La Jornada Semanal,   domingo 5 de junio  de 2005        núm. 535
 

Norma Ávila Jiménez

¡Salud, señor Einstein!

En su libro El país de las maravillas, George Gamow ubica a su protagonista, el señor Tompkins, en una estación de tren en donde está a punto de observar el resultado de un fenómeno relativista: un caballero cuarentón desciende por las escalerillas del ferrocarril que acaba de llegar; una dama muy anciana se dirige a él llamándolo "abuelo querido". Como no puede creer lo que está pasando, el señor Tompkins se acerca y pregunta:

"Perdóneme si me inmiscuyo en sus asuntos familiares, pero ¿es usted de veras el abuelo de esta encantadora anciana?"

"Ah, ya veo —dice el caballero esbozando una sonrisa. [...] Pero la cosa no puede ser más sencilla. Mis negocios me obligan a viajar continuamente y, como paso la mayor parte de mi vida en tren, es claro que envejezco más despacio que mis parientes, que viven en la ciudad. ¡Me da tanto gusto volver y encontrar a mi querida nietecita todavía viva!"

Lo anterior es un cuento, pero podría ser real. Para que sucediera, el tren en el que viajaba el abuelo de la ancianita debería alcanzar velocidades cercanas a la de la luz, igual a 300 mil kilómetros por segundo, lo que consecuentemente provocaría alteración en el paso del tiempo.

Albert Einstein (1879-1955) pudo deducir este fenómeno, así como que la fuerza de gravedad desvía la luz, o que existe una equivalencia entre la masa y la energía. Estas y otras aportaciones revolucionaron la Física del siglo XX y varias de ellas aún son parte esencial de las nuevas propuestas cosmológicas; por ello, científicos y no científicos brindan este año por uno de los más grandes genios de la historia de nuestro planeta. Hace una centuria sucedió el milagro: entre otros trabajos, en marzo de 1905 escribió acerca del efecto fotoeléctrico, fenómeno que provoca que algunos sólidos generen corriente eléctrica cuando reciben un rayo de luz; en abril concluyó su tesis doctoral, que de acuerdo con el doctor Luis de la Peña, especialista de la UNAM, es una de las investigaciones más citadas por su interés industrial, y en junio envió a publicar el trabajo que dio origen a la Teoría de la Relatividad.

En su libro Albert Einstein: el navegante solitario, De la Peña explica que un punto de partida para desarrollar esa teoría fue que Einstein se preguntó qué pasaría si pudiera correr junto a un rayo de luz, a su espeluznante velocidad. Seguramente, pensó, vería a la onda de luz sin movimiento, tal como sucedería si corriéramos junto a un trailer avanzando en la carretera; al voltear a verlo, este último parecería estar quieto. Sin embargo, se dio cuenta de que eso no podía ser, porque la luz no puede permanecer quieta; la luz existe si viaja, y sólo si viaja existe. "Es como las olas del mar; ¿alguien ha visto una ola quieta en el mar?", pregunta el doctor De la Peña. Por lo tanto, aun cuando él corriera junto a la luz a su velocidad, no la vería detenerse, sino en continuo movimiento. ¿Qué sucede entonces? Después de una serie de observaciones, Einstein dedujo que para el corredor, lo que se detendría no es la onda de luz, sino el tiempo. Esto es lo que sucede en el cuento de Gamow; el abuelo envejecía de forma mucho más lenta que sus parientes, quienes no viajaban en ese veloz tren. Parece increíble que con esa genialidad, Einstein haya tardado más de lo normal en comenzar a hablar cuando era pequeño; sus familiares incluso pensaron en la posibilidad de que fuera sordomudo.

"Soy feliz porque yo no deseo nada de nadie. No tengo inquietud por el dinero. Condecoraciones, títulos o distinciones no significan nada para mí. No anhelo alabanzas. La única cosa que me proporciona placer, aparte de mi trabajo, mi violín y mi barco de vela, es el aprecio de mis colegas"

En 1916 publicó su libro Sobre la teoría especial y general de la relatividad, en el cual enfatizó la curvatura de la estructura del Universo y la desviación que sufre la luz al pasar junto a un campo gravitatorio. Para ejemplificarlo, pensemos que estamos observando una estrella; cuando el rayo de luz de la estrella pase junto al Sol, la fuerza de gravedad de éste lo va a desviar, a jalar, antes de que nuestros ojos lo perciban; por lo tanto, observaremos a esa estrella en una posición aparente en la bóveda celeste, no en la real.

El navegar entre las ecuaciones, experimentos y observaciones hasta encontrar respuestas que resquebrajaban la antigua física desarrollada por Newton (1642-1727), podían detonar en Einstein una "gozosa exaltación" que le duraba días, además de comprobarle que sólo la comprensión de las leyes de la naturaleza lo llenaba de un espíritu místico: "El problema de la gravitación me convirtió en un racionalista creyente, es decir, en alguien que busca la única fuente confiable de la verdad en la simplicidad matemática."

Este genio capaz de presentarse alguna vez sin calctines en la Casa Blanca, por su negligencia hacia las cosas que consideraba triviales, entre éstas la vanidad, en el libro referido también planteó la posibilidad de un Universo finito y sin embargo no limitado. Einstein lo describe: "es posible imaginar espacios cerrados que no tengan límites. Entre ellos destaca por su simplicidad el espacio esférico (o el elíptico) cuyos puntos son todos equivalentes". Darío Nuñez, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, lo ejemplifica: "es como si nosotros camináramos alrededor de la Tierra; llegaríamos al mismo punto inicial y no habría límites (físicos, sin pensar en pasaportes o territorios en guerra) que nos hubieran detenido". Según Einstein, que cambió su nacionalidad alemana por la suiza y luego adquirió la estadunidense, en ese Universo existiría una distribución uniforme de la materia —es decir, la misma cantidad de galaxias habría hacia cualquier punto donde se observara—, además de que sería estático.

El doctor Nuñez explica que las ecuaciones derivadas de la Teoría de la Relatividad General, las resolvió el físico Alexander Friedman y sus soluciones lo llevaron a un Universo en expansión. Le escribió a Einstein sus resultados y éste no los consideró importantes; sin embargo, en 1929 Edwin Hubble demostró que el Cosmos sí está en expansión. Einstein ya había agregado a sus ecuaciones un término o constante cosmológica para que sus resultados dieran un modelo de Universo estático, lo que calificó como "el error más grande"; por lo tanto, lo eliminó.

Si Einstein aún viviera, probablemente se jalaría su abundante cabellera blanca, porque actualmente varios cosmólogos están volviendo a añadir esa constante a las ecuaciones de la Teoría de la Relatividad para tratar de explicar la existencia de lo que se ha denominado como energía oscura, una fuerza repulsiva contraria a la gravitatoria, que está acelerando la expansión del Cosmos. Miguel Alcubierre, también investigador del Instituto de Ciencias Nucleares, señala que ésta conforma el setenta por ciento de la energía-materia del Universo. "Einstein agregó esa constante cosmológica, que ya están volviendo a tomar en cuenta, para tratar de balancear la fuerza de atracción con una fuerza contraria," asegura. ¿Einstein volverá a tener razón?

"La mecánica cuántica se está ciertamente imponiendo... Pero una voz interna me dice que no explica todavía la plena realidad. La teoría aclara mucho, pero realmente no nos acerca al secreto de la creación. En cualquier caso, yo estoy convencido de que Dios no juega a los dados"

Asimismo, las ecuaciones de la Teoría de la Relatividad llevan al planteamiento de objetos tan exóticos como los llamados agujeros de gusano, a través de los cuales se supone sería posible viajar a cualquier otro espacio-tiempo, indican Núñez y Alcubierre. Hasta el momento esos objetos han jugado papeles importantes únicamente en novelas de ciencia ficción, porque en la realidad aún no se encuentra la manera de construirlos. Las ecuaciones de Einstein siguen provocando dolores de cabeza a científicos que, como él, sólo tienen fe en lo que este sabio denominó la Religión Cósmica.

En su texto publicado el 11 de noviembre de 1930 en el Berliner Tageblatt, enfatizaba: "¡Qué fe más profunda en la racionalidad del universo construido, y qué anhelo por comprender, aun cuando fuera sólo una pequeña parte de la razón que revela este mundo, tenían que animar a Kepler y a Newton para que fueran capaces de desentrañar el mecanismo de la mecánica celeste con el trabajo solitario de tantos años! [...] Es la Religiosidad Cósmica la que da esa fuerza. Un contemporáneo ha dicho y no sin razón que en esta época tan fundamentalmente materialista son los investigadores científicos serios los únicos hombres profundamente religiosos." Estaba convencido de que la religiosidad del investigador se apoya en el asombro ante la armonía de las leyes que rigen la naturaleza. "Quien esté impregnado de la regularidad causal de todos los hechos considerará imposible el concepto de un ente que intervenga en los sucesos del Universo, ya que en la hipótesis de la causalidad no caben ni la Religión del Miedo ni la Religión Social, o sea Moral. Según ella (la Religiosidad Cósmica), es impensable un Dios que recompensa y castiga."

Gerald Holton, historiador adscrito a la Universidad de Harvard, dio a conocer hace algunos años que en 1921, cuando Einstein visitó el Reino Unido, el arzobispo de Canterbury, Randall Davison, le preguntó las posibles implicaciones que esta teoría tendría en la religión. De inmediato Einstein le contestó que "ninguna", porque "la relatividad es una cuestión puramente científica y no tiene nada que ver con la religión".

La Teoría de la Relatividad General, "un poema a la capacidad creativa e inquisitiva de la mente humana", como la califica Luis de la Peña, también repercutió en la creación artística. Lynda Dalrymple plantea en su libro La cuarta dimensión y la geometría no-euclidiana, que después de la propagación de esa teoría, varios artistas trataron de proyectar la cuarta dimensión, o sea, el espacio-tiempo. Un ejemplo, fue Van Doesburg, quien la plasmó utilizando diagonales para lograr el efecto de profundidad dado por la curvatura del Universo. Asimismo, los dimensionistas, entre ellos Charles Sirato, Joan Miró, Marcel Duchamp y Vasily Kandinsky, firmaron un manifiesto publicado en 1936 en la revista N+1, en el cual declararon: "Animados por la nueva concepción del mundo, las artes en una fermentación colectiva se han puesto en movimiento. Cada una ha evolucionado con una nueva dimensión, haciendo objetivas las consecuencias del peso espiritual de este cambio fundamental [...] la escultura abandona lo cerrado, lo inmovil y el espacio muerto, es decir, la tercera dimensión de Euclides en orden para conquistar la cuarta dimensión espacial."

"Deseo saber cómo Dios creó este mundo. No estoy interesado en este o aquel fenómeno, en el espectro de este o aquel elemento. Deseo saber sus pensamientos; el resto son detalles"

Los artistas mexicanos no podían dejar de asimilar la revolución científica-filosófica-artística desatada por Einstein. Durante los Coloquios de Coyoacán de 1956, el pintor Rufino Tamayo puntualizó: "La pintura ha luchado siempre por conseguir nuevas visiones de la realidad [...] Hasta ahora tenemos tres dimensiones, el arte moderno fundamentalmente busca otra dimensión [...] No es un azar que Einstein y su teoría de la relatividad, que Toynbee y su concepción del tiempo en la historia, que Haya de la Torre y su idea del espacio-tiempo histórico, coincidan cronológicamente con la pintura moderna, una misma preocupación las hace coincidir." Un ejemplo es su mural El hombre, cuyos trazos parecieran penetrar en los abismos de un cosmos curvo y en expansión.

El que de joven haya estudiado violín, probablemente dejó en Einstein esa fibra sensible que tienen los artistas; de allí que subrayara que una teoría demuestra profundidad cuando es planteada con elegancia y sencillez, o sea, de manera estética, "y la Teoria de la Relatividad General así es", enfatiza Luis de la Peña. "Los grandes científicos también son grandes artistas", declaró ese verdadero pacifista, atacado por quienes dicen que robó ideas a su primera esposa, Mileva Maric. "Mileva nunca escribió, ni antes ni después de estar con él, ni durante su matrimonio. Tampoco fue una científica distinguida", asegura el investigador universitario contradiciendo a los detractores. Respecto a quienes señalan a Einstein por haber reprobado el examen de admisión al ETH (equivalente a la preparatoria) en Pavia, De la Peña explica que fue debido a las materias de humanidades, a las cuales no daba mucha importancia, y por el cambio de residencia. "Estudió y al siguiente año pasó."

A los ciudadanos del mundo sólo nos queda decir ¡salud!, por el señor Albert Einstein.