Usted está aquí: lunes 30 de mayo de 2005 Política Retrato de una primera dama "muy buena gente"

Retrato de una primera dama "muy buena gente"

La esposa del gobernador de SLP metía mano a sueldos oficiales de empleados domésticos

JAIME AVILES ENVIADO

San Luis Potosí, SLP, 29 de mayo. Para doña Guillermina Anaya, esposa de don Marcelo de los Santos Fraga, la residencia oficial del gobernador del estado es "una casa normal" donde los empleados "no toman vacaciones", pero como ella es "tan buena gente" ofreció darles cinco días de descanso pagado cada año, al mismo tiempo que metía la mano en los sobres oficiales del salario de sus domésticas y asignaba a cada quien lo que ella consideraba justo.

Sin embargo, cuando las cuatro mujeres decidieron afiliarse al Sindicato Independiente de Trabajadoras y Trabajadores del Gobierno del Estado, porque deseaban obtener las prestaciones que señala al respecto la ley, doña Guillermina y su cónyuge las despidieron por "malagradecidas", adjetivo al que hicieron también acreedor a un chofer que "una vez desbieló una camioneta y no le cobramos nada", como recordó el mandatario en recientes declaraciones de prensa.

La Jornada habló con Esmeralda Torres, planchadora; Concepción Rodríguez, cocinera; Cristina Rosas y Guadalupe Hernández, recamareras, y Lázaro Silva, chofer, quienes desde el primero de abril están en pie de lucha, acampando ante el palacio de Gobierno, la casa de Gobierno y el rancho de Vicente Fox, con una sola exigencia: que los reinstalen en sus puestos. He aquí sus testimonios.

Retrato de familia

Morena de ojos grandes, cabellera negra, mente rápida, ideas claras y canas prematuras, Esmeralda Torres, madre de un bebé de brazos, permanece en una carpa frente a la puerta del palacio donde despacha su ex patrón.

-Yo estuve con ellos ocho meses en la casa particular y año y medio en la casa de gobierno, pero mi mamá les trabajó 17 años. Mi mamá iba todos los días, pero los sábados se quedaba muy tarde porque cocinaba y les servía a los que llegaban a comer. Nunca llevaban amigos, no era una familia de mucha vida social. Yo entré en abril de 2003, cuando mi mamá se salió, cansada porque le pedía favores a la señora, un préstamo pues, y ella ni le contestaba y, como mi mamá ya estaba vieja, se enojó y se salió.

-¿Ellos cuántos son?

-Ellos son ellos dos, el señor y la señora, y siete hijos, cuatros mujeres y tres hombres, pero ahorita sólo viven con ellos dos solteros y un niño, hijo de una muchacha que es madre soltera. La mayor es Guille, como la señora; luego Marcelo, como el señor; después vienen Cecilia, Claudia, Carlos, Alejandra, la mamá del niño y Fernando, pero Carlos se va a casar en agosto. Yo entré porque mi mamá tenía una amiga que vendía productos de belleza que dejó pendientes con la señora; entonces yo fui a recogerlos, nada más fui a eso. Vente, me dijo la señora, y me fui a trabajar con ella, aparte ya nos conocían.

-¿Se les subieron los humos cuando don Marcelo ganó las elecciones?

-No, seguían siendo iguales. Eran sencillos, sólo el carácter lo tienen prepotente, lo que ellos dicen así es; la señora al momento de platicar con nosotros como que la calla a una, no le da chance de decirle nada. Y cuando se fueron a la otra casa se puso más estricta.

-¿Cómo era tu trabajo?

-Yo les trabajaba igual que mi mamá, de entrada por salida; entraba a las 9 de la mañana y salía a las 12, una de la tarde, y los sábados me quedaba hasta 7, 8 de la noche. Pero cuando nos mudaron (a la casa de gobierno), la señora me pidió que cubriera el horario de las ocho horas, que porque nos iban a pagar con tarjeta y más sueldo. Entonces me daban 600 por semana, que era el sueldo de mi mamá, y los sábados empecé a entrar a las 12 y salir a las 7 de la noche.

-¿Te aumentaron el sueldo, como te habían prometido?

-Cuando ganaron las elecciones, pero todavía vivían en la casa particular, a la señora le llegaban los sobres de la nómina de nosotras, se los mandaba doña Cora (Cora Elena Rangel Montes), la administradora de la Casa de Gobierno, pero no nos daban copia, no nos dejaba ver cuánto nos tocaba de sueldo; ella sacaba el dinero y nos daba lo de siempre. Y cuando nos mudaron (a la residencia oficial) duramos dos meses con el mismo sueldo: mil 200 por quincena. Entonces yo le recordé a la señora lo que me había dicho y me subió a 900 por semana y me aplicó el turno de ocho horas. Luego ya nos informaron que ése no era el sueldo que nos correspondía como empleadas de gobierno, que eran 2 mil 400 a la quincena. Incluso una compañera le decía: "¿No nos va a subir?" Y ella decía: "Ya les estoy dando bastante".

Esmeralda recuerda con molestia:

-Sí, pero (en la Casa de Gobierno) mi trabajo aumentó: yo hacía el asador, el cuarto de máquinas, la oficina de la administradora, el cuarto de lavado y un patio, aparte de lavar y planchar. Porque yo lavaba a mano y a máquina: toda la ropa de la señora a mano, y a mano todas las camisas del señor, y cuando me quedaba los sábados hasta muy tarde, ya que la cocinera se iba a medio día, también tenía que darles de comer. Hasta eso, ellos comían normal, nada sofisticado.

¿Bocoles? Jamás

María Concepción Rodríguez Capuchino, cocinera de oficio, es la más campesina de las cuatro mujeres despedidas. Y va directo al grano.

-Yo duré con ellos cuatro años y medio en la casa particular, y año y medio en la Casa de Gobierno. Me tocaba hacer la comida y la cocina y el despacho del señor y un salón donde se reunían los viernes con sus hijos, nunca con amigos. Ese era mi trabajo. Me quedaba a dormir toda la semana, salía el sábado a las 3 de la tarde y regresaba al lunes a las 9 y media, porque soy de Villa Arriaga, del rancho San Luis Gonzaga, a dos horas de aquí; allá están mis papás.

-¿Cómo eran contigo?

-El no era disgustado para comer; de hecho nunca tuve trato directo con él, sólo con la señora. Cuando ganaron nos dijeron que nos iban a traer a la Casa de Gobierno y así fue. Hacía la comida, el antecomedor, el pasillo, la frutería, que es un cuarto donde hay refrigeradores y repisas para toda la verdura.

-¿Cuál era su guiso favorito?

-No, nada. Pura comida sencilla.

-¿No pedían manchamanteles, guisado de boda, cosas potosinas, bocoles?

-Nada de eso; nomás sopita de fideos, albóndigas, carnita asada...

-¿Y bocoles?

-Bocoles, jamás.

Una casa normal

Continúa Esmeralda:

-Yo no me atrevía a pedirle más a la señora y doña Cora decía que no nos podía subir porque no estábamos en el contrato colectivo. Pero trabajábamos todos los días festivos y nos pagaban lo mismo, y cuando ayudábamos en eventos tampoco nos daban extra, siempre cobrábamos nada más lo de la quincena. Cuando la cocinera empezó a pedir vacaciones, doña Cora se lo contó a la señora Guillermina y ella nos reunió y nos dijo que en ninguna casa se daban vacaciones y que ésa era una casa normal, pero como ella era tan buena gente nos iba a dar cinco días por año pagados. A mí no me los dio porque estaba embarazada y, cuando le pedí vacaciones antes de parir, me dijo pero cómo, si ya te vas a ir a descansar dos meses, me dijo, dos meses, cuando por ley son tres meses, 40 días antes y 40 días después.

De campaña en campaña

Guadalupe Hernández Hernández también es morena, pero finita, de manos pequeñas y huesos frágiles, madre de un niño en edad prescolar, que pasa las noches con ella en una mínima tienda de campaña a la puerta de la residencia oficial del gobernador.

-Yo conocí a don Marcelo en su campaña, porque estuve trabajando con él en su casa de campaña desde la precampaña. Cuando ganó las elecciones fui con una persona a ver a su hija Alejandra y ella me recomendó y me pusieron de recamarera en la casa particular en noviembre de 2003. Era de entrada por salida, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, y si tenían evento me quedaba más tarde, hasta las 6 o 7.

-¿Cuál era tu trabajo?

-Yo hacía de todo: en la cocina lavando trastes, arriba hacía cuatro recámaras y un gimnasio donde limpiaba la bicicleta y la caminadora del señor; limpiaba vidrios, pero ventanales, ¿eh?, no ventanitas. Cada día tenía que tender cinco camas y se cambiaban las sábanas dos veces por semana cuando eran blancas y cuando eran a colores una vez.

-¿Qué clase de gente es?

-Son personas sencillas, pero como todo el mundo tienen sus ratos de carácter. Yo no tenía mucha confianza con ellos. Llegaba a las 8 de la mañana cuando el señor se iba a trabajar y la señora también. La señora Alejandra se llevaba a su hijo a las 8 y media, entonces tampoco la veía. Son muy estrictos, quieren que todo esté muy limpio, me imagino que así los han de haber criado...

Una suposición sobre la cual, para terminar, mañana volverá esta crónica.

 
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