Usted está aquí: viernes 15 de julio de 2005 Opinión Tiempo que se muda

José Cueli

Tiempo que se muda

El Quijote es sujeto del sicoanálisis, tiempo que se muda y se multiplica y en la eternidad se atiene a su compleja simplicidad. Buscaba el amor adentrándose más allá de la conciencia en el mundo onírico, en un instante rebosante de certidumbre, en que la duda parece abolida y se viaja al centro del ser, en que nada ocurre y se retoma a lo nacido tratando de adaptarse a las circunstancias, sin embargo le asalta de pronto el juicio, la duda, la incertidumbre.

Don Quijote y su sombra (Sancho) aquejado por aquellas percepciones, pensamientos y sentires que se le escapan; él, sujeto que se lanza a la búsqueda y acusa al tiempo que se lleva todo consigo mismo, sombra de la que la memoria rescata de ese poder lo que apenas fue vivido para recobrar el tiempo que se le escapó (nachtraglich/a posteriori); liberándose de esa primera inhibición, la causada por el correr del tiempo, aposentada como sin ruido. Ese tiempo arrollador que transcurre silencioso, espectral, inadvertido, transcurrir imperceptible generador de melancolía.

La existencia del sujeto (juego de fuerzas) si bien se manifiesta en exaltación, está enraizado en la memoria y en aquello que le subyace, le sostiene y le agita. Un lugar que acusa porque siente el punto de gravedad y levedad donde yace el sentir originario desconocido. Sentir originario que consiste en sentirse. La inhibición temporal envuelve al Quijote, al ser humano, a su ser, después, más apegadamente que ninguna otra, siendo una forma de transitar por el tiempo.

La memoria freudiana, arte y sabiduría del tiempo. Sin origen, porque el hombre no ha permanecido solo originalmente frente a su objeto. Lo que emerge es el momento de duda del ser o no ser de las cosas, de la llamada realidad y su capacidad de ordenar y hacer que lo que pasa y está pasando sea como si no fuera. De esta duda en la que se sitúa el origen del pensamiento.

Descartes hace emerger la existencia del sujeto pensante: ''Dudo porque pienso, y si pienso existo como pensante. Es un orden que mana del sujeto más a condición que el sujeto no se abandone a su capricho, a la imaginación, al arbitrio y siga fielmente su condición de pensar''.

Freud, expresado en El Quijote, va más lejos de una conciencia basada en la razón que descansa en algo que envuelve objeto y sujeto. Tiene conciencia y no del tiempo, de la búsqueda de algo perdido, la falta, origen de la memoria, la memoria como la primera forma de visión que permanece como sostén y guía, por lo que se hace perentorio recordar, ver nuevamente (como sucede a Don Quijote).

Sin esta visión, lo vivido no tendría en verdad carácter de novedad aunque sorprendiera al llegar. Por tanto, asunto de traducción, transcripción y transliteración en una máquina apenas imaginable: el aparato síquico descrito por Freud en el Proyecto de una psicología para neurólogos, sumado a la concepción del Block maravilloso.

De no ser así, todo lo vivido, toda la vida sería un simple y llano pasar sin renacer. Así, el sicoanálisis y El Quijote son fluir del tiempo y memoria inasibles. Porque sin renacer, nada es del todo vivo. Visión en el recuerdo gracias a una condensación del tiempo.

La condensación de todo lo que reaparece en el tiempo necesita, para tener cierta forma, y todo lo velado por el tiempo requiere, para rasgar ese velo, de su fugacidad sólo rasgada por algo que hiere al sujeto.

Si no lo hiere la imagen que intente reaparecer quedará opacada por la marcha del tiempo que al correr no permite que se haga presente y, entonces, los sucesos pasan al pasado sin haber sido nunca presente; entonces el tiempo no sería ni siquiera sentido.

 
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