Usted está aquí: sábado 4 de junio de 2005 Cultura Eso, el fagot, el esofagot ese, asido, el oboe de amor

Eso, el fagot, el esofagot ese, asido, el oboe de amor

Una de las novedades vivaldianas maravillosas que ha empezado a circular en México es un tesoro: Concerti per fagotto e oboe, de la disquera italiana Opus 111 en su serie Tesoro del piemonte, volumen 22. El conjunto responsable de este prodigio se llama Sonatoria de la Gioiosa Marca, que en el nombre lleva el gozo.

Seis conciertos, igual número de instrumentos que van de lo fabuloso a lo sublime: el fagot y el oboe. Rarezas formidables que en manos, boca y talentos de estos músicos italianísimos obsequia puros placeres puros.

Desde el mero inicio el sonido vivaldiano esplende con todos sus misterios y asombros. Un escucha de oído joven y abierto podrá inclusive alucinar las altas velocidades de la Michael Nyman Orchestra, los desplantes geniales de Steve Reich, John Adams, Philip Glass y la pléyade de minimalistas, sonidos nacidos de una mente originalísima, vivaz, muy luminosa. Música soleada y plena de arcoiris, pleamares, bajamares, auroras boreales y todas las constelaciones tintineando.

De los primeros tres tracks, que contienen el Concierto para fagot en re menor, pasamos al siguiente paraíso: una versión gentil, brumosita, lunar y cristalina del Concierto para oboe en la menor. Imágenes sonoras semejantes al apareamiento de las grullas.

La naturaleza íntima de este instrumento, originalmente denominado y con certeza adánica oboe d'amore, explaya el sentido espléndido del amor como ningún filósofo ha podido lograrlo. Platón, Kierkegaard y Ortega und (je) Gasset clamarían a coro ellos también: que viva Vivaldi.

El track ocho, que contiene el movimiento lento del Concierto para oboe y fagot en sol mayor es una suma de soles, sucesión de aleluyas, cascada de suspiros, caricia interminable de alas de ángel, un poema de Saint-John Perse clamando bajo una llovizna tibia en altamar en calma.

¡Qué delicia!

 
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