Usted está aquí: lunes 18 de julio de 2005 Mundo Ataques suicidas, terror cotidiano en Bagdad

Desde el 7 de julio, unos 250 muertos por la violencia

Ataques suicidas, terror cotidiano en Bagdad

Los soldados de ocupación disparan a la menor sospecha

PATRICK COCKBURN THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen V�imas de un atentado suicida perpetrado ayer afuera de un hospital en Musayeb, al sur de Bagdad FOTO Reuters Foto: Reuters

Bagdad, 17 de julio. La hora favorita de los atacantes suicidas es a las nueve de la mañana. Se escucha el estruendo de un estallido distante y las ventanas de mi habitación de hotel se estremecen en sus marcos. A veces voy a la azotea y veo humo negro aceitoso elevarse sobre las palmeras en algún lugar de Bagdad. Ninguna ciudad del mundo ha sufrido con tanta frecuencia por atacantes suicidas. En Londres estallaron cuatro bombas, pero acá es un suceso cotidiano.

El viernes pasado hubo no menos de 12 ataques en los que perecieron al menos 28 personas. La estudiada crueldad de los atacantes se vuelve peor cada día. La semana pasada, un hombre que conducía un auto retacado de explosivos se hizo volar junto a un Humvee del ejército estadunidense y mató por lo menos a 18 niños que jugaban en la calle. Un ciudadano llamado Quais, que lloraba con desesperación sus hijos, expresó: "Tuve que cambiarme de casa porque no soporto mirar el sitio donde mis dos hijos -Alí tenía cinco años y Abbas seis- estaban jugando cuando los mataron".

Parecía que la situación no podía empeorar. Luego, el sábado por la tarde, un atacante que llevaba explosivos atados al cinto se voló junto a una pipa de petróleo en la población de paso de camiones de Musayyib, al sur de Bagdad. La explosión incineró a personas que caminaban en el mercado y a otras que visitaban una mezquita chiíta. Luego que se llevaron los cuerpos, quedaron los acostumbrados escombros de zapatos achicharrados, bicicletas destrozadas y charcos de sangre seca. El hospital de la localidad calculó en 98 los muertos y 156 los heridos.

Los iraquíes de Bagdad se concentran en sobrevivir día con día. Acontecimientos como el anuncio hecho este domingo por un tribunal especial de que presentará cargos contra Saddam Hussein tienen interés marginal. El ex líder iraquí es acusado de ordenar la matanza de 140 chiítas de la aldea de Dujail, al norte de Bagdad, en 1982. Esa masacre vino después de un intento de asesinato contra Hussein. De manera comprensible, la gente está más interesada en quienes murieron la semana pasada y los que perecerán en las semanas por venir que en las víctimas de hace 23 años.

En la capital, muchas personas creen que la manera más sencilla de permanecer vivas es no salir de casa. Reducen al mínimo sus viajes en automóvil. Las calles están más vacías que de costumbre. Muchos que tienen dinero se han ido del país. El principal sitio de reunión de los hombres de negocios, atemorizados tanto por los secuestros como por los bombazos, son los hoteles de Ammán, en Jordania. Lo mismo se puede decir de la mayor parte del gobierno. Un rasgo que distingue a los ministros es su interés por los viajes al extranjero.

Quedarse en casa no es fácil. La mayor parte de Bagdad recibe apenas cinco horas de energía eléctrica al día. La gente tiene que comprar combustible para sus pequeños generadores de fabricación china, pero las colas en las gasolineras son de dos o tres kilómetros de largo. Mientras las personas esperan en sus autos, son vulnerables a ataques suicidas contra las patrullas estadunidenses o del gobierno iraquí. Es cada vez mayor la escasez de agua, lo cual obliga a la gente a salir a la calle a abastecerse.

Existen otros peligros. Los soldados de ocupación tratan a cada vehículo que se les acerca como un potencial atacante suicida: disparan a la menor sospecha. Casi toda familia iraquí que conozco tiene un amigo o pariente que ha muerto accidentalmente por una bala de soldados estadunidenses nerviosos. Lugares de particular peligro como las entradas a la Zona Verde, que han sido objeto de numerosos ataques, están protegidos con elaboradas fortificaciones formadas con bloques enormes de concreto colocados en hilera. Estas murallas improvisadas se han vuelto el sombrío símbolo del nuevo Irak.

Pero a la gente más pobre de Bagdad -que vive aglomerada en casuchas donde la temperatura llega a 45 grados centígrados- no hay nada que la proteja. Sus hijos deben jugar en las calles porque no hay lugar adentro.

A veces la muerte golpea muy cerca. En abril estaba yo en el norte de Irak, revisando los cables de noticias, cuando leí que mi amiga Marla Ruzicka había sido asesinada en el aeropuerto por un atacante suicida que estrelló su auto contra un convoy estadunidense; ella venía cerca en su auto. Marla, californiana de menos de 30 años de edad, intentaba sacar información a los estadunidenses sobre el número de civiles que sus soldados habían matado por accidente. Ayudaba a iraquíes pobres a pedir indemnización por sus parientes muertos o sus negocios destrozados. Recuerdo sus frecuentes mensajes por correo electrónico, tristes o efusivos, siempre afectuosos, en los que daba cuenta de sus pequeñas victorias y derrotas, y una nota alegre al final en la que decía que sabía el peligro de regresar a Bagdad, pero que no la criticáramos porque no permanecería mucho tiempo.

No sólo el número de muertos y heridos hace a Bagdad mucho peor que Londres. Un solo incidente de peligro es más fácil de soportar que los ataques sostenidos, el conocimiento de que hoy hubo atacantes y mañana también los habrá.

El reino del terror de todos los días

Jueves 7 de julio: la policía mata a tres insurgentes que iban en un coche bomba en Bagdad; el egipcio Ihab el-Sherif, secuestrado en Bagdad, es asesinado; el clérigo chiíta Hashim Attiya al-Fadhli perece a balazos en el sur de Bagdad.

Viernes 8: muere un soldado estadunidense y tres resultan heridos por una bomba plantada en el camino, al norte de Bagdad.

Sábado 9: once iraquíes son abatidos a tiros por insurgentes en Mosul. Una familia de cuatro perece a balazos en la población norteña de Baiji.

Domingo 10: un atacante suicida mata a 21 en un centro de reclutamiento del ejército en Bagdad; en total perecen 37 personas en ataques suicidas en el país.

Lunes 11: insurgentes dan muerte a nueve soldados iraquíes al anochecer, en un retén de la ciudad de Khalis. Un coche bomba estalla cerca de la misma población después del ataque, y mueren tres civiles.

Martes 12: tres civiles perecen y 15 resultan heridos por un atacante suicida en Kirkurk.

Miércoles 13: un suicida ataca cuando soldados estadunidenses repartían dulces a niños iraquíes; 27 personas mueren y al menos 67 resultan heridas; otro suicida mata a dos en una mezquita sunita cercana a la frontera.

Jueves 14: dos atacantes suicidas detonan explosivos en la Zona Verde; dos muertos y al menos cinco heridos.

Viernes 15: 12 ataques suicidas en 24 horas en Bagdad.

Sábado 16: un suicida detona una bomba en Musayeb e incendia una pipa de petróleo; perecen 98 personas. Otros suicidas matan a 16 personas en otros sitios de Irak.

Domingo 17: tres ataques suicidas matan a 22 personas en la zona de Bagdad.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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