Usted está aquí: miércoles 8 de junio de 2005 Opinión La prueba de Juárez

Victor M. Quintana S.

La prueba de Juárez

El nudo gordiano. La piedra de toque. En eso se ha convertido Ciudad Juárez para gobiernos, partidos y candidatos. La prueba de fuego para proyectos sociales y políticos. La hora de la verdad para los discursos facilones y las soluciones simplistas. Dígalo, si no, Vicente Fox, cliente asiduo de los tropiezos discursivos y de las rectificaciones a botepronto.

Muchos rechazan el pasado rural y pobre de gran parte de los mexicanos. Habría que ver quién desea el futuro de la industrialización-modernización excluyente de la que esta frontera es viva primicia. Los apologetas del triunfo ubicuo de la racionalidad instrumental se deleitarán con la líneas de producción y los círculos de calidad de las maquilas. Pero tendrán que cuestionarse si hay algo de racionalidad en el feminicidio, en los horarios que no permiten atender a los hijos; en los interminables traslados a la planta en camiones de desecho.

Los asesinatos de las niñas Airis y Anahí vinieron a sacudir a parte de la opinión pública que se había amodorrado o cedido a considerar el feminicidio como algo con lo que hay que convivir. Vinieron a fijar una situación límite. A revelar y develar el triple fracaso del gobierno, de la clase política, pero también de la sociedad en esta frontera:

Fracaso en impedir la reproducción de la impunidad. Al quedar impunes los asesinos de los homicidios seriales, los ligados al crimen organizado, se incentiva a los potenciales feminicidas individuales. Ahora pueden disponer de una compañera molesta, atacar a una jovencita indefensa porque "al cabo no les van a hacer nada". Antes que cualquier reforma legal, como pretende Fox, es un hecho que los tres niveles de gobierno han sido ineficaces en la investigación y castigo de los feminicidas. Ni la rimbombante reunión de autoridades federales y estatales de hace unos meses, ni las cuentas alegres del Presidente, ni las inversiones espectaculares en equipo para la CIPOL, recién redenominada policía estatal, han asustado a los criminales.

Fracaso en impedir la reproducción de la vulnerabilidad. Ha habido algo más de inversión federal en desarrollo social en Ciudad Juárez. Pero no un plan coordinado, con estrategias claras, metas programables y evaluables para reducir los factores de vulnerabilidad en esta frontera. Ni se ha convocado a las empresas, sobre todo maquiladoras, ni éstas han buscado emprender una acción conjunta. Amplias zonas de esta frontera, como lo muestra un reciente y excelente estudio de INCIDE Social, dirigido por Clara Jusidmann, tienen poco o nulo acceso a los servicios de salud, a la educación secundaria. Menos aún a guarderías, cultura y deporte, a la atención de las adicciones. Ser mujer, ser pobre, ser niña y vivir en las zonas norponiente o suroriente de Juárez es tener todas las probabilidades de ser agredida.

Fracaso en impedir la reproducción del sexismo. Aquí no es sólo responsable el gobierno. También hay una grave falla de la sociedad: de las empresas, de los medios de comunicación, de las instituciones educativas, de las iglesias. Aunque abundan quienes se rasgan las vestiduras por la "desaparición de los valores", en la práctica se promueven la intolerancia, la violencia, la relación con la mujer como un objeto. Ciertamente como objeto de placer en comerciales, antros, prostíbulos. Pero también como simple herramienta para la producción en maquiladoras y fábricas. Reducción al nivel de aparato electrodoméstico. No se ha emprendido una campaña sólida, no de prédica, sino de revisión profunda de las actitudes machistas y sexistas en la vida cotidiana. De la discriminación velada o abierta, de las microviolencias que van haciendo posible la macroviolencia.

En Juárez han abundado las manifestaciones en semanas recientes. Los maestros sindicalizados, por la desaparición de una compañera. La sociedad civil sin membretes. Hasta los diputados locales y funcionarios de los gobiernos estatal y municipal marcharon hace unos días. Pero a la delincuencia, dueña cotidiana de las calles, poco le preocupa que se las tomen por un rato.

La sociedad civil organizada, los grupos de mujeres, las familias de las asesinadas no dejan de actuar. Se movilizan, gestionan, denuncian, proponen. Logran pronunciamientos importantes de Amnistía Internacional y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Sólo gracias a la acción de estas personas, mujeres en su mayoría, es que puede decirse que la prueba de Juárez no haya resultado en el fracaso de todos.

 
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