Usted está aquí: domingo 10 de julio de 2005 Opinión Los portentos de O'Gorman

Angeles González Gamio

Los portentos de O'Gorman

Hay un dicho popular mexicano que es muy elocuente: "Hijo de tigre, pintito". Es el caso de Juan O'Gorman, arquitecto, pintor y muralista, de quien este año se cumple un centenario de su nacimiento. Su padre fue el ingeniero en minas y buen pintor, Cecil Crawford O' Gorman, oriundo de Irlanda, quien muy joven llegó a la ciudad de México y se casó con Encarnación Moreno, descendiente de la notable heroína independentista Leona Vicario.

Como arquitecto, Juan construyó gran número de escuelas para la Secretaría de Educación Pública; fue de los primeros en aplicar los conceptos del funcionalismo en la arquitectura. Su obra más destacada en ese estilo es sin duda la casa-estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Angel, que está muy bien conservada y se puede visitar.

Fue maestro en el Instituto Politécnico Nacional, donde proyectó, con el ingeniero José Antonio Cuevas, la Escuela de Ingeniería y Arquitectura.

Como pintor, resultó decisivo en su carrera haber ganado en 1929 un concurso de pintura, con su famoso cuadro sobre la ciudad de México, que se puede admirar en el Museo de Arte Moderno. Fue Diego Rivera quien lo inició en el muralismo, junto con Pablo O'Higgins, Carlos Alvarado Lang, Arturo García Bustos y Jorge González Camarena. Entre sus obras más notables, sobresale el conjunto de murales que cubren la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria, hechos a base de pequeñas piedras y vidrios multicolores.

Otros murales importantes son los que realizó en el Castillo de Chapultepec, en el antiguo aeropuerto de la ciudad de México, en el Palacio de Bellas Artes y en la fachada de la Secretaría de Comunicaciones. Una obra poco conocida, de la que ya hemos hablado, son los cuatro muros que pintó, en colaboración con Julio Castellanos, en la biblioteca Fray Bartolomé de las Casas, en Azcapotzalco.

También destacó como paisajista y en el retrato; él mismo fue su modelo en varias ocasiones, dejando obras magníficas. Buena parte de sus trabajos los podemos disfrutar, hasta octubre, en el soberbio Palacio de Iturbide, situado en la avenida Madero, donde la Fundación Cultural Banamex le rinde homenaje mostrando más de 300 obras, que incluyen temples, dibujos y estudios preparatorios, que permiten apreciar las escrupulosas y fantásticas creaciones, en las que destacan sus cualidades para el detalle, de cada sección de los grandes conjuntos murales. Hay otra exposición, en el Palacio de Bellas Artes, exclusivamente sobre su faceta arquitectónica.

O'Gorman se desarrolló en el ambiente nacionalista que generó el movimiento revolucionario, lo que se refleja en su obra, así como su profundo amor por lo mexicano, que se hace evidente en toda su producción, en la que suele haber pajarillos o banderitas de papel picado, que sostienen pequeños letreros en los que cuenta una breve historia del personaje o el tema del cuadro.

Equipales, sillitas pintadas, colores intensos, entre los que suele sobresalir el azul añil, distinguen sus retratos, al igual que los magueyes, nopales y plantas de maíz marcan sus paisajes rurales. El arte prehispánico y lo indígena fueron también fuente de su inspiración.

Dice el artista, en su autobiografía: "El artista debe recibir de su pueblo la información sobre su tradición cultural, con el fin de que la actualice, ya que si el artista solamente copia aquellos elementos culturales propios de la tradición cultural, no realiza obra creadora".

La exposición de Banamex nos muestra creaciones llenas de emoción; sus retratos reflejan el alma de las personas, incluyendo la suya, que se puede intuir en varios autorretratos. En algunas pinturas deja ver un humor juguetón, como en La señora sin nombre.

Ahí se puede ver el mural La conquista del aire por el hombre, el único que sobrevivió de los tres que pintó en el antiguo aeropuerto de la ciudad. Confío en que éste lo coloquen en un buen sitio cuando se concluya la remodelación del puerto aéreo, ya que donde se encontraba difícilmente se podía apreciar.

Hay mucho más que comentar, pero lo mejor es visitar la exposición y, antes o después, saborear una rica comida, que puede ser en el restaurante Edén, en la calle de Gante, hijo del legendario de La Merced, que fundaron en 1930 don Fuad y doña Adela Frangie. Ahora su hija y marido ofrecen las mismas suculencias de la comida libanesa; ¿qué le parece comenzar con un shanklish, que es un exquisito queso preparado con especias y hojas de parra rellenas? De plato fuerte, me gusta el alambre de cordero, que viene acompañado con tapule (ensalada de trigo), y siempre hay que dejar un huequito para el postre, que aquí son el deleite total. Mi favorito es el graibe con pistaches, acompañado, desde luego, de un aromático café árabe.

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