Usted está aquí: martes 24 de mayo de 2005 Opinión Intelectuales orgánicos y transgénicos

Marco Rascón

Intelectuales orgánicos y transgénicos

Para Antonio Gramsci el concepto de "intelectual orgánico" de las clases es parte activa de la sociedad civil en la lucha por la "hegemonía". Por eso, tanto el poder como las clases subalternas que aspiran a él tienen sus respectivos intelectuales orgánicos que expresan sus intereses y aspiraciones en forma polarizada y contradictoria.

En este andamiaje ideológico, bajo el nuevo orden económico y la subordinación ideológica, se ha ido transformando el concepto gramsciano de intelectual orgánico por el de "intelectuales transgénicos", producidos y legitimados, no desde la crítica, sino desde el poder.

Son tiempos en que los intelectuales transgénicos, son "clones" a la medida, sin personalidad, sin ideas propias; un producto homogenizado y libre de asperezas. Con ingeniería genética se les han removido todos los genes defectuosos (conflictivos), como el gen crítico, el de la conciencia, y los han modificado por genes pragmáticos... al igual que las semillas, son híbridos, dejaron de producir pensamiento propio y son instrumento del pensamiento único que garantiza que el poder político, sea llamado de izquierda, centro o derecha, sea lo mismo al servicio del determinismo económico.

Para garantizar la reproducción del poder de facto, surgen los intelectuales transgénicos que reproducen los valores prexistentes; por ello la política ha dejado de tener conexión con la filosofía.

Por ello es un tiempo de híbridos, de gran pragmatismo, de vulgarización de la crítica, confundida con el escándalo, de la sustitución de los políticos por los operadores. Es un tiempo de grandes conceptos vacíos. Es un tiempo en que el pensamiento transgénico se considera indispensable, pues, si bien acaba con la diversidad, lo hace de la misma forma en que los alimentos transgénicos, "acaban con el hambre" y reparten a cada ciudadano una pequeña esperanza de poder.

La sociedad civil transgénica busca el poder insustancial y por ello se adhiere votando por "el menos malo".

La uniformidad de pensamiento sirve para desmontar y marginar la crítica, pues donde casi todos piensan igual se piensa poco.

Contra los intelectuales orgánicos, los transgénicos provienen del poder trasnacional. Son los que ven la posibilidad de "humanizar la globalización" y un día son de izquierda y otro de centro, según el interlocutor y el momento. El pensamiento transgénico trae marca de caducidad.

Es un tiempo de simplismos: estás conmigo o contra mí. Es un tiempo en que se combate a la memoria, porque ésta conspira contra el pragmatismo del presente. Es un tiempo donde la ética es elástica y depende de los montos.

Para el pensamiento transgénico, lo fundamental son los medios, ya que tiene estructura de espot, repetitivo y de 30 segundos, hasta imponerse como verdad a la manera goebbeliana. Lo cuantitativo domina el pensamiento y por ello el razonamiento obstaculiza la fe. Para ello es mejor vivir con la esperanza y desechar las convicciones, pues la primera plantea que hay que esperar, mientras las segundas hacen a todos responsables. Para este tiempo hay un arcón de héroes que sirven para cada ocasión: ¿qué héroe sirve para un día decirse de izquierda y otro reivindicarse de centro?

Para el intelectual orgánico de los subyugados el centro está al fondo a la derecha. Para los intelectuales transgénicos, el centro es la libertad del poder decir una cosa y hacer otra sin que haya consecuencias.

La crítica y el debate, como instrumentos de producción de ideas, eran orgánicos, pues derivaban en decisiones y acciones propias. Con el pensamiento transgénico toda crítica es una conspiración de los adversarios. El pensamiento transgénico tiene éxito actualmente y por ello en cada formación política los transgénicos tienen el poder.

Los políticos transgénicos, creados por el pensamiento transgénico, coinciden en lo fundamental, y por eso, luego de las batallas que movilizan a los televidentes, terminan pactando. Los transgénicos han vulgarizado la política y han desprestigiado la voluntad de cambio. Para los transgénicos hay que hablar todos los días del cambio para que no cambie nada, pues su esencia es una historia híbrida.

La soberanía es un concepto orgánico, desechado por el pensamiento transgénico. Toda idea que genere pensamientos deberá ser sustituida por una idea final, es decir, transgénica. Por eso hoy existe una libertad transgénica, una clandestinidad transgénica, una democracia transgénica, una legalidad transgénica, una ética transgénica, una ideología transgénica, un racismo transgénico, una cultura transgénica, una resistencia transgénica, una sociedad civil transgénica, un humor transgénico, una libertad de expresión transgénica, movilizaciones transgénicas, proyectos alternativos transgénicos, una izquierda transgénica, una historia transgénica, religiones transgénicas, un poder transgénico, partidos transgénicos, elecciones transgénicas e intelectuales transgénicos.

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