Usted está aquí: sábado 14 de mayo de 2005 Opinión La insoportable falta de equidad en la agricultura

Víctor M. Quintana S.

La insoportable falta de equidad en la agricultura

Tal vez sea ésta una tarea para Julio Boltvinik en sus excelentes colaboraciones de los viernes. Pero no me pude resistir a darle un primer llegue al estudio que publica el Sistema de Información Agropecuaria de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa): "El ingreso rural y la producción agropecuaria en México (1989-2002)", elaborado con base en las encuestas nacionales de ingresos y gastos de los hogares publicadas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).

Porque aun para los más legos en economía nos resulta muy claro, inclusive con las cifras oficiales, lo que las políticas de ajuste y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) han significado para la agricultura mexicana en términos de ingreso: mayor concentración del mismo. Falta de equidad. Crecimiento asimétrico. Desigualdad. Expansión económica sin desarrollo.

Ciertamente: la producción agropecuaria viene creciendo sostenidamente desde 1990, inclusive sin caer en el bache del resto de la economía en 1995. Pero el crecimiento no ha sido parejo: desde el año que entró en vigencia el TLCAN, 1994, han experimentado mayor crecimiento las producciones de frutas y hortalizas y de forrajes. Las primeras incrementaron su aporte a la producción agropecuaria total de 31 por ciento en 1994 a 35.4 por ciento en 2002. La segunda, en el mismo lapso, pasó de 15.7 a 18.4 por ciento. Mientras tanto los cereales cayeron de 25.2 a 19.7 por ciento.

La producción de frutas y hortalizas ha sido altamente beneficiada por la apertura comercial y el TLCAN. Ha aportado más de las dos terceras partes de las exportaciones agrícolas y de 1991 a 2002 experimentó un crecimiento anual de 7.3 por ciento, como en las promesas de Vicente Fox. Del lado contrario, la producción de granos básicos (arroz, frijol, maíz, sorgo y trigo) tuvo una tasa anual de menos 2.0 por ciento en su crecimiento. Es decir, decreció sostenidamente.

El optimismo de Sagarpa se documenta también con el crecimiento de la población ocupada en el sector agropecuario. Pero aquí es fundamental la desagregación, pues si bien en pesca y silvicultura se crearon cerca de 10 mil puestos de trabajo entre 1994 y 2001, y más de 130 mil en ganadería, en agricultura se perdieron 109 mil en ese periodo. La ganancia neta de empleos en el sector en los primeros siete años del TLCAN fue de poco más de 36 mil.

Lo terrible es que el ingreso real de esos puestos de trabajo se fue por los suelos. De 15.5 pesos diarios (pesos de 1993) en 1991 se cayó a 10.4 pesos en 2002: eso quiere decir que los trabajadores del campo han prácticamente multiplicado por 1.5 lo que producen, pero ha disminuido en 50 por ciento lo que les pagan.

El estudio citado celebra también que en 2002 el ingreso rural registró su mayor nivel histórico y el más alto crecimiento anual, 37 por ciento superior al de 2000. Esto repercutió en un incremento de los ingresos de los hogares rurales. Pero éste fue desigual, pues mientras el ingreso de los hogares con más bajos índices se incrementó en promedio 3.3 por ciento, el de los hogares con más altos ingresos aumentó el doble: un promedio de 6.6 por ciento. Así, las familias de altos ingresos (dos deciles de 10) concentran más de la cuarta parte del ingreso rural. Para ser más exactos, 28.4 por ciento: 13 puntos porcentuales más que en 1994.

Así las cosas, el estudio oficial tiene que admitir que la distribución del ingreso total rural en 2002 es menos equitativo que en 1989 e inclusive que en 1994, medida de acuerdo con el coeficiente de Gini.

Para terminar se dan cifras que explican tanto el incremento de la falta de equidad en el campo como la migración de los campesinos: el valor de la producción de todos los granos básicos, es decir de los productos básicamente campesinos, experimentó una evolución continua y decreciente de 1990 a 2002.

No hay más que decir. Las políticas neoliberales y el TLCAN han significado para la agricultura campesina mexicana enriquecimiento de unos cuantos, ligados a la producción exportadora, sobre todo de frutas y legumbres, o a la producción interna de forrajes; es decir, a la producción de alimentos para los extranjeros o para los animales. También han significado empobrecimiento de los productores de alimentos básicos para gente de este país, que sólo han podido subsistir gracias al enorme aporte de las remesas de sus propios migrantes. La Sagarpa ha funcionado como la secretaría de la agricultura de los ricos. El desarrollo rural ya no le importa, sólo la sumisión de nuestro campo a la nueva fase agroalimentaria impuesta por las trasnacionales y los instrumentos de éstas, como la Organización Mundial de Comercio.

 
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