Usted está aquí: jueves 4 de agosto de 2005 Opinión De quijotes reales y virtuales

Margo Glantz

De quijotes reales y virtuales

Todos sabemos que este es el año del Quijote, y por si no lo supiéramos, las numerosas -ísimas- actividades que este centenario ha suscitado nos obliga a recordarlo: conferencias, congresos, incesantes lecturas, carteles, exposiciones en los museos. Aunque me han invitado a varias, he logrado esquivarme y participar en pocas, la primera, muy afortunada, ha sido la inclusión dentro de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra de una página dedicada a la Décima Musa, la Sibila, el Monstruo de las Mujeres, el Fénix, en fin, nuestra insuperable Sor Juana Inés de la Cruz, de la que jamás podremos olvidarnos, aunque nada más fuera porque a menudo la vemos en efigie en los necesarios billetes verdes de 200 pesos mexicanos.

La página fue presentada en el contexto del decimosegundo Congreso de Aitenso -Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro- en el festival internacional de Almagro, pequeña ciudad manchega por donde seguramente alguna vez anduvieron los personajes de la célebre novela.

Y es afortunada -y que valga el comercial- porque se incluye dentro de una biblioteca que cuenta con un equipo formidable -Juan Manuel Abascal, Beatriz Aracil, Pedro Mendiola, Yolanda Santamaría, para sólo mencionar unos cuantos-; porque ha sido fundada por iniciativa de la Universidad de Alicante en 1999 -especial mención se debe a José Carlos Rovira-, patrocinada por la fundación Marcelino Botín del Banco Santander, con Luis Rodríguez Moreno a la cabeza, y porque es un punto de referencia en la red y permite que la obra, la vida, la iconografía, la crítica de y sobre la monja -y de muchos otros autores- se difundan y conozcan en todos los ámbitos y contextos del mundo hispánico, sin importar que quienes consulten esta página -o las demás, por ejemplo la dedicada, como debe de ser a Cervantes- sean especialistas o simplemente aficionados o curiosos. Sí, una amplia perspectiva con materiales y enfoques interdisciplinarios, difícilmente accesibles de otra forma y además, una nueva y atractiva incitación a la lectura, a la de los libros reales, no solamente a los virtuales.

En Almagro vi, en una iglesia, una exposición dedicada a los trajes y tipos sociales del tiempo de Cervantes; nos permite conocer la estructura social de la España de los siglos XVI y XVII, sociedad jerárquica con el rey a la cabeza y el pueblo llano y los marginados como último escalón social: los cortesanos, los frailes, los disciplinantes, los soldados engalanados y harapientos, los cuadrilleros de santas hermandades, los hombres de letras y los oidores, los barberos, pastores, labradores, villanos, gitanos, cautivos, moros, mendigos y lazarillos.

Allí también, un viejo corral de comedias, el más completo y perfecto de los que aún se conservan en España y en el que se representó en inglés y con subtítulos, como en la ópera una tragedia histórica, de Shakespeare, Ricardo II. En el atrio de un convento -hay cuatro escenarios simultáneos durante julio- un Castigo sin venganza, de Lope de Vega, obra que, al imprimirla, su autor prologó: ''Señor lector; esta tragedia se hizo en la corte sólo un día, por causas que a vuesamerced le importan poco. Dejó entonces tantos deseos de verla que los he querido satisfacer con imprimirla. Su historia estuvo escrita en lengua latina, francesa, alemana, toscana y castellana; esto fue en prosa, agora sale en verso (...), advirtiendo que está escrita en estilo español, no por la antigüedad griega y severidad latina; huyendo de las sombras, nuncios y coros, porque el gusto puede mudar los preceptos, como el uso los trajes y el tiempo las costumbres".

Bella obra en efecto, perfectamente adaptable a otras épocas y a otros ámbitos como quería Lope, pero cuyos versos y personajes magistrales estuvieron mal dichos y representados, en flagrante contraste con los actores del teatro inglés en quienes se aprecia una maestría y una tradición de las que casi por completo carece la puesta de Eduardo Vasco.

Y no podía faltar el Quijote, ''ingenioso caballero de la palabra", bello monólogo de Rafael Alvarez, el Brujo, cordobés agitanado quien, en el atrio de otro convento, y partiendo de un texto de Emilio Pascual, improvisa y reinterpreta las aventuras del héroe reinscribiéndolo -como a Cervantes- en una vieja tradición, entre las que destaca una de las más ricas, la árabe.

 
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