Usted está aquí: sábado 14 de mayo de 2005 Cultura La música que cura

La música que cura

La cantidad de tesoros musicales que anidan en los anaqueles de las novedades discográficas es tan insospechada como fascinantes los procesos de su descubrimiento.

Un buen título, una portada idónea, apenas cuatro palabras y una imagen son suficientes para seducir al melómano.

Las cuatro palabras son: La Tarantella. Antidotum Tarantulae, y es el título de este disco compacto bajo el sello independiente Alpha. La imagen es la que reproducimos arriba de estas líneas, y que ilustra la portada de este disco, cuya fascinación es inagotable.

Grabado en París, en diciembre de 2001 y fuera de la voracidad de las disqueras trasnacionales, pertenece a la serie Les chants de la terre (Los cantos de la tierra) y financiado por Le Fonds pour la creation musicale.

Contiene 17 tracks en su material de audio, y su cuadernillo es un auténtico tratado del tarantismo, término acuñado después de la Edad Media y que designa la fascinación de la cura con música.

Varios ensayos, escritos por expertos, conviven en este tomito grandioso con la poesía que cantan los músicos, citas literarias y fotografías de tarántulas que van de lo fascinante a lo terrorífico, como el big close up a los ojos de uno de estos animalitos y que constituye una de sus armas letales: la mirada ubicua.

Para ubicuidad, la de la tarantela, ese gran tópico que el mundo cree conocer pero que encierra en realidad toda la magia, todo el saber, todo el conocimiento de milenios.

No es la tarantela napolitana de tarjeta postal con mandolinas y lererés y lararás y otras ñoñerías. Es en cambio una música de shock, de espasmo, de alto impacto emocional y anímico y físico que hunde sus raíces en la negra espalda del tiempo y en la soleada antigüedad mediterránea.

El tarantismo tiene antecedentes nobles. En la mismísima mitología griega encontramos la primera tarantela, que las diosas de la gracia hicieron sonar para salvar a Ulises de las sirenas y sus cantos, pues si las sirenas no tienen piernas, no pueden bailar la tarantela.

Tarantela viene de tarántula, que a su vez viene de Taranto, pequeña población del reino de Nápoles donde fueron descubiertas en demasía de número y poderes.

Las pasiones que desata su veneno sólo puede ser curado con música, con tarantelas, según descubrieron los antiguos, y fundaron lo que hoy conocemos como musicoterapia, esa manera de curar con la vibración adecuada de la música adecuada y los colores adecuados para volver a poner en armonía el cuerpo, la mente y el espíritu.

Entre las muchas maneras de curar con tarantelas, se incluye en este disco una ceremonia fúnebre que es en realidad la infinita repetición de las bodas de Eros y Thanatos que culmina con un grito de mujer y esa música no es otra cosa que un orgasmo.

Pablo Espinosa

 
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