Usted está aquí: lunes 16 de mayo de 2005 Economía Cobrar impuestos

León Bendesky

Cobrar impuestos

Los impuestos son obligatorios. En sentido estricto no son contribuciones, como a veces se les dice. Por eso no se pagan con gusto; lo malo es que puede ocurrir que tampoco se cobren de modo eficiente. Eso pasa con la Secretaría de Hacienda, que cada vez tiene más dificultad para cobrar los impuestos, con un costo grande no sólo para el fisco, sino para la sociedad.

Franklin D. Roosevelt decía: "Los impuestos son las cuotas que pagamos por el privilegio de ser miembros de una sociedad organizada". Privilegio es cuando lo que se paga al gobierno se devuelve en forma de bienes y servicios cada vez mejores y accesibles para la gente. Sociedad organizada es cuando esas cuotas son equitativas entre los distintos grupos y, también, parejas en cuanto a su exigencia, es decir, que no sean los causantes cautivos quienes sostengan a los que deberían pagar y no lo hacen.

Que no paguen los que deben hacerlo puede ocurrir ya sea que la ley lo permita o porque el sistema impositivo tiene tantas deficiencias que son aprovechadas para eludir el pago. Vacíos en la legislación se les llama, lo que lleva a que unos impuestos se hagan incobrables, otros entren en litigio, que suele ser perdido por la autoridad fiscal, y unos más que se convierten en créditos fiscales y se devuelvan a los causantes.

Según informa Hacienda, la recaudación total cayó en el primer trimestre del año 4.6 por ciento, ya descontando el efecto de la inflación, y eso que el crecimiento del producto en el mismo lapso se estima en 3 por ciento y que el total de contribuyentes ha llegado a 12.9 millones. Así, los recursos que no entraron a las arcas públicas equivalen a 23 por ciento del presupuesto de gastos de la Federación.

El economista inglés J. M. Keynes señaló con ironía que "eludir los impuestos es el único esfuerzo intelectual que genera una ganancia", y a esto se dedican un ejército de contadores, abogados y fiscalistas principalmente en beneficio de los más grandes contribuyentes. Eso pasa en todos lados, pero en algunos suele haber consecuencias, como en el caso Enron o de la famosa Martha Stewart.

¿Por qué hay tantos hoyos en la legislación mexicana que facilitan eludir el pago de impuestos? Una parte debe asociarse a que las normas están mal establecidas o son anacrónicas, otra parte a la habilidad de los especialistas en impuestos que ven cómo pagar menos, otra más tiene que ver con los ineficaces procesos de fiscalización de los causantes y con los complejos procedimientos que debe seguir el Sistema de Administración Tributaria para iniciar procesos, lo que no parece ser casualidad.

No puede descartarse la endémica corrupción del aparato oficial de recaudación de impuestos. Pero todo esto se vincula finalmente con los enormes intereses creados entre el sector privado, el gobierno y hasta los legisladores para reducir las cargas impositivas a los más grandes causantes. Por eso es que, como dijo Federic Bastiat, "el gobierno es la gran ficción por la cual todos pretenden vivir a expensas de los demás".

Es cierto que, como afirmó Calvin Coolidge: "cobrar más impuestos de lo que es absolutamente necesario es un robo legalizado", y lo es aún más cuando quienes pagan más son los causantes cautivos, o sea, los que tienen un salario. Estos pagan ahora una mayor cantidad de impuestos que los derivados de las ganancias de las empresas. Y eso en un país donde los niveles de salario promedio no son para provocar orgullo, pero donde las grandes empresas y los bancos ya extranjeros reportan ganancias muy elevadas. A Coolidge puede seguir, entonces, la afirmación de Leona Helmsley, empresaria hotelera sentenciada a prisión por fraude fiscal: "Sólo la gente pequeña paga impuestos". En México esta es una verdad de Perogrullo.

Mientras tanto el fisco sigue sobreviviendo de los impuestos que cobra a Pemex por la exportación de petróleo y mejor ahora que tiene un precio muy alto. También se financia de una deuda interna que ha venido creciendo de manera muy rápida durante este gobierno.

Los que han diseñado las reformas económicas del país desde principios de la década de 1980 no han podido darle vuelta al sistema fiscal, y no por falta de capacidad. Así, quisieran hacer realidad la postura de Milton Friedman, quien dijo: "Estoy a favor de reducir los impuestos en toda circunstancia, por cualquier razón y en cualquier oportunidad que sea posible", pero no se puede, porque ni siquiera cobran los que hay.

Queda, pues, abierta la pregunta que se hizo a mediados de los años 60 el economista Nicholas Kaldor, luego de una estancia de estudio en el país, y ésta era: ¿cuándo aprenderá a cobrar impuestos el gobierno mexicano? Se sorprendería el buen Kaldor de que cuatro décadas después no tengamos aún una respuesta en los términos en que planteó la cuestión.

En tanto es cada vez más evidente que hay un enorme problema en la gestión fiscal para conseguir los recursos con los cuales financiar las funciones del gobierno y del sector público, pero también para que haya condiciones favorables a la actividad de las empresas y al aumento del empleo y los ingresos de la población. No hay secretos, y un grave error es hacer como que no se sabe lo que bien se sabe.

 
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