Usted está aquí: martes 19 de julio de 2005 Opinión El control de la sexualidad

Javier Flores

El control de la sexualidad

La incorporación de los anticonceptivos de emergencia (AE) en el cuadro básico de medicamentos de las instituciones públicas de salud ha permitido que salgan a flote las verdaderas motivaciones de quienes se oponen a su empleo. Los argumentos de la Iglesia católica y los grupos pronatalistas agrupados en torno a ella rebasan el marco de los efectos biológicos de los fármacos incluidos en la normatividad oficial, para situarse abiertamente en el terreno de sus verdaderos propósitos: el control de la sexualidad y la reproducción.

El fármaco que estará disponible en las clínicas y hospitales oficiales es el levonorgestrel, en su presentación de dos comprimidos de 0.75 miligramos cada uno. Su empleo es muy sencillo, por lo que cualquier mujer en edad fértil puede utilizarlo: la primera pastilla debe tomarse dentro de las primeras 72 horas después de haberse producido un coito sin protección, y la segunda 12 horas después. Eso es todo. Su efectividad es alta, pues si se usa correctamente el porcentaje de éxito es superior a 80 por ciento.

Los sectores conservadores aseguran que el levonorgestrel produce el aborto. En este caso se recurre sin ningún recato a la mentira. Como muchos, llegué a crer que la mentira era algo condenable para la Iglesia. Un pecado, según me enseñaron desde pequeño. Pero parece que ya no es así. Yo preguntaría: ¿a partir de qué elementos o datos se puede decir que un fármaco produce el aborto? ¿Son elementos científicos o dogmas los que pueden respondernos esa pregunta?

Quienes se oponen a la AE utilizan supuestos argumentos científicos. Pero con todo respeto, no estamos en Honduras, donde se ha prohibido la AE por un grupo de medicina forense que sigue los dictados de la Iglesia y de Pro-vida. Estamos en México, donde existen una comunidad científica de muy alto nivel y un Estado laico. Como ya se ha señalado en este mismo espacio (La Jornada 5/7/05), todos los estudios serios sobre los mecanismos de acción del levonorgestrel muestran que esta sustancia actúa antes de que ocurra la fecundación. Los estudios experimentales muestran que no altera las trompas de Falopio, ni el trasporte del embrión una vez que se produce la fertilización, ni el desarrollo del endometrio ni la implantación. Entonces, cabría preguntar a quienes sostienen que es un fármaco abortivo: ¿cuáles son sus datos? ¿De dónde los obtienen? ¿Por qué mienten?

El otro argumento es el miedo: la AE tiene efectos secundarios terribles. Por favor, ¿a quién se están dirigiendo? ¿Dónde están sus expertos, sus médicos, sus científicos? Todos los fármacos tienen efectos indeseables. Por ejemplo: náuseas, vómito, dispepsia, úlcera duodenal, urticaria, erupciones exantemáticas, rinitis, hiperactividad, letargia, delirio, estupor, convulsiones, coma y muerte son efectos secundarios de... la aspirina. Estudios comparativos con otros fármacos muestran que el levonorgestrel en una dosis de 1.5 miligramos es el método más seguro y con menos efectos adversos respecto a otros que se utilizan como AE, como la mifepristona, que se emplea en algunos países como China.

Hay un tercer argumento, según el cual los AE estarían fomentando una sexualidad descontrolada. Es decir, fuera del control de alguien. Aquí es donde aparecen las verdaderas motivaciones de los opositores a este tipo de anticoncepción. Es lo que los lleva a mentir deliberadamente sobre supuestos efectos abortivos y a magnificar y espantarnos con terroríficos efectos colaterales. Uno de los aspectos ante el que los sectores oscurantistas se muestran más preocupados es que el levonorgestrel puede ser usado por todas las mujeres en edad fértil, lo que incluye a las adolescentes. Los embarazos no deseados se presentan con mucha frecuencia en este sector, lo mismo que las muertes por abortos inducidos. Esa es nuestra realidad. No es que los AE fomenten una sexualidad descontrolada "...que persigue el placer por el placer mismo".

El control de la sexualidad implica el control sobre el placer. Pero control ¿para qué? ¿Cuál es la finalidad de este control? Es un hecho que los grupos más retardatarios y conservadores no pueden siquiera responder a esta pregunta. Es más, dudo mucho que siquiera se la formulen. El control de la sexualidad humana en general, pero en especial el control de la sexualidad femenina, está en la base de la construcción de las sociedades y las civilizaciones hasta ahora conocidas. La Iglesia ha sido uno de los instrumentos para imponer esta sujeción. Pero habría que preguntarse si los elementos que llevaron al poder a ejercer un férreo control sobre la sexualidad siguen vigentes, o si la lucha que ahora se expresa en el caso de los AE o en otros terrenos anuncia el surgimiento de nuevas formas de organización social.

 
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