Usted está aquí: miércoles 8 de junio de 2005 Opinión Calentamiento global: se cierra la ventana de oportunidad

Alejandro Nadal

Calentamiento global: se cierra la ventana de oportunidad

Nadie sabe a ciencia cierta si la actual onda cálida está relacionada con el calentamiento global. Pero los años más calientes desde que se tiene un registro meteorológico se han consignado en las dos décadas recientes. Hace dos años la onda de calor en Europa provocó 20 mil muertes; no se necesita una bola de cristal para predecir los daños en países y regiones con mayor vulnerabilidad.

Los pronósticos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), la red de científicos dedicados al estudio del cambio climático más importante del mundo, tienen bases cada vez más sólidas. Los escenarios del IPCC sobre emisiones están basados en diversos supuestos sobre crecimiento demográfico y económico, uso de suelos, cambios tecnológicos, fuentes de energía y mezclas de combustibles para todos los sectores de la actividad económica (generación de energía, transporte, industria). Hace 10 años el IPCC pronosticaba un incremento de entre 1 y 3.5 grados centígrados en la temperatura promedio global para el año 2100. El aumento sería superior a cualquier incremento experimentado en el planeta durante los pasados 10 mil años.

Hace cinco años el IPCC dio a conocer pronósticos más alarmantes. La temperatura global promedio en el próximo siglo aumentaría entre 1.4 y 5.8 grados centígrados. Este resultado se debe a mejores estimaciones sobre emisiones y la sensitividad del clima frente a los gases invernadero.

En febrero de este año entró en vigor el Protocolo de Kyoto, el tratado multilateral con una meta para la reducción de emisiones de gases invernadero en los países industrializados (agrupados en el anexo I del protocolo). Esas economías deben alcanzar un nivel de emisiones en el 2012 inferior en 5 por ciento al nivel de emisiones de 1990. Pero dado los tiempos de residencia de los diferentes gases invernadero en la atmósfera, los informes más recientes del IPCC indican que la reducción de emisiones debiera ser de entre 30 y 60 por ciento si se quiere realmente tener un impacto estabilizador en los niveles de estos gases.

En los países desarrollados las emisiones de gases invernadero se estabilizaron en la década pasada, pero las proyecciones oficiales en esos países indican que las emisiones totales de Europa, Japón y Estados Unidos podrían aumentar en 8 por ciento entre 2000-2010. Eso significa que las emisiones se colocarían 17 por ciento por encima de las de 1990, año base para las débiles metas del Protocolo de Kyoto.

En lugar de imponer metas más rigurosas y un calendario más estricto, el Protocolo de Kyoto introdujo los mal llamados "mecanismos de flexibilidad", diseñados para permitir a los países del anexo I realizar las metas del protocolo sin incurrir en costos prohibitivos. Se trata de tres tipos de mecanismos: el establecimiento conjunto, el mecanismo de desarrollo limpio y el intercambio en un mercado especial de cuotas de emisiones transferibles.

El establecimiento conjunto permite a las partes del anexo I abatir emisiones en otros países del mismo grupo y obtener así "unidades de reducción de emisiones" que serían tomadas en cuenta en la contabilidad total. El mecanismo de desarrollo limpio permite a las partes del anexo I invertir en proyectos en los países que no pertenecen a ese grupo para absorber carbono por medio de la reforestación y las plantaciones de árboles con fines comerciales. El tercer mecanismo implica la construcción de un mercado especial en el que los países (del anexo I) que no han agotado su cuota de emisiones pueden vender las unidades sobrantes a países que exceden su cuota permitida. Los países que contaminan más enfrentarían un incentivo para adoptar tecnologías que reduzcan las emisiones.

De los tres mecanismos, el primero parece ser el único razonable. El mecanismo de desarrollo limpio no debe provocar entusiasmo porque la capacidad de las plantaciones y de los proyectos de reforestación para actuar como sumideros de carbono de manera sustentable no está garantizada. Y en cuanto al mercado de emisiones, se presta a convertirse en un casino en el que la principal mercancía será un boleto para contaminar. En todo caso, si hubiese efectos positivos, tardarán años en manifestarse.

Dada la más reciente evidencia científica, el Protocolo de Kyoto debería haber incorporado metas más fuertes y mecanismos sólidos para lograrlas. En lugar de eso, se escogió el camino de las concesiones para lograr que el mayor número de países importantes lo firmara y ratificara. El fracaso ha sido doble. Estados Unidos, responsable del 25 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono, se mantuvo en su rechazo del tratado. Y los mecanismos de flexibilidad desvirtúan lo poco bueno del tratado.

El Protocolo de Kyoto acabará por evaporarse en el calor de los tiempos.

 
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