Mansos y repetidores, los de De Santiago parecían alimentados para ello con bicabornato
José Mauricio de Mixcoac opacó a Paul de Tulpetlac y a Ernesto de Xalostoc
Herrerías "consintió" a los noveles con el pésimo ganado que suele echarle a Ponce
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Jos�auricio al ejecutar la caleserina ante el que cerr�aza FOTO Rafael S�hez de Icaza
Foto: Rafael S�hez de Icaza
Y sí, a Paul Cortés y Ernesto Sánchez, los muy jóvenes novilleros que en lo que va de la temporada "más chica" de 2005 le cayeron muy bien al público del Distrito Federal, la autodenominada "empresa" de la Monumental Plaza Muerta (antes México) decidió tratarlos ayer como consentidos. ¿Qué quiere decir esto? Que, al igual que Enrique Ponce y Julián López El Juli, les compró un encierro de la ganadería potosina De Santiago que, en lugar de darle grano y forraje a sus becerros y erales, prefiere alimentarlos con bicarbonato porque no le interesa que sean bravos y fuertes sino que sean capaces de repetir.
Y sí, los seis pequeños engendros de la familia del capitán Garfias que murieron ayer en el ruedo de Mixcoac eran animalitos de dos años de edad, bonitos de lámina, pero inflados artificialmente con anabólicos para que parecieran toros cuando en realidad eran utreros viles. Por eso mismo salían del chiquero con ímpetu, trotaban por el redondel turisteando y se quedaban parados luego de la primera tanda de capotazos antes de embestirle al caballo con mansedumbre y, a partir de entonces, dar lástima, grima y sueño.
Y sí, ya que de repetir se habla, a Cortés y Sánchez, uno de 21, otro de 20 años, Rafael Herrerías decidió repetirlos por cuarta y segunda vez, respectivamente, en la quinta fecha del serial tal vez para demostrar que si antes su lema era que cuando alguien triunfaba en la México él, en venganza, lo desaparecía del mapa, ahora parece ansioso de ensayar otros procedimientos y como Paul le funcionó la primera tarde, lo volvió a contratar la segunda y la tercera, y actualmente la sospecha que llena de miedo a los aficionados es que de aquí en adelante lo va a poner quizá en todos los carteles que faltan para cerrar el ciclo.
Y sí, Paul Cortés posee clase, valentía, repertorio, inteligencia torera y mucho sitio, pero al servirlo cuatro tardes casi consecutivas como plato principal de su restaurante Herrerías sólo ha conseguido que aburra a la afición con sus procedimientos y recursos que empiezan a lucir monótonos, lo que desde luego no pone en duda las virtudes del muchacho que ayer mató a Contador, un negro bragado de dizque 410 kilos, débil de remos, que tomó una vara y embistió en dos quites (verónicas rematadas en pase de pecho con el capote en la izquierda y luego tafalleras y gaoneras bailarinas) para desplomarse en la muleta, algo que también le ocurrió a Bordador, cárdeno nevado-lucero-coletero-calcetero, de dizque 414, que se aplomó muy pronto. Ante ambos enemigos, el maestrito de la mexiquense población de Tulpetlac se tiró a matar de extraña manera, pinchando una primera y una segunda vez para, en el tercer viaje (frente a los dos toros, insisto), hundir el acero hasta los gavilanes en todo lo alto causando defunciones instantáneas de manos que fueron pitados en el arrastre como casi todos los fiambres de garfias
Y sí, los dos bichos que le tocaron en suerte a Ernesto Sánchez -Alfil, de dizque 445 y Faraón, de 384-, también eran mansos pero en cierto modo un poco más alegres y le permitieron al diestro de Xalostoc refrendar su inmensa clase y su profunda capacidad expresiva al correr la muleta con ambas manos evocando a Luis Procuna y embarcando con hondura y emotividad. Sin embargo, ayer estuvo muy lejos de los pitones, pese a que la gente le pedía embraguetarse, y a la hora de la suerte suprema confirmó (como hace 15 días) que simplemente no sabe ejecutarla, por lo que más le valdría aprender ese oficio destrozando pencas antes de que vuelva a partir plaza en donde lo hizo ayer.
Y sí, la monotonía de Cortés y la inmadurez de Sánchez, el aguacero que disolvió la lidia del tercero de la tarde y la bravura del sexto (segundo de su lote) auspiciaron que José Mauricio, debutante de 19 años y originario, como la México, del barrio de Mixcoac, se luciera con capote y muleta frente al que cerró plaza, Cocinero, negro bragado de 418 que le declaró la guerra al picador, después que el muchacho lo recogiera en tablas con hermosas verónicas y antes de pegarle un quitazo por tafallera, gaoneras y caleserina, en respuesta al desafío de Paul que intentó con menos fortuna las mismas suertes. En el tercio final, muy erguido, supo caminarle al rumiante echándole la muleta al hocico y trazarle los pases en redondo, en una muestra de elegancia y solidez que lo convirtió en el triufador de la tarde si bien, por culpa del estoque, perdió la oreja, no así el derecho a repetir.