Usted está aquí: jueves 26 de mayo de 2005 Sociedad y Justicia El neopanismo arrasa con la riqueza de SLP

El neopanismo arrasa con la riqueza de SLP

El gobernador De los Santos avala que Minera San Xavier envenene mantos freáticos

JAIME AVILES ENVIADO

Ampliar la imagen Maquinaria de la minera, en el municipio del Cerro de San Pedro FOTO Mar�Melendrez Parada

San Luis Potosí, SLP, 25 de mayo. Un tráiler se detiene a la orilla de la carretera que viene desde Tamaulipas y el chofer que salta de la cabina sin apagar el motor, barbón de tres días, en camiseta sin mangas y pantalones vaqueros, se acerca a las mujeres que venden cactos centenarios, polluelos de halcón y de búho, pieles de zorro y de zorrillo, y carne y aceite de víbora de cascabel.

Por la forma en que se dirige, tomando del codo, a doña Higinia Maldonado, para conversar con ella a la sombra del huizache de más allá, se nota que el hombre sabe a qué ha venido. De un grito, la señora llama a su nieta, una muchacha de 16 años con zapatos de plástico, y ésta y el navegante del desierto van hasta un jacal de ramas desde donde, esculcando entre unos bultos, salen con una culebra dorada que se retuerce en las manos de la jovencita.

-Ora la va a matar porque quiere beberse la sangre bien fría para volver a agarrar fuerzas pal manejo -me explica doña Higinia bajo los múltiples trapos de colores que la protegen a medias de la inclemencia del sol.

La escena transcurre a las afueras de Charco Cercado, ejido ubicado 90 kilómetros al norte de la capital potosina, no lejos de otras aldeas bautizadas en los años 20 del siglo XX con nombres admirables como La Terquedad, San Juan Sin Agua, Norias del Refugio, Norias de los Angeles o El Peyote, a las que ya regresará esta crónica. Mientras tanto, a sólo 20 kilómetros al este de la ciudad de San Luis, en el municipio de Cerro de San Pedro, la empresa Minera San Xavier mantiene cerrados todos los negocios del pueblo para rendir a sus habitantes por hambre.

Sí, porque en 1995 un grupo de cerranos, como se autodenominan los nativos, estaba construyendo un hotel de 26 habitaciones que por medio del turismo iba a reanimar la economía de la zona, en esos momentos muerta de muerte natural, después de 400 años de explotación del subsuelo. Pero en 1996, con la anuencia del presidente Ernesto Zedillo, y el permiso de Julia Carabias, titular de lo que entonces era la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), Minera San Xavier se apoderó del cerro con el insólito fin de dinamitarlo durante ocho años para quitarle 80 mil toneladas de peso, hasta crear un cráter de mil metros de diámetro y 250 metros de profundidad, desde donde resultaría mucho más barato y sencillo descender a las entrañas del desierto en pos de nuevos yacimientos de oro y de plata.

Además, gracias a una práctica absolutamente nociva que está prohibida en muchos lugares del planeta, la empresa obtendría esos metales preciosos utilizando el método de la lixiviación, que se puede explicar con facilidad pero que nadie en su sano juicio aceptaría sin horrorizarse. Una vez que el material ha sido desgajado del monte y triturado y cribado en los molinos y filtros correspondientes, se le extiende a lo largo de un patio de arcilla y se le cubre con una mezcla compuesta por un gramo de cianuro por cada dos litros de agua, que desde luego emite vapores tóxicos y se infiltra al subsuelo.

De acuerdo con el ingeniero Mario Martínez Ramos, uno de los ambientalistas más destacados en la lucha contra la Minera San Xavier, si el proyecto se llevara a cabo "de las 80 mil toneladas que pretenden arrancarle al cerro serían aprovechables aproximadamente 32 mil, mismas que en el proceso de lixiviación tendrían que ser tratadas en su conjunto con un total de 32 millones de litros de agua y 16 toneladas de cianuro", explica. "Al final de la etapa de ocho años que solicita la empresa habría una nueva montaña de 80 millones de toneladas de material saturado de cianuro a una distancia de nueve kilómetros de la capital de San Luis", agrega con la vehemencia de quien a pesar de los años que lleva en esta lucha no deja de asombrarse ante la magnitud de los daños potenciales.

Un millón de metros arrasados

Como primera medida para comenzar a perseguir sus fantásticas ambiciones, en 1996, cuando llegó a la región, Minera San Xavier adquirió todas las cuevas donde aún se buscaban la vida los últimos 60 gambusinos de la localidad y, al mismo tiempo, compró el hotelito que ya estaba en obra negra sobre el terreno de don Jesús de Alva y lo clausuró al instante, pero lo más grave no es que se adueñara de 290 hectáreas de tierra ejidal mediante un falso contrato de arrendamiento, ni que tuviera el descaro de clausurar los caminos que desde el virreinato comunican al pueblo con las comunidades aledañas, sino que aprovechando un titubeo de las autoridades federales, contra las que ha perdido todas las batallas jurídicas, arrasara con una superficie de un millón de metros cuadrados y causara la muerte de una población de bisnagas, órganos y garambullos, entre las que había numerosas cactáceas con 200 y 300 años de antigüedad, cuya pérdida representa un ecocidio.

Desde el inicio del proceso y ante la magnitud de la agresión, los cerranos dieron la voz de alarma en la capital del estado y pronto, a sugerencia de los representantes locales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), formaron el Patronato Pro Defensa del Patrimonio Cultural e Histórico del Municipio del Cerro de San Pedro AC, que tuvo la virtud de procurar y obtener la solidaridad de otras organizaciones, como la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas, los sindicatos de Teléfonos de México y General Tire y muchos grupos ecologistas de Canadá y Estados Unidos, para fundar más tarde la Alianza Opositora a Minera San Xavier, que en 2003 se convirtió en Frente Amplio Opositor.

Las sábanas del gobernador

En el curso de esta lucha se extinguió la negra noche del priísmo, llegó el "gobierno del cambio", encabezado por Vicente Fox, que no iba a cambiar nada, y el despropósito de la Minera San Xavier conservó el apoyo pleno de la Presidencia de la República, de lo que ahora se llama Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y del gobernador potosino en turno, hasta hace año y medio Fernando Silva Nieto, y ahora el neopanista Marcelo de los Santos, contador público que llevó los libros de la empresa desde 1996 hasta que asumió el poder en noviembre de 2003, hombre que está dispuesto a impulsar la contaminación con cianuro de los mantos freáticos de la ciudad de San Luis Potosí, la polución constante del aire con el polvo de los explosivos y las explosiones, así como el derrumbe de un sinfín de edificios históricos, declarados monumentos nacionales por el INAH, que de milagro se mantienen en pie en las apretadas callejuelas de Cerro de San Pedro, donde abundan las casas particulares que desde el siglo xvii fueron repujadas dentro de las cuevas naturales, donde antes de la invasión europea moraban ocasionalmente los grupos nómadas de la nación chichimeca.

Resuelto a declararle la guerra al ambiente, De los Santos, paradojas de la vida, es también el jefe de una familia obsesionada por la limpieza, que vive en una mansión donde sus finas camisas tienen que ser lavadas a mano y las sábanas en que duerme deben ser cambiadas dos veces por semana "cuando son blancas", según testimonios recogidos por este reportero entre Esmeralda, Concepción, Guadalupe y Cristina, las cuatro ex empleadas de la residencia oficial quienes el 1º de abril pasado, y al igual que el chofer Lázaro, fueron despedidas porque exigieron su derecho a sindicalizarse, otro tema sobre el que también regresará esta crónica.

 
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