La Jornada Semanal,   domingo 5 de junio  de 2005        núm. 535
 
      A LAPIZ       

ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

HIPÓTESIS Y TESIS


Concebir una "explicación razonable de cierta cosa, que se admita provisionalmente como base para llegar a una consecuencia, como punto de partida para una investigación o como arranque de un argumento, aunque su verdad no esté comprobada" parece el razonable punto de partida que permitirá la elaboración de un "estudio erudito" cuyo premio final será alguna clase de título académico: el de licenciado, maestro o doctor. Uno pensaría que el riesgo de quien acomete tal empresa es personal, así esté vigilada por los celosos ojos de un tutor, cuyo principal trabajo debería ser el de evitar chambonadas como disertar sobre la sonetística española medieval, pero más bien ocurre que algunos tutores tienden a cuidar su pequeño coto de influencia y evitan que el aspirante a un título de grado vulnere con sus ideas las delicias con que han navegado entre congresos y publicaciones "especializados".

No es de extrañar que pudiera ocurrir lo siguiente: Herr Doktor considera cierta novela de Gutiérrez Nájera —digamos, Por donde se sube al cielo— como plenamente modernista; el magistrante o doctorante sostiene la hipótesis de que no: la novela ha sido concebida bajo un esquema modernista pero aún es romántica… ¿Qué puede suceder? Herr Doktor reprobará tan perturbadora hipótesis (a pesar de que el sistema universitario considere que la tesis es personal, de que es la propuesta del aspirante a un título, de que se fundará en el trabajo escrito y se defenderá en el examen oral; también, a pesar de que la obra poética de Gutiérrez Nájera corrobora un impulso modernista y un ímpetu romántico insuperado), o sugerirá un cambio de tema, como comparar a Gutiérrez Nájera con Balzac, o inducirá complejidades académicas y laberínticos jardines bifurcados que volverán kafkiano el camino a seguir con tal de escarmentar y frustrar el atrevimiento especulativo del alumno.

(Y ocurre lo contrario: tesis sobre vampiros literarios que ignoran majestuosamente las fuentes de la novela gótica, suelen culminar con el título en el bolsillo del sustentante después de una breve zarandeada durante noventa olvidables minutos de réplica oral. ¿Quién se enterará de que el estudio "erudito" fue tan mediano como muchas de las tesis universitarias, y de que la réplica oral fue una pesadilla? ¿Qué, con los trabajos de los negros —autores anónimos, a sueldo, que escriben para otros?)

Ah, las tesis, soledades en llamas: no deben ser inferiores a ciento veinte páginas, pues cantidad es calidad; deben ser abundantes en el fatigoso aparato crítico (indicación de fuentes consultadas —directas e indirectas—, abreviaturas, citas breves y extensas, referencia minuciosa de bibliografía y hemerografía consultada —sin omitir cada frase dicha por Herr Doktor, así sean lugares comunes, pues el olvido de tales revelaciones le restará puntos en el rubro "citas en trabajos internacionales o tesis de postgrado" a la hora de solicitar su beca en el SNI—), deben definir desde el título una descripción amplia y la hipótesis para acotar el tema (lo cual conduce a formatos sugerentes e invitadores como el siguiente: El solipsismo, invocación en los poemas tardíos del período chinesco de Ezra Pound (verano de 1942-invierno de 1944): apuntes para una poética del verso libre en los herederos de la generación perdida), deben citar bibliografía en muchos idiomas además del español (preferentemente, los que maneja Herr Doktor) y, sobre todo, debe ser notablemente especializada y aburrida.

La cruel paradoja de las tesis radica en que, si sobreviven a la lectura acuciosa de los cinco o seis lectores asignados (contradictoria, entre ellos mismos) y es considerada como publicable, debe perder el andamiaje que le permitió ser "tesis": aparato crítico, bibliografía, citas… Sin olvido de que el probable universo de quienes leerán una tesis es casi computable en tres: novia, autor y tutor, pues no es seguro que los demás sinodales la lean por completo, de manera que los meses y años dedicados a tanto esfuerzo culminan en la nada: escribir y disertar para (casi) nadie.

Monterroso aconsejaba al autor literario no regalar sus libros sino destruirlos él mismo. ¿Qué recomendar a esos autores cuyas tesis nadie lee ni consulta y no sirven para otra cosa que no sean la obtención de un título y beneficios para diversas instituciones académicas y sus inquisidores?: el locus mallarmeano de la página en blanco.

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