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Elena Poniatowska
Ciudad Juárez:
matadero de mujeres/ I


En una entrevista reciente, el poeta David Huerta declaró muy espontáneamente y con toda razón a propósito de las muertas de Juárez: "Esos crímenes son un absoluto y total escándalo". Sergio González Rodríguez lo corrobora con una frase a la que le dio un giro extraordinario, el de "las muertas sin fin de Ciudad Juárez". En esa misma entrevista, David Huerta acusó a Fox y lo tildó de incapaz, así como "al estúpido gobernador de Chihuahua", y concluyó: "Tienen que resolver estos crímenes, si no este país no vale la pena".
Desde luego el libro de Sergio González Rodríguez vale la pena. Huesos en el desierto nos enseña a un gobierno que cierra los ojos, a un país de culpables, y nos abofetea con la indiferencia (y también la indefensión) de 400 mil mujeres, casi la mitad de la población de Juárez, Chihuahua, que cuenta con un millón de habitantes. Asimismo nos advierte que entre 1993 y 1995 los cadáveres de 30 mujeres asesinadas se encontraron casi en el mismo lugar, que en 1995 la ciudad padeció mil 302 delitos sexuales de los que 14.5 por ciento fueron violaciones. Un año después, el número de delitos había aumentado 35 por ciento respecto a 1995. Los cuerpos estrangulados y violados encontrados en la arena del desierto pertenecían a muchachas pobres, morenas, de cabello largo, delgadas, bonitas (como son todas las jóvenes), que por lo general sostenían a su familia al trabajar en maquiladoras, farmacias o tiendas de autoservicio.
Sergio también cita textualmente al corresponsal de La Jornada en Juárez: "La muerte de las mujeres en Ciudad Juárez ­o feminicidio­ se da en un marco de violencia en la región, que ha dejado más de mil 600 muertes de 1993 a la fecha, incluyendo 460 ejecuciones de narcotraficantes".
En la frontera entre México y Estados Unidos pocas heridas cicatrizan, al contrario, la mayoría se infecta y pudre el organismo. Allí, en zonas de contagio, bullen a la más alta temperatura el poder político, el narcotráfico, la violencia, la codicia. Se trata de una franja gangrenada. En ella se estancan rencorosos, desempleados frustrados, los aprendices de todo y oficiales de nada (México es un país de desempleados y, por lo tanto, de hambrientos). Juárez es una ciudad tomada por la chatarra, un inmenso cementerio de automóviles. Allí, entre la herrumbre de las salpicaderas, las cajuelas y las portezuelas, tratan de respirar los habitantes. Además del osario del que nos habla Sergio González Rodríguez, se acumula el de ese soberano imbécil que es el automóvil. Ahogados por hierros retorcidos y llantas ponchadas, los extraterrestres (o casi) que viven en esta franja de tierra cumplen con el precepto: "polvo eres y en polvo te convertirás". Un polvo gris, mortuorio, todo lo ensucia, los escasos árboles se cubren de polvo, los cadáveres de 300 muchachas se desintegran enterrados en el polvo, el espíritu de 500 desaparecidas se va perdiendo como ánima en pena convertido en polvo.
Ya en su libro Juárez, el laboratorio de nuestro futuro, el escritor estadunidense Charles Bowden nos hacía un retrato escalofriante de lo que es Ciudad Juárez, en la que muchos viven en lo más profundo de la miseria, terreno fértil para el crimen. Tan es así que en los últimos 10 años, cada 15 días ha sido asesinada una mujer.
El de Bowden es un volumen de fotografías tomadas por mexicanos que además de buenos fotógrafos tienen la ventaja de vivir en la frontera y, en muchos casos, de haber nacido en ella. Por lo tanto pisan terreno conocido y hablan de lo que saben. Por ejemplo, al entrar al área desértica llamada Lote Bravo, Jaime Bailleres captó el cadáver de una muchacha boca abajo cubierta por la arena. Sobresalían parte de sus piernas y sus pies metidos en sandalias blancas. Se trata de una de las primeras "muertas de Juárez", como Víctor Ronquillo tituló su libro. Muchas veces los cadáveres son descubiertos porque la carne en descomposición hiede, como le sucedió al albañil que encontró hace poco uno de los cadáveres.
Señorita extraviada, el ahora célebre documental de Lourdes Portillo, filmado en el año 2000, afectó a todos sus espectadores y reavivó la indignación en contra de este crimen múltiple. Le dio además proyección internacional. Con Huesos en el desierto, Sergio González Rodríguez viene a unirse a la campaña de apoyo a los familiares que se enfrentan a la indiferencia total del gobierno de Chihuahua desde hace 9 años, a lo largo de los cuales casi 300 mujeres han sido asesinadas.
Ciudad Juárez es una ciudad de maquilas. La mayoría de sus empleadas trabajan en colonias alejadas en las que no hay alumbrado y difícilmente encuentran transporte. Algunas mujeres acuden a las tres de la mañana, porque escogen el tercer turno. El primero es de siete de la mañana a tres de la tarde, el segundo de las tres y media a las doce y media o una de la mañana, y el tercero de las tres a la siete. Ese último es el de menos gente pero el de mejor paga. "Yo hacía arneses y sorteaba cupones y bobinas, unos como carretitos de hilo de los que metes a la máquina de coser. Hacía un triangulito y lo soldaba; eso es parte de un arnés para refrigerador", dice Celestina Gómez, a quien todos llaman Tina.

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