Usted está aquí: domingo 22 de mayo de 2005 Opinión Monumento artístico

Angeles González Gamio

Monumento artístico

Un defecto de los seres humanos es que solemos acostumbrarnos a lo bueno y ya no lo apreciamos; lo mismo se aplica a las relaciones con las personas que al entorno urbanístico. Nuestra ciudad tiene sitios extraordinarios, muchos de los cuales transitamos con frecuencia y no nos percatamos de su belleza. Un caso es Ciudad Universitaria, desarrollo urbano que impresiona a los extranjeros, con su mezcla notable de arquitectura, arte y paisaje, y nosotros solemos cruzarla y no le lanzamos ni una mirada de reojo.

Su construcción se dio en una época en la que teníamos abundancia de talento, creatividad y... dinero. Eran los años cuarenta del siglo XX, cuando llegaban a México las nuevas teorías arquitectónicas del movimiento moderno, principalmente con las ideas de Le Corbusier. Aquí varios arquitectos se oponían a la mentalidad tradicional de la Academia y buscaban hacer una arquitectura acorde con las necesidades sociales, aprovechando las nuevas tecnologías.

Paralelamente se gestaba una tendencia de rechazo a las viejas instalaciones del Barrio Universitario, que de acuerdo con los radicales ya no cumplían su función: los espacios eran insuficientes, poco ventilados, con luz escasa, sin posibilidades de crecimiento.

Todo ello se conjuntó para convencer al entonces presidente, Miguel Alemán, de construir una ciudad universitaria fuera de la zona céntrica; tras explorar varias opciones se decidió levantarla en la zona de pedregales que había formado la explosión del volcán Xitle mil años atrás. Se convocó a un concurso abierto para estudiantes y maestros de la Escuela Nacional de Arquitectura, que ganaron un trío de jóvenes, que al paso de los años serían destacados arquitectos: Armando Franco, Teodoro González de León y Enrique Molinar. Su propuesta se incorporó al magno plan maestro de Mario Pani y Enrique del Moral, cuya ejecución coordinó Carlos Lazo. El trabajo de este último constituyó una hazaña, ya que tuvo que articular el trabajo de un gran número de arquitectos, ingenieros, artistas, artesanos y hasta niños de todo el país, que recolectaron piedras para hacer los murales de la Biblioteca Central. El resultado fue espectacular y la Ciudad Universitaria ha seguido creciendo, sin perder belleza ni funcionalidad.

Indudablemente es el ejemplo más representativo de la arquitectura moderna mexicana, razón por la que justificadamente se está buscando que sea declarada monumento artístico, como paso previo para solicitar que sea declarada Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO.

Muy oportuno resulta en estos momentos el número más reciente de la revista A pie. Crónicas de la ciudad de México, que está dedicado a la relación de la ciudad y la universidad, ya que la riqueza de los textos que contiene nos permite conocer su evolución a través de la historia de la capital, la creación de Ciudad Universitaria, su impacto urbano, y el arte que la adorna por todas partes, que la convierte en un inmenso museo vivo. De lo primero nos hablan Luis Ortiz Macedo, Teodoro González de León, Vicente Quirarte y Carlos Monsiváis; de lo segundo Felipe Leal y de lo último Teresa del Conde, descubriéndonos obras de arte que no nos habíamos percatado que estaban ahí, como el mosaico vidriado que realizó Francisco Eppens en la Facultad de Odontología, o el de José Chávez Morado en la Facultad de Arquitectura.

Del pasado, presente y futuro de la universidad habla el rector Juan Ramón de la Fuente en una extensa entrevista, en la que con orgullo nos enteramos que recientemente se hicieron dos evaluaciones globales de las universidades; una que realizó el rotativo londinense Times y otra el Instituto de Altos Estudios de la Universidad de Shangai, China, y en ambas la UNAM sobresale como la mejor universidad de América Latina.

A pie también tiene colaboraciones de Gonzalo Celorio, Roberto Meli, Fernando Peña, René Drucker, Angélica Pino, Edgar Tavares, Carlos Aguirre y Manuel Perló. La imagen gráfica es soberbia, con fotografías antiguas y actuales, aéreas y planos. Se puede adquirir en el Consejo de la Crónica, en su sede de Venustiano Carranza 2, Centro Histórico, o en las librerías Educal, Péndulo, Madero, Pórtico, Sanborns y Gandhi.

Como andamos por el sur, vamos a aprovechar para saborear buena comida poblana en Las Cazuelas de la Abuela, que se encuentra en el centro comercial San Jerónimo. De entrada lo reciben con unas clásicas chalupitas. La sopa de habas es una sabrosura, al igual que el pipián verde, y desde luego no tiene pierde el mole. De postre, dos buenas opciones son el budín de maíz o la capirotada que, por cierto, preparaba muy bien mi abuela.

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