Usted está aquí: lunes 13 de junio de 2005 Opinión Asbestos: cáncer, quejas y autoridades

Iván Restrepo

Asbestos: cáncer, quejas y autoridades

En su indispensable Diccionario de la contaminación, la doctora Lilia Albert afirma que el asbesto es el "nombre genérico de ciertos silicatos naturales que se presentan en forma de fibras y son altamente resistentes al calor. Se usan como aislantes térmicos y eléctricos en la manufactura de materiales de construcción, balatas y muchos otros artículos. La inhalación de polvo de asbesto causa fibrosis pulmonar y aumenta el riesgo de cáncer del pulmón".

De esta sencilla manera la reconocida toxicóloga advierte de los peligros que representa el asbesto para la salud humana, asunto que ha ocupado la atención de los especialistas durante largo tiempo, al grado de que la elaboración y utilización del asbesto se rige en muchos países por estrictas medidas de seguridad, sin que esto quiera decir que los peligros desaparezcan como por arte de magia. Se advierte con toda claridad que no se deben utilizar materiales de asbesto en la construcción de los techos de viviendas y en los tinacos para almacenar agua, por ejemplo.

Pero esa sencilla definición de la doctora Albert contrasta con las dificultades que la ciudadanía enfrenta para resolver los problemas ocasionados por las empresas que elaboran diversos objetos con base en los silicatos naturales mencionados. Precisamente una de ellas es la negociación denominada Mexbestos, que desde hace medio siglo funciona en el fraccionamiento industrial Las Armas. Aunque físicamente su planta se encuentra en el municipio conurbado de Tlalnepantla, los vientos traen los humos y las partículas que libera Mexbestos a la atmósfera a una zona vecina y densamente poblada con departamentos, casas, escuelas y comercios de la ciudad de México: la delegación Azcapotzalco.

Es larga la historia de quejas de los pobladores de esa delegación porque las emisiones de Mexbestos son muy penetrantes y afectan las vía respiratorias. Durante 30 años han documentado los daños a la salud que sufren, en especial padecimientos en los bronquios y asma. También han llevado su protesta a las diversas instancias oficiales sin faltar las movilizaciones callejeras.

Los vecinos que ven afectada su salud por esas emisiones saben de tiempo atrás que en la empresa que las genera se utiliza asbesto para elaborar balatas y que ese producto es origen de muchas enfermedades. Al mismo tiempo padecen la desidia de las autoridades que, por ley, debían intervenir para resolver el problema. Específicamente, dos dependencias federales: la Secretaría de Salud y la Procuraduría de Protección al Ambiente; pero además, sus equivalentes en la vecina entidad y en el Distrito Federal.

Es lamentable, pero no extraño, que luego de 30 años de protesta ciudadana las autoridades no hayan emprendido una sola inspección rigurosa, en tiempo y forma, para medir las emisiones. Los afectados denuncian que la emisión de humos y partículas los hace la fábrica generalmente en las noches.

Por su parte, la empresa alega que funciona dentro de la norma y con las licencias y permisos necesarios. Pero hay la sospecha de que para obtener el visto bueno de las autoridades disminuyen en los momentos adecuados significativamente la cantidades contaminantes que expulsan a la atmósfera. Y en paralelo, el horno de secado de balatas, la fuente principal de contaminación, no se pone a trabajar a toda su capacidad cuando ocurre la visita de algún inspector.

Es una estrategia que siguen muchas empresas contaminantes para engañar al personal encargado de certificar que funcionan en forma correcta, y para dejar sin sustento las quejas ciudadanas. Cabe advertir que nunca se ha hecho un estudio para medir las trazas de asbesto, pese a que se trata de un elemento comprobadamente cancerígeno. Tampoco existe la historia clínica de las personas afectadas por males bronquiales y pulmonares en Azcapotzalco. O cáncer. Solamente hay algunos diagnósticos médicos.

 
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