas en uno de esos centros, el de la colonia Portales en Benito Juárez, señalaron que no siempre la tienen disponible, pese a que sí tiene una demanda alta: “La mayoría de las mujeres que vienen a consulta privilegian la píldora anticonceptiva o la de emergencia sobre métodos mecánicos como el condón o el dispositivo intrauterino”.

Otra instancia que, en teoría, ha establecido la recomendación de la anticoncepción de emergencia es la judicial. Informar sobre la píldora del día siguiente es parte de los lineamientos institucionales de la Fiscalía Central de Investigación para Delitos Sexuales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Incluso, existe un convenio de colaboración con la organización Grupo de Información en Reproducción Elegida para capacitar al personal.

En la realidad de los Ministerios Públicos, la información sobre la píldora es inexistente. Los funcionarios se escudan en que no están autorizados para recetar medicamentos, aunque, aseguran, se canaliza a las víctimas de delitos sexuales a centros de salud para que ahí, si así lo deciden, tomen la píldora; en el proceso suelen perderse horas valiosas para la acción del anticonceptivo. Para Marta Lamas, se requieren cambios de actitud en los agentes del Ministerio Público especializados en delitos sexuales, para que brinden la información necesaria a las mujeres agredidas. “Los cambios de mentalidad no se producen por decreto, es un proceso lento que requiere de mucho esfuerzo. Hay que fomentar la cultura de la denuncia y la legalidad”, señaló a Letra S. (Mario Alberto Reyes)