Usted está aquí: viernes 8 de julio de 2005 Opinión El punto cero de la humanidad

Leonardo García Tsao

El punto cero de la humanidad

Ampliar la imagen El actor suizo Bruno Gantz interpreta a Adolf Hitler

Ante la hegemonía veraniega de los blockbusters hollywoodenses, uno escudriña la cartelera en busca de algo diferente. Sorprende así encontrar el prestreno de la alemana La caída para marcar la reinauguración de los cines de Plaza Loreto (en el mejor estilo Metrobús, la obra no está aún concluida. A media función se escuchan martillazos y gritos de los trabajadores).

Siendo la primera película alemana de ficción en tener a Adolf Hitler de protagonista, La caída fue objeto de una previsible polémica en su país, así como un éxito de taquilla. Sin embargo, la realización de Oliver Hirschbiegel se cuida de no humanizar al dictador, ni mucho menos expresarle simpatía en el retrato de sus últimos 10 días. No obstante la minuciosa interpretación del actor suizo Bruno Ganz, Hitler no deja de ser una figura villanesca, entre patética y monstruosa, por su delirante megalomanía. Aquejado por el mal de Parkinson, seguro de que su Reich se desmorona aunque no deja de expresar fantasías sobre una victoria final, el Führer sólo expresa desprecio hacia sus oficiales y, en general, el pueblo alemán. Según se sabe, Hitler vio su propia inmolación como algo que debió ser compartido por los demás participantes de la derrota.

A pesar de sus frecuentes arranques coléricos, el Führer es siempre cortés con Traudl Junge, su fiel secretaria, cuyo contrito testimonio fue recogido por el documental austriaco Im toten Winkel. Hitlers Sekretärin (André Heller, Otmar Schmiderer, 2001) y el libro Bis zur letzten Stunde, de Melissa Müller, una de las dos fuentes históricas del guión. De hecho, la mayor parte de las acciones adoptan la perspectiva de la mujer quien, interpretada por Alexandra Maria Lara, enfrenta su destino bajo una especie de idealismo ingenuo.

En cambio, otros personajes históricos ostentan posturas menos honorables. Himmler y Goering organizan su propia grilla traicionera para subir al poder. Fegelein, el concuño de Hitler, intenta mover sus influencias con Eva Braun para escaparse. Ella misma se evade de la realidad, organizando fiestas y paseos bajo los ataques soviéticos. Mientras que Goebbels y familia escogen el suicidio pues no pueden concebir un mundo sin el nazismo. Son raros los gestos de nobleza, como los de Albert Speer, el arquitecto favorito del Führer, quien le confiesa no haber obedecido sus órdenes de destrucción. (El hecho que algunos de ellos sean interpretados por actores sobresalientes del actual cine alemán -Heino Ferch, Corinna Harfouch, Julianne Köhler, Thomas Kretschmann- les confiere una especial convicción).

El único personaje sospechoso de manipulación dramática es el Dr. Schenk (Christian Berkel), un oficial de la SS que ejerce una actitud de compasión y humanismo, improcedente en quienes militaban en esa orden. En sus respectivos libros sobre la caída de Berlín, los historiadores ingleses Antony Beevor y Douglas Botting ni siquiera mencionan a Schenk. ¿Cabe dudar, entonces, sobre la veracidad de su heroísmo?

A lo largo de las dos horas y media de metraje, Hirschbiegel desempeña una labor básicamente descriptiva. Sin rebasar nunca una corrección formal digna de un telefilme de lujo, el realizador enfoca, con distancia y nada de morbo, el clima de decadencia y disolución en el búnker subterráneo de Hitler, con ocasionales miradas a la derrota inminente de las escasas tropas que defienden la capital. Sin embargo, la acumulación de detalles terribles -sobresale el metódico sacrificio de los pequeños hijos de Goebbels- construyen una tesis irrefutable sobre los peligros del pensamiento fascista. La caída no pretende explicar lo inexplicable. Se limita a mostrar el fenómeno espeluznante de un pueblo dispuesto a seguir ciegamente a su demencial líder hasta el abismo.

LA CAIDA

(Der Untergang)

D: Oliver Hirschbiegel/ G: Bernd Eichinger, basado en los libros Der Untergang: Hitler und das Ende des dritten Reiches, de Joachim Fest; y Bis zur letzten Stunde, de Traudl Junge y Melissa Müller/ F. en C: Rainer Klausmann/ M: Stephen Zacharias/ Ed: Hans Funck/ I: Bruno Ganz, Alexandra Maria Lara, Corinna Harfouch, Ulrich Mattes, Julianne Köhler/ P: Constantin Film, NDR, WDR, ORF, Degeto Film, EOS Entertainment. Alemania, 2004.

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