En promedio hay casi una muerte violenta cada día Tijuana: la multiplicación de los ejércitos Jesús Ramírez Cuevas/Tijuana La violencia se multiplica en la frontera del norte.
La guerra de los cárteles de la droga en el norte del país tiene en Tijuana uno de sus principales frentes. El crecimiento exponencial de la violencia se debe a la guerra entre bandas de narcotraficantes que buscan dominar la ciudad. Las muertes violentas, los ajustes de cuentas y la multiplicación del narcomenudeo son apenas algunos signos registrados por la nota roja en la prensa, la radio y la televisión. La batalla por el control del mercado de drogas y de la frontera alcanzó su clímax el pasado mes de abril, cuando se registraron 57 asesinatos. En lo que van del año suman ya 218 muertes violentas, la mayoría relacionadas con el narcotráfico. "Vivir en la frontera es como una novela policiaca, cada día hay una nueva historia violenta", afirma Víctor Clark, presidente de la Comisión Binacional de Derechos Humanos. Mientras las autoridades federales, estatales y municipales afirman que los delitos están disminuyendo, los ciudadanos piensan distinto. El Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de la ciudad organismo plural elegido en urnas señala que los principales delitos como los secuestros y los relacionados con el narcotráfico "son cada vez más violentos". Según David Solís, presidente de este consejo, "en las colonias populares y residenciales el narcotráfico se ha generalizado. Sabemos que la policía está coludida con ellos". Y explica que también han aumentado las denuncias ciudadanas por abusos de la fuerza pública. La Procuraduría de los Derechos Humanos de Baja California emitió el cuatro de julio pasado un exhorto a Jorge Hank Rhon, alcalde de Tijuana, y a la Procuraduría de Justicia del estado sobre la detención de seis personas durante un operativo realizado por agentes municipales. Sólo cuatro de ellos fueron consignados ante el Ministerio Público, uno apareció ejecutado y otro continúa desaparecido. El narco llegó para quedarse Tijuana, ciudad binacional, es punto de intersección geográfica del trasiego de drogas, personas, mercancías y divisas. Tiene fama de proveer diversiones y sustancias prohibidas en el vecino país. Esta realidad ha forjado desde hace décadas una relación de complicidad entre narcotraficantes, policías y autoridades. Importantes sectores de la sociedad se vieron beneficiados por el flujo constante de divisas del negocio sucio. La violencia ha crecido al ritmo del aumento del mercado de drogas. Antes la ciudad era la plataforma privilegiada del tránsito de droga a los Estados Unidos. Sin embargo, en años recientes el mercado local y el consumo de los tijuanenses también creció desmesuradamente. La presencia del narcotráfico y su vida de excesos y dispendios es visible en las calles de la ciudad a través de sus camionetas favoritas, Navigator, Ram Charger, Suburban con vidrios polarizados, conducidos por personajes reconocibles por los detalles, una figura de peluche en el retrovisor, la AK-47 en el asiento y el sonido elevado soltando una tambora o un narcocorrido de esos que celebran fechorías, aventuras y tragedias de los capos. La inagotable riqueza de los narcos asoma en los decomisos de la PGR, que dan cuenta de mansiones a todo lujo, zoológicos privados, mármoles importados, pianos de cola sin usar, televisiones big screen, figuras de lladró, joyería de tamaños descomunales y mucho dinero. Historia de una guerra Cuando a fines de los años ochenta cayó la vieja guardia de los cárteles de la droga (Miguel Angel Félix Gallardo, Caro Quintero, Neto Fonseca), entraron a escena los mandos intermedios (el Güero Palma, los Arellano Félix, el Chapo Guzmán, el Mayo Zambada, los Carrillo Fuentes). Dejaron de ser negocios familiares y se convirtieron en verdaderas industrias. La nueva generación de narcos de los noventa eran empresarios, inversionistas en bienes y raíces, en empresas, en bancos. Organizan una división del trabajo, desde el contrabando de armas, drogas, personas y robo de autos. Desde ese entonces, Tijuana ha sido la plaza por excelencia de los Arellano Félix. Un cártel con una organización sólida, flexible, informada, con cientos de aliados y un ejército informal de militares reciclados, policías corruptos y adictos de la Logan Heights de San Diego. Su debilitamiento por la caída de sus principales líderes abrió paso a una lucha sin cuartel con sus competidores. Los principales cárteles se están reacomodando. Las fuerzas del Mayo Zambada, del Chapo Guzmán, de la familia Carrillo Fuentes, de Osiel Cárdenas y de los Arellano Félix, se disputan la atractiva ciudad y están enfrascados en una lucha sórdida en todo el país.
Estos cambios afectaron los métodos del narco. Según Víctor Clark, "a partir de los años noventa se hicieron frecuentes las balaceras, los levantones y los secuestros, pero las ejecuciones eran esporádicas. A mediados de esa década, aparecen el cristal y la metanfetamina que extendió el consumo local por ser drogas muy baratas y fáciles de producir. Pero el consumidor se volvió más violento". Golpeados por el gobierno federal y por sus enemigos, los Arellano perdieron el control sobre algunas células que ahora trabajan por su cuenta y parte del cártel se atomizó. "Estos grupos intermedios explica Clark quedaron un poco sueltos y con mayor autonomía. Con la llegada de otras células apoyadas por los otros cárteles, se enfrentaron con ellas para defender su territorio". Las reglas cambiaron en el mundo del hampa. Las ejecuciones que antes no eran comunes, se volvieron habituales. "Aparecieron prácticas que no habíamos visto, ya no respetan ni familias ni a los hijos", señala David Solís. Como ejemplo de ello, la semana pasada apareció una persona con las manos mutiladas, una en una bolsa negra y la otra en una blanca. Antes ya han aparecido otros. "Son mensajes entre narcos. Cada forma de ejecución tiene un significado distinto", menciona Víctor Clark al recordar otros ejemplos: el narco que arrojaba a sus enemigos a los tigres de su zoológico privado, los encobijados, los enemigos disueltos en ácido. Esta espiral violenta es tal que los muertos suman cientos al año (308 en 2002, 353 en 2003, 355 en 2004), incluso ya alcanzó a la clase política. Han sido asesinados varios ex delegados de la PGR, como Rogelio Delgado Neri el año pasado, además de diversos jefes policiacos. Todos contra todos En un escenario más parecido a Mad Max que al viejo oeste, Tijuana es ahora el campo de batalla entre pequeñas células de narcotraficantes. Son intermediarios de los intermediarios, operadores de la calle, no los grandes empresarios políticos de antaño. Según fuentes de la PGJE, Ismael El Mayo Zambada quiere controlar Baja California; sus células ya controlan Mexicali y ahora van por Tijuana. "Aunque los Arellano son un cártel desgastado, no está muerto, eso los hace más peligrosos porque se sienten acosados y sospechan de todos. Eso provoca matanzas", aseguran. Al no contar con grandes capitales, hay células que recurren al secuestro para financiar sus actividades de narcotráfico, de ahí que aumente su incidencia. Un fenómeno relativamente nuevo pero masificado, son las narcotienditas. "Con las nuevas drogas duras sintéticas, aparece el boom de las tienditas. Se estima que en Tijuana hay de 10 a 15 tienditas por colonia (hay 750 colonias en la ciudad). Los cárteles funcionan como auténticas industrias, tienen cuentas de banco, laboratorios y expendios. Cada uno controla entre 400 y 500 tienditas", explica Clark. Este narcomenudeo produce liderazgos de barrio y locales, pequeños grupos con ingresos importantes, que adquieren cierta poder y autonomía. Hay colonias donde se ve gente formada como si fuera a comprar la leche, pero los vecinos informan que se trata de una tiendita. De acuerdo con David Solís, "los sábados en el centro llegan hasta 400 (personas) a esas tienditas a comprar cristal (la más barata y popular), heroína, mariguana y cocaína. Cada dosis cuesta cinco dólares y al día un adicto necesita de 20 a 25 dólares para cubrir sus necesidades. Hay un ejército de adictos que podría llegar a 10% de la población tijuanense, de 80 a 120 mil personas. Es un grave problema porque produce mucha delincuencia". Al no haber capos que pongan orden en la plaza, hay una lucha fraticida entre pequeños grupos que disputan el negocio. La impunidad con que actúan es posible por la complicidad de las autoridades. "Las procuradurías hablan de los líderes y de los operadores, pero no hablan de los líderes de cuello blanco, empresarios y políticos que los apoyan. ¿Dónde está invertido el dinero de los Arellano? Operativos como los de México Seguro son paliativos, sólo arrestan a vendedores menores, pero no se toca al crimen organizado", advierte el antropólogo Clark. La ciudad está llena de rumores, algunos alimentados por la prensa. Una nota periodística muy comentada reveló que hace tiempo el gobernador Eugenio Elorduy vendió su rancho El Oasis a los Arellano Félix, en 30 millones de dólares. El rancho se volvió famoso porque ha sido incautado varias veces. También se menciona al hermano del secretario de gobierno, Alejandro Moreno, que está acusado de ser lavador de dinero de los Arellano. La otra cara del asunto la plantea Gonzalo Anel, vicepresidente de la Canaco: "Los empresarios están resintiendo la violencia. Ya se han ido 146 familias a vivir a Estados Unidos, donde también tienen sus casas muchos funcionarios, incluido el gobernador". El narcotráfico tiene su legión de personajes que van desde los capos, los abogados, empresarios, periodistas, policías, funcionarios. Los más visibles y estigmatizados son los sicarios. Asesinos a sueldo, piezas intercambiables de un rompecabezas movido por las drogas y el dinero. *** En este territorio, el más alejado del centro del país, el escritor Leobardo Sarabia aventura una conclusión: "Contra lo que pudiera pensarse, la violencia en Tijuana no está socializada y se reduce a quienes tienen algo que temer, quien está en el negocio sucio. (...) La de Tijuana es una violencia selectiva, pragmática, al servicio de la defensa y ampliación de territorios de acción o del ajuste de cuentas". Sin embargo, también está la otra violencia, que proviene de la policía municipal, estatal y federal que, con el pretexto del combate al narcotráfico, atropella los derechos de las personas, sobre todo de los más pobres. El otro lado de la realidad, el Memorial del Policía con 36 placas dedicadas a los policías caídos en cumplimiento de su deber. Muerte en el Bordo Las ejecuciones y las vendettas entre narcotraficantes ya no respetan ninguna zona de la ciudad. Pero en la geografía del miedo hay lugares en permanente conflicto: el Bordo sobre la línea fronteriza, donde en el pasado cientos de indocumentados murieron (y mueren) mientras la Patrulla Fronteriza afina su puntería. Del otro lado de la barda es zona de guerra, los preparativos bélicos de la Border Patrol, con rifles con balas de goma, armas automáticas, perros rastreadores, lentes de visión nocturna hacen casi imposible el paso al otro lado. Sigue siendo un lugar triste, donde con frecuencia se encuentran cuerpos de ejecutados, casi una decena este año. Ahora son narcos y policías los que practican tiro al blanco contra adictos, vagabundos y migrantes que ahí duermen. |