394 ° DOMINGO 10 DE JULIO DE 2005
 

Historias del otro lado
Los jornaleros de Home Depot

Raúl Dorantes y Febronio Zatarain / Chicago

Trabaja por día. Lo contratan a las afueras de una tienda de materiales de construcción. Fue a dar al hospital por un accidente de trabajo y no sabe a ciencia cierta si deberá pagar los 150 mil dólares acumulados en su cuenta de hospital



Jornaleros a la espera de trabajo en Chicago
Como todos los días, el pasado 26 de abril Julio Padilla se apostó en los límites del estacionamiento de la tienda Home Depot, del suburbio de Cicero, junto con otro centenar de jornaleros. Esa mañana, como es común, los contratistas dedicados a la construcción empezaron a llegar y el grupo de jornaleros se fue haciendo más pequeño. El tiempo transcurría y a Julio no lo habían contratado para trabajar en lo que se ha ido especializando a lo largo de cuatro años: roofing y dry walls (reconstrucción de techos e instalaciones de tablarroca). Como a las diez finalmente se acercó el contratista Daniel Benítez para solicitar el servicio de una persona que le ayudara a instalar aluminio en la parte interior de las paredes de un ático; Julio le respondió que no tenía experiencia en ese tipo de trabajos. Daniel le dijo que no se preocupara, pues sólo necesitaba a un ayudante que le echara una mano.

Daniel y Julio se dirigieron a una casa que se encuentra en la esquina de Diversey y Spaulding. "Quitamos la madera del ático, que ya estaba podrida, y construimos un andamio". Trabajaron varias horas y a las 15:30 Daniel le pidió a Julio que le ayudara a medir la parte exterior del ático. Julio estaba estirando con ambas manos la cinta de medir cuando de pronto el andamio se partió en dos; Daniel lo vio caer desde la escalera. Ya en el suelo, la primera reacción de Julio fue levantarse, pues temía quedar desmayado: "Como por diez segundos se oscureció mi cerebro". Ya de pie miró su brazo izquierdo en el que se notaban tres fracturas; miró luego el derecho y también tenía una fractura. Algunos vecinos se dieron cuenta y llamaron al 911. Cuando arribaron los paramédicos, dijeron que, en efecto, era un caso de emergencia y que había que llevarlo al hospital más cercano. En ocho minutos llegaron al Illinois Masonic.

Desde entonces, Julio Padilla ha estado hospitalizado, sin saber a ciencia cierta si él tendrá que pagar los casi 150 mil dólares de deuda acumulada hasta mediados de junio.

Julio entró a Estados Unidos por Tijuana hace unos ocho años. Nos dice que el coyote lo pasó en una cajuela y después se lo trajo en el mismo coche hasta la casa de su tío, en el barrio de La Villita, en Chicago. Trabajó algunos meses en el restaurante Hacienda de los Gutiérrez y después optó por contratarse diariamente a través de las "oficinas", conocidas en inglés como day labors. Pero cuando Julio supo de la existencia de los jornaleros de la construcción, no la pensó dos veces, pues en los day labors ganaba a lo mucho 39 dólares al día y en el estacionamiento de Home Depot podía ganar desde 90 hasta 120 dólares en un solo día.

Esta forma de ofrecer los servicios laborales es una práctica que en México tiene sus referentes en la Catedral Metropolitana del Distrito Federal. En Estados Unidos esta práctica se ha ido reproduciendo en lugares con alto índice de migración mexicana, pero no en los costados de las iglesias sino en los estacionamientos de los Home Depots. Allá (en el DF), los jornaleros van a la Catedral Metropolitana porque prácticamente las opciones laborales ya se les han cerrado y de algún modo su destino lo ponen en manos de la Providencia. En cambio, los jornaleros que se apostan en los alrededores de los Home Depots se ponen a disposición de los contratistas que van a las tiendas mencionadas para proveerse de materiales para la construcción. Julio podía seguir trabajado de ayudante de cocina en los restaurantes o en las oficinas day labor. Ir a los Home Depot fue una mejor alternativa económica.

En esta parcela de la economía informal estadunidense (donde al trabajador se le contrata por día) se está generando cada vez más una nueva división genérica del trabajo. Los hombres inmigrantes que en las grandes urbes buscan empleo inmediato tienen hoy por hoy dos opciones: los day labors o bien ofrecer sus servicios en las afueras de los tiendas de materiales de construcción. Las mujeres, en cambio, tienen solamente una: los day labors.

En dicha parcela el hombre tiene la posibilidad de dar el salto de la oficina de trabajo diario a ofrecer sus servicios como jornalero; la mujer no. Hay algunos hombres que se enteran de la existencia de jornaleros en las afuera de los Home Depot. Sin embargo, prefieren quedarse en los day labors, aunque el salario sea menor. Y lo hacen por tres razones: el trabajo que se consigue a través de estas oficinas no requiere especialización; es menos pesado; y la posibilidad de tener un accidente es remota, y en caso de que lo hubiera hay un responsable a quien dirigirse. Julio Padilla, por ejemplo, no ha visto al subcontratista Daniel Benítez desde que lo recogió la ambulancia.

Sabemos que Mario Martínez, para quien trabaja Benítez, fue al hospital Illinois Masonic a visitar a Julio, pero no asumió ningún tipo de responsabilidad, esto a pesar de que como contratista ya había recibido un anticipo de mil 500 dólares, lo que lo obligaba por ley a comprar un seguro en caso de accidentes. Julio será enviado muy pronto a un centro de rehabilitación, pues quiere recuperarse y volver a ser jornalero. Nos dice que no tiene contemplado el regreso a Tianquizolco, Guerrero, su pueblo natal. "Quiero meterme a la unión para estudiar soldadura". Y de esa forma piensa seguir enviando dinero a sus dos hermanos para que sigan estudiando.

Coda

Al concluir estas dos crónicas (la otra, sobre Roberto Cuervo, se publicó en el número anterior de Masiosare) caímos en la tentación de comparar los mundos laborales de Roberto Cuervo y Julio Padilla. Si bien el primero, que llegó a principios de los setenta, tuvo menos dificultades para encontrar un trabajo con prestaciones y con un salario digno, se insertó en una sociedad en la que aún había muchas actitudes antiinmigrantes surgidas desde la época de la Wetback Operation. Esta circunstancia obligó a muchos inmigrantes a esconderse, disfrazarse e incluso negar su identidad. A Roberto, por ejemplo, dicha situación lo metió en una especie de limbo, del que sólo pudo salir gracias al descubrimiento de las culturas indígenas tanto de Estados Unidos como de México.

La sociedad estadunidense a la que llegó Julio, en términos laborales ha retrocedido, pues para un inmigrante que haya llegado en la última década es casi imposible que encuentre un trabajo como el hallado por Roberto en la compañía Madison Steel. Sin embargo ­a pesar de propuestas legislativas como el English Only o del surgimiento de grupos antiinmigrantes como Minuteman­, los nuevos trabajadores mexicanos y latinoamericanos que llegan a las grandes urbes ya no se ven obligados a ocultar su identidad. Cada vez más, el aprendizaje del inglés se ve como lo que es: una manera de expandir el conocimiento y de prepararse para ascender en el mundo laboral.