Usted está aquí: jueves 26 de mayo de 2005 Opinión ANTROBIOTICA

ANTROBIOTICA

Alonso Ruvalcaba

La poesía del día siguiente

EL CEREBRO ESTALLA como un astro diminuto y antiquísimo: lanza una luz que se estrella en las paredes de la sala o del bar, irradia un calor inusitado y naranja, las partículas del cuerpo (agua básicamente, pero también polvo, mierda y músculo) inician su transferencia de energía, energía siempre en tránsito, en movimiento: trabajo; el cerebro disuelve su serotonina: somos felices, o algo dentro de nosotros nos dice que lo somos, lo cual acaso no entraña diferencia: todo sabe mejor, hablamos con más elegancia, cautivamos, somos más generosos (¡tómate otra!), más bellos, más altos; nada nos impide dar este paso, esta zancada, este salto. Pero el día siguiente despertamos: el cuerpo empapado en sudor, la almohada vuelta una pila de agua maldita. ¿Cómo dice Piedra de sol?: "tu boca sabe a polvo, / tu boca sabe a tiempo emponzoñado, / tu cuerpo sabe a pozo sin salida"; y el sol, el sol infernal de las 11 de la mañana cae a la tierra declarándole su odio ciego, invengable, infantil e idiota; las ventanas depositan dos rectángulos paralelos de luz malvenida sobre tu cuerpo que, en su inmovilidad, oculta la tormenta interior que azota al barco del estómago, un barco que hace agua por todas partes y siempre está a punto de revolcarse... (¿Cuándo va a desaparecer el mundo para dejarte morir en paz?)

SOLO LA POESIA de la cruda es más dolorosa y por tanto más bella que la cruda misma. Gritos desde la negra oscuridad, un poemario peligroso como una bala perdida en un cuarto de acero, trae varios ejemplos, algunos escritos notablemente desde la cruda, otros como catálogo y reflexión. Entre los primeros está Domingo, que empieza en una ironía que se confunde con bonhomía de veras: "Mientras mamá y papá preparan carriola, / pañalera y biberones / el sol despunta como un astro insobornable / la gente acude en cerrados círculos a misa de doce / y el aire es transparente como el agua que bebían los abuelos" para transformarse de plano en otra cosa: "más de dos se lamentan de su existencia / abominan de ser hombres / no recuerdan cuál fue el trago / que les embotó el cerebro / cierran los ojos y ven venir hacia sí / el poste decididamente enhiesto / abren la boca y un aliento a perro muerto / cubre sus fosas nasales...": pura ojetez de borracho con una última lasca de inteligencia: la de la cruda. Del segundo grupo es Lo que la cruda le permite o le impide hacer: registro minucioso de ardor intestinal, náusea ("lejana, aún muy lejana"), y una piltrafa "de huesos, hedor / y carne". Karmelo Iribarren es un orate donostiarra que ha publicado al menos tres poemarios (La condición urbana, Serie B, y Desde el fondo de la barra). Todos están llenos de poesía del día siguiente. Esta, por ejemplo, que se titula Al carajo: "Después de hacer balance, / tras considerar la situación / de arriba a abajo, en frío, / he decidido no volarme hoy / tampoco la tapa de los sesos. / Nunca se sabe con la vida, / me he dicho. Y además, qué / carajo: ya que me trata peor / que a un perro, que se tome / ella la molestia de matarme." Pues sí, a la chingada; después de todo el propio Karmelo, en otra resaca de aquellas, había escrito: "Nada en este mundo es gratis. / Incluso lo que es gratis / no es gratis de verdad. / Alguien te lo descuenta / de algún lado." Dando y dando, pues, con la perra rabiosa que es la vida.

LAS CRUDAS DE Luis Alberto de Cuenca son naturalistas, como aquella que intuimos en Remedia amoris, cuyo primer alejandrino no sólo es natural sino que trae bajo el brazo una verdad absoluta: "Fue una idea malísima la de volver a vernos." (Siempre lo es, ¿no es cierto, Cristina amiga mía?) A esto siguen intercambios de insultos, reproches de "viejas y sórdidas historias", un "sonoro portazo", y al final lo inevitable: "Bebí entonces. Bebí como los escritores / malditos de hace un siglo, como los marineros, / y borracho vagué por la casa desierta, / cansado de vivir, buscándote en la sombra / para echarte la culpa por haberte marchado." La misma cruda (nótese que el poema está en un pretérito de veras inmediato) que todos hemos padecido, pero puesta en hemistiquios de siete. Otro de Luis Alberto, extraído de Por puentes y fronteras, se llama The day after, y no admite comentario (mío, al menos): "Sin ti, sin ti, sin ti, con tu partida / devorándome el alma, las botellas / tiradas por el suelo y el tabaco / convirtiendo la alcoba en un infierno, / solo y sin afeitar, solo en la cama / que fue anoche tu reino, con las manos / vacías de tu cuerpo y con los ojos / heridos por la luz de tu recuerdo." Otras crudas no son físicas: estiran los términos como ésta de Lizalde: "Yo disfruté en la fiesta. / Perseguí estas mínimas / bestezuelas volátiles / que comen y hablan miel, / entré a saco en los restos / del esplendor antiguo, / me harté en los jardines de gorjeos / cultivados por Góngora y su gente, / anduve entre lagartos ebrios, / monté garzas copiadas de un poema famoso, / hice buches -dorados, eso sí- / con versos pretendidamente filosóficos, / noemas aterciopelados / por las íes y las úes... / y empiezo a hablar así, / póngome a hablar, en seco, de amor / a estas alturas": peda poética que deja la única resaca posible: la de saber que estás donde empezaste.

YO NO SE si el último poema de esta minilista está escrito desde la cruda o no pero lo parece, y es delicado, vivo como una ardilla. En él, Mark Strand hace una cosa que se parece a narrar una fiesta (From the long sad party es el título): "Alguien decía / algo de las sombras que cubrían el campo, / de cómo pasan las cosas, cómo uno duerme hacia la mañana / pero la mañana se va." Acaso recordada la mañana siguiente, la fiesta va tornándose extraña: "Alguien decía / cómo el viento amaina pero regresa, / y las conchas son los ataúdes del viento... Fue una noche larga", aclara el poeta, innecesariamente, "y empezamos a creer / que no terminaría". Pero entonces alguien dice que "la música se había acabado, y nadie se había dado cuenta", y es el final, el mismo final con que termina esta nota y terminan todas fiestas largas y tristes: "Alguien dijo algo de los planetas, de las estrellas": how small they were, how far away: qué pequeños eran, qué lejanos.

[email protected]

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.