Usted está aquí: miércoles 15 de junio de 2005 Opinión Sísifo en el Metro

Néstor Bravo Pérez

Sísifo en el Metro

Me invitaron a comer y me dieron a elegir el restaurante; tenía la opción de comer alguna delicadeza oriental o irme a la rica gastronomía yucateca. En principio prefería un lugar donde me sintiera cómodo. Los sitios de moda en la colonia Condesa realizan una serie de maniobras y aspavientos decorativos que llegan a incomodar.

No sabía a qué me invitaban y sospechaba infinidad de temas, de qué irá el asunto ahora, me preguntaba mientras esperaba la confirmación.

Me hablaron para cancelar e inmediatamente después para confirmar la reunión y establecer una hora exacta. Me orientaron en el tema, pero no me quedó claro de qué íbamos a hablar. Me convocaban mi carnal Gabriel, iba a ir más gente, de los demás sólo había oído hablar, es decir, los conocía de oídas como ellos a mí.

Nos reunimos en un lugar que nadie conocía y donde había poca gente. Estábamos pensando en la mejor manera de comprender la problemática actual en relación con la cultura y nos dimos cuenta de que se nos dificultaba poner en claro las cosas.

En la kilométrica plática algunos se dieron cuenta que la única claridad que tienen es que observan una especie de desesperanza en el ambiente que lleva a la gente a esperar que acabe este sexenio como la mejor opción para terminar con los sufrimientos que los embargan, pero sabemos muy bien que no será así, por lo menos no de manera inmediata y mucho menos de modo sencillo. Al próximo presidente de este bendito país le va a tocar resolver varios problemas gordos.

A todos nos llegó la imagen de un personaje del Metro que va cargando una piedra con rumbo desconocido, recargado en una esquina cerca de la puerta, viaja con una melancolía contagiosa, va vestido de traje sastre que tiene el típico brillo provocado por las planchadas. Algunos lo hemos visto por la línea dos y otros por la uno, otros sólo en fotos del periódico.

Una especie de Sísifo de la burocracia que harto de su existencia decidió llevarse la piedra a su casa, dijo alguien de la concurrencia, el próximo Presidente, dijo otro, un poco más pesimista o quizá más claro.

Me parece que la imagen de lo que sucede no sólo está en la pena insolada de un usuario del transporte colectivo. ¿No será que estamos viviendo las consecuencias de todos lo levantamientos que han existido en nuestra historia reciente y se ha implementado una especie de guerra de baja intensidad?, dijo alguien en la participación más angustiosa de la tarde, y se han dado cuenta que para que no podamos recuperarnos durante mucho tiempo nos tienen que dar en lo más importante y eso es la educación.

O qué otra explicación puede haber para saber por qué están gente como Reyes Tamez (nadie se acordó de su nombre de pila y algunos no sabían a qué se dedicaba. De hecho se generó una veta en la plática para explicarles a algunos quién era el personaje y de dónde provenía) o Sari Bermúdez en el actual gabinete.

La línea que están siguiendo ha implementado una visión de las artes muy peculiar, dijimos varios de la concurrencia; en las escuelas se ha generado una idea utilitaria y mercantil de lo que debe de ser una persona que egresa de una licenciatura en artes, dada la pobreza del mercado laboral que existe, tienen la claridad de que hay que hacer del bailarín un corista y del músico un güesero. Les urge implementar una práctica eficientista en la enseñanza que ciertamente afecta en todos los rubros del conocimiento pero que particularmente en las artes genera consecuencias nefastas.

No enseñan a investigar, la producción es consecuencia de una serie de fórmulas y de necesidades impuestas por un mercado del arte débil y ambiguo.

Y te acuerdas, me preguntaron, de aquel grupo de artistas, creadores e intelectuales que se quería organizar (o se organizó, fue la acotación) para instaurar un consejo alternativo, ¿en qué habrá quedado? Nadie supo y creo que nadie sabrá.

Entender cómo están sucediendo las cosas sería de gran utilidad, después tratamos de establecer qué podríamos hacer. Dentro de las perspectivas que se generan existe una que observa a la educación como la mejor herramientas para crear un espíritu crítico, reflexivo, analítico, humanista.

Mediante la educación se pueden generar alternativas que llevan a imaginar y crear. Y es precisamente ahí donde están golpeando duro.

Al final, Gabriel me dio un aventón en la MacoVan.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.