Usted está aquí: sábado 11 de junio de 2005 Política El sistema político

Gonzalo Martínez Corbalá

El sistema político

Se hacen muchas y muy frecuentes referencias al término sistema político, y lo que es peor, se le pone también un segundo apellido, el de democrático, que debiera contribuir a precisar más lo que se quiere denotar; sin embargo, lo que verdaderamente se logra es agregar más confusión a la mucha que hay ya en el ambiente político.

Con el ánimo de precisar las cosas y no contribuir a confundir más al lector de lo que muy probablemente ya estaba, bajo el bombardeo de toda clase de declaraciones, que tratan de rescatar situaciones que corresponden a malformaciones de la estructura del poder que se dan debido a presiones de las circunstancias y que no trascienden más allá de la urgencia de la inmediatez, que de otro modo no superarían. Pero la disyuntiva entre lo urgente y lo importante se vuelve perversa, en cuestiones que tienen relación directa con el poder público, cuando se resuelven a favor de lo urgente, haciendo a un lado lo importante.

Si quisiéramos repetir lo que dicen que dijo don Jesús Reyes Heroles, podríamos hablar de inclinarse por favorecer la forma en detrimento del fondo, pero además de que no creemos que el sabio tuxpeño hubiera dicho aquello de que en política la forma es fondo (nosotros no se lo escuchamos nunca, lo cual no quiere decir gran cosa, pues ciertamente que podría haberlo dicho de todos modos en cualquier otra parte, fuera de nuestro alcance), lo que sí habría de negar cualquier supuesto que pudiera tener una mínima dosis de lógica sería que se considerara la forma como un elemento separable del fondo y, además, como para remachar el clavo, se le privilegiara en detrimento del valor sustantivo del fondo. En otras palabras, la forma es forma y el fondo es fondo, y son elementos inseparables de la estructura del poder público, y se hace necesario darles a ambos el valor que las circunstancias y el alcance que los objetivos exigen, conjugándolos en armonía, entendiendo el verbo en la segunda acepción de su definición en el diccionario de la Real Academia Española, como fusión en uno de los núcleos de las células reproductoras de los seres vivos, usando una metáfora prestada de la biología.

El problema fundamental sigue siendo para los gobiernos de diferentes órdenes, partidos políticos en general y los grupos organizados en la sociedad, y es de cómo poner las energías humanas al servicio de sus fines, y luego de cómo establecer mecanismos eficaces de motivación para asegurarse de que sus miembros le guardarán fidelidad aun frente a la demanda de lealtad de otros grupos e instituciones que dentro de la sociedad en general compiten por su adhesión.

De esta manera se constituye lo que Lewis A. Coser llamó las "instituciones voraces", que exigen a sus miembros una total y absoluta lealtad, que no admita ni la adhesión ni la competencia en el seno de otras organizaciones similares que rivalizan entre sí como tales, bien sea por el dominio en un determinado campo social o bien hasta llegar a la competencia por el poder público en diversos órdenes o niveles, para poner en práctica ideologías bien estructuradas, programas de gobierno que sean consecuentes con estas ideologías o simplemente las candidaturas de líderes carismáticos que muy frecuentemente compiten por determinadas posiciones políticas, sin tener propiamente dicho un programa de gobierno qué someter a la opinión pública comprendida dentro del espacio político por el que se lucha.

Pero así como se constituyen instituciones voraces que llevan inevitablemente hacia sociedades con tintes totalitarios por la exigencia misma de lealtad exclusiva, también las sociedades modernas recurren en ocasiones, como reacción a esta tendencia, a realizar ciertos ajustes estructurales mediante los cuales el individuo se rehúsa a quedarse circunscrito a un espacio limitado por los dirigentes, y en lugar de ubicarse íntegramente en lo que constituiría un subsistema particular, se inscribe en una pluralidad de círculos sociales que no necesariamente reclaman su lealtad privilegiada, y en el mejor de los casos biunívoca, es decir, irreductible en ambos sentidos.

Las barreras a la reflexión o a la simple participación múltiple en diversos círculos políticos y sociales llegan a constituir los palacios de gobierno en verdaderos reclusorios políticos de alta seguridad, lo que es una idea completamente contraria a la verdadera democracia como sistema, y como estructura del poder público.

Un sistema político que se precie verdaderamente de ser democrático debe hacer desde la cúspide del poder una composición tal de todas las fuerzas políticas, independientemente de su tamaño relativo y de su dirección ideológica, que en esta acción incluyente, repetimos, de todas las fuerzas políticas se produzca una suerte de resultante, que tendría que ser la directriz que adoptaran los gobernantes para dar coherencia a sus actos de gobierno con el conjunto de fuerzas políticas que configuran el sistema, y actuando así, en verdad democráticamente, sin exclusiones de otros partidos políticos que representan fuerzas también actuantes, lo cual sería peligrosamente totalitario.

Las sociedades modernas son completamente incluyentes y se caracterizan por la tolerancia contraria a la exigencia de lealtades excluyentes, que acercan a los gobiernos a las tentaciones del autoritarismo. En México, en particular en los prolegómenos de una renovación gubernamental del Poder Ejecutivo y del Legislativo federal, así como de varios gobiernos y congresos estatales, se ve el caso de que se presentan múltiples defecciones de un partido para ser lanzados a las candidaturas bajo los colores de otros. No es esta, desde luego, la mejor opción, pero sí se siente la necesidad de tener la agilidad política y la claridad de pensamiento que permitan establecer alianzas políticas temporales o definitivas, y también para generar consensos, sin olvidarnos de la mejor definición de éstos, que en nuestro concepto es la de Norberto Bobbio, que dice: "El término denota la existencia de un acuerdo entre los miembros de una unidad social dada relativo a principios, valores y normas también respecto a la desiderabilidad de ciertos objetivos de la comunidad y de los medios aptos para lograrlos. El consenso se evidencia, por lo tanto, en la existencia de creencias que son más o menos ampliamente compartidas por los miembros de una sociedad".

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.