Poniatowska, Monsiváis y El Colegio Nacional
El 15 de mayo de 1943, a las 19:30 horas, se inauguró El Colegio Nacional con el propósito de fomentar ''el desarrollo de la cultura científica, filosófica y literaria tanto en el aspecto de la investigación como en las actividades tendientes a difundirla". Se creaba así, según lo decretado por el entonces presidente Manuel Avila Camacho, ''una comunidad de cultura al servicio de la sociedad".
Fueron 15 los integrantes fundadores de los 20 previstos. Entre ellos se contaban algunos de los pilares de nuestra cultura contemporánea, como José Vasconcelos, Mariano Azuela, José Clemente Orozco, Diego Rivera y Carlos Chávez.
Para crear una comunidad cultural al servicio de la sociedad se necesitaba reunir a los hombres más destacados del país, ''en un acto de unidad que al propio tiempo dimanara optimismo en medio de las tinieblas".
No exageraba Alejandro Gómez Arias, orador oficial en el acto de inauguración, al señalar lo anterior: hacía unos meses México había declarado la guerra a los países del eje, y el asesinato de Trotsky en su casa de Coyoacán aún estaba fresco en la memoria colectiva.
Seguramente por el convulso mundo de esos años, Gómez Arias vio en el surgimiento de El Colegio Nacional ''un arranque de fe renovada y un nuevo hálito de esperanza; no todo es oscuro ni gris; existen hombres superiores a quienes México tiene gratitud por lo que a México han dado".
Tenía razón Gómez Arias: ¿no era hora de agradecer a Vasconcelos por inundar de libros al país, por distribuir los clásicos a lomo de mula en los pueblos más apartados? ¿Por qué no agradecerles a Orozco y Rivera sus cientos de metros de pintura mural que aún disfrutamos y que entonces ya se habían convertido en algunas de las más significativas señas de la identidad mexicana?
Los 20 personajes previstos en el decreto de 1943 para echar a andar El Colegio Nacional se duplicaron en 1971 por decisión de Luis Echeverría. De entonces a la fecha el número de integrantes no ha variado. Sólo se incorpora uno nuevo cuando algún colegiado muere.
Sabemos que la propia comunidad de El Colegio Nacional decide quiénes serán sus nuevos integrantes. El reciente deceso de la doctora Beatriz de la Fuente, quien formó parte de esa institución, abre las puertas de El Colegio Nacional para un nuevo integrante. ¿Ingresarán Elena Poniatowska o Carlos Monsiváis? Me parece que ambos cumplen, de manera sobrada, con los propósitos fundacionales de El Colegio Nacional que se resumen, en el decreto de 1943, en una línea: servir a la sociedad.
No sólo son dos creadores excepcionales, sino dos de los principales animadores de nuestra cultura. Por lo menos eso dicen investigadores, escritores y editores de Estados Unidos e Hispanoamérica, donde incluyo, naturalmente, a nuestro país.
Si no contáramos la obra estrictamente literaria de Poniatowska y Monsiváis, y sólo reuniéramos sus ensayos y prólogos, contaríamos con uno de los más completos estudios culturales y literarios del siglo XX mexicano. Y en el terreno político, ¿entenderíamos la transición democrática mexicana sin sus textos sobre el 68? Aunque vivimos tiempos de penuria con el flagelo del narcotráfico y las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, por ejemplo, no todo es gris ni negro: la sociedad cada vez se organiza más y decide por los cauces democráticos ser responsable de sí misma.
Investigadores sin cubículo ni secretaria, escritores sin redactor al lado, divulgadores de nuestra cultura sin sueldo, Poniatowska y Monsiváis han ensanchado con sus textos, como pocos, nuestra vida cultural y literaria, y le han tomado el pulso a nuestra sociedad de manera sistemática.
Sólo gracias a ellos entiendo ese ligero aumento de luz que ha permitido a no pocos lectores mirar al mundo de otro modo.