Usted está aquí: sábado 23 de julio de 2005 Ciencias Vaticinan investigadores siglo de sequía en el planeta

Según el Premio Nobel Paul Crutzen, la Tierra entró a una nueva era climatológica

Vaticinan investigadores siglo de sequía en el planeta

En los próximos 20 años, 30 por ciento de las reservas mundiales de agua potable no estará en condiciones de uso

Desalinizar los mares provocaría un excesivo consumo de energía

JOHANN HARI THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Un abrevadero seco en La Trueba, Vanegas, San Luis Potos�OTO Archivo Foto: Archivo

Europa occidental sufre la peor sequía desde que se comenzaron a llevar registros. Los agrietados mantos acuíferos de Sussex son sólo la punta: el Instituto Meteorológico español acaba de declarar una "severa sequía" que dura ya seis meses; Francia es patrullada por una "policía del agua" que impide a los campesinos regar sus cosechas, y su ministro del Medio Ambiente declaró el mes pasado: "el suelo de nuestra patria se muere de sed". Según los climatólogos del mundo, esta sequía es sólo un presagio. Para buena parte de la humanidad, ése será el aspecto que tendrá el siglo XXI.

Es imposible culpar al calentamiento global de cualquier suceso climatológico aislado, pero casi todas las pautas que los climatólogos han predicho -sequías más frecuentes e intensas, aumento en las temperaturas globales y rápido derretimiento de glaciares, del casquete polar ártico o de la capa de hielo del Antártico- han estado ocurriendo. ¿Durante cuánto tiempo más seguiremos simulando que todo es coincidencia? Los climatólogos han advertido desde hace mucho que una de las mayores consecuencias del calentamiento global será una transformación de las reservas hídricas del planeta. Basta de negaciones: es hora de prepararnos para un siglo de sed.

Paul Crutzen, científico ganador del Premio Nobel, ha ofrecido el más claro contexto intelectual para estos acontecimientos. En 10 mil años transcurridos desde la última glaciación, la humanidad ha vivido en el periodo conocido como holoceno, que es cuando la temperatura del planeta se asentó, y con ella la humanidad. Comenzamos a vivir en aldeas y poblados, y desarrollamos la agricultura, la escritura y demás instrumentos que hacen posible la vida que conocemos. En el curso de los milenios, los humanos hemos evolucionado para vivir en las condiciones que brinda el holoceno. Son las únicas que hemos visto.

El antropoceno

Pero hay un problema: el holoceno está llegando a su fin. Comenzó a morir en el decenio de 1780, cuando James Watt inventó la máquina de vapor y sin darse cuenta cambió el curso de la historia. De entonces a la fecha una criatura -el hombre- se ha vuelto tan numerosa y poderosa que ahora está alterando el planeta en escala geológica. Hemos extraído y quemado tantos combustibles fósiles que estamos cambiando la física y la química del planeta en que vivimos.

El hombre ha inaugurado una nueva era climatológica -Crutzen la llama antropoceno- y las personas del siglo XXI vivimos en esa transición. Es un experimento colosal e inaudito, y no tenemos ningún otro lado adonde ir si no nos gustan los resultados.

Sólo ahora comenzamos a ver qué aspecto tendrá esta nueva era geológica. Si no se adoptan hoy drásticas acciones preventivas, vamos a llegar en los próximos años a las temperaturas más altas desde que evolucionó nuestra especie, y una de las mayores diferencias radicará en la ubicación y confiabilidad de las reservas de agua del planeta. El año pasado Naciones Unidas, después de realizar un sondeo entre los principales científicos del mundo, emitió una sombría advertencia. En las próximas dos décadas 30 por ciento de la reserva de agua potable del mundo no estará en condiciones de uso, y eso que ya ahora mil 200 millones de personas no tienen acceso al agua potable.

Hay tres razones para ello. La lluvia no caerá en los mismos lugares o en la misma temporada que antes. Por ejemplo, en el Africa subsahariana, durante el holoceno, la gente dependía de la corta temporada de lluvias de marzo y la temporada larga del verano para colectar agua y cultivar sus campos. Pero a medida que avanzamos hacia el antropoceno, la temporada corta ha desaparecido por completo, y la larga se ha vuelto errática. El resultado: hambre y sed endémicas.

Y la situación empeora. Gran parte de las reservas mundiales de agua potable se almacenan en los glaciares. Por ejemplo, los principales ríos de India y China sólo fluyen porque los glaciares de los Himalayas reciben nieve en invierno y se derriten en primavera, y el derrame se vierte en el Ganges, el Yangstsé y muchos otros grandes ríos. Pero a medida que el planeta se calienta, los glaciares van desapareciendo.

A corto plazo, este fenómeno causa inundaciones, pues se derrite más agua de lo normal, pero dentro de unas décadas causará que se sequen del todo. ¿Cómo sobrevivirán esos cientos de millones de personas que dependen de esa agua para cultivar sus alimentos, para beber y para la higiene y sanidad?

¿Y la tecnología?

En Sudamérica el problema es igual de grave. Ciudades enteras, como Santiago de Chile y Lima, dependen del agua de los glaciares, y sin ella no mirarán más que desierto. Hemos construido asentamientos humanos en los lugares convenientes para el abasto de agua en el holoceno, pero en el antropoceno el agua potable estará en lugares diferentes, y eso cuando exista. (Se me viene a la mente una imagen de quienes niegan el cambio climático -de George W. Bush a Melanie Phillips y John Howard-, disfrutando de un día de campo en 2050 en la cima de alguno de los Himalayas, libre de glaciares, mientras la gente muere allá abajo, y todavía preguntando por qué tanto escándalo.)

Por último, a medida que los niveles del mar se eleven por el derretimiento de la reserva mundial de hielo, contaminarán buena parte de las fuentes de agua potable existentes. Intente el lector agregar unas cucharadas de mar a una botella de Evian y a ver si soporta beberla.

La parte de mi mente que mantiene un desafiante optimismo responde a todo esto insistiendo en que, aun si se permite que ocurra el calentamiento global, ¿no podría la tecnología llegar a resolver el problema? Cuando todo ocurra, ¿no podríamos construir plantas desalinizadoras y utilizar ese 98 por ciento de agua del planeta que actualmente no es potable?

Sin embargo, Stephen Tyndall, director de Greenpeace, explica: "Hay dos problemas con eso. La desalinización requiere mucha energía y quema un montón de gases de invernadero. Entonces, si bien hace frente a los síntomas inmediatos del calentamiento global, en realidad empeora el problema a largo plazo. Es como dar una botella de vodka a un alcohólico. Además es increíblemente cara. El mundo rico puede costearla, pero para los pobres... ahora mismo podríamos suministrar agua a mil millones de personas que carecen de ella, y no lo hacemos. Así pues, la idea de que vamos a ayudar a todas las personas afectadas por el calentamiento global mediante la desalinización, por desgracia no se sostiene si se consideran los antecedentes históricos".

Así pues, la única opción sana y segura es estabilizar el clima mundial hoy, reduciendo drásticamente las emisiones de gases de invernadero, pero no se hace. La reunión cumbre del G-8 en Gleneagles concluyó convalidando el uso de combustibles fósiles tal como lo conocemos. Parece que nos sumergimos más en el antropoceno, estemos listos o no.

En esta era de sed, la política global se verá transformada en formas que hoy apenas alcanzamos a vislumbrar. La revista Fortune -la biblia de las elites empresariales del mundo- llama al agua "el petróleo del siglo XXI" y "la preciosa mercancía que decidirá la riqueza de las naciones".

La CIA, ese bien conocido grupo de presión ambientalista, advierte que hacia 2015 el acceso al agua potable podría ser la principal fuente de conflicto en el planeta.

Así pues, disfrutemos el cálido y seco verano europeo. Se nos ofrece a un precio terrible.

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© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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