Usted está aquí: jueves 12 de mayo de 2005 Opinión Carta de Nueva York

Miguel Marín Bosch*

Carta de Nueva York

Durante el presente mes se está llevando a cabo en esta ciudad una muy concurrida conferencia sobre todos los aspectos de la problemática nuclear. Desde el 2 de mayo (y hasta el 27 del mes) los representantes de los 189 estados partes en el tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP) están examinando el funcionamiento de ese instrumento multilateral. Con ese mismo fin se han venido reuniendo cada cinco años desde 1975.

Al igual que en las ocasiones anteriores, la presente conferencia ha atraído mucho interés de aquellas organizaciones no gubernamentales dedicadas a promover el desarme y la no proliferación nuclear. En esta ocasión se registraron más de mil 500 representantes de la sociedad civil, que participaron en la manifestación que organizaron la víspera de la inauguración, el domingo 1° de mayo. Los manifestantes marcharon por las calles de la ciudad y se concentraron en Central Park. Se calcula que hubo varias decenas de miles de personas, incluyendo más de 100 alcaldes del movimiento Alcaldes para la Paz que encabezan los presidentes municipales de Hiroshima y Nagasaki. Además asistieron algunos sobrevivientes (conocidos como hibakusha) de los ataques atómicos sobre esas ciudades, hace casi 60 años.

Sin embargo, a diferencia de las anteriores conferencias quinquenales, esta reunión ha tenido un arranque muy complicado. En efecto, hasta hace un par de días ni siquiera habían podido llegar a un acuerdo sobre su agenda. Y sin agenda no se puede hacer nada. Esto quizás sea lo que buscan algunos gobiernos.

Esa parálisis inicial fue producto de las profundas diferencias que existen entre las partes acerca de la finalidad del TNP. En efecto, hay interpretaciones muy distintas sobre el alcance de las disposiciones del tratado. Para la inmensa mayoría de las partes, el TNP es un pacto con doble fin: primero, evitar que más y más países adquieran armas nucleares, y segundo, asegurar que los estados que ya las tienen las vayan eliminando. La expresión "no proliferación de las armas nucleares" tiene dos significados: la proliferación a otros estados (proliferación horizontal) y la eliminación de los arsenales existentes (proliferación vertical). En otras palabras, el TNP se negoció para hacer de nuestro planeta (una vez más) una zona libre de armas nucleares. Esta opinión ha sido avalada en las pasadas conferencias del TNP, la asamblea general de Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia.

Pero hay otra opinión, muy minoritaria y encabezada por la administración del presidente George W. Bush, que sostiene que el TNP es única y exclusivamente un tratado para prevenir la proliferación horizontal de las armas nucleares. De ahí que, en sus contactos con los medios de comunicación, Washington haya enfatizado que la actual conferencia debe centrarse en el peligro que representan tanto Pyongyang como Teherán y la amenaza del terrorismo nuclear que podrían perpetrar actores no estatales. De ahí también que se resista a aceptar una agenda que refleje la opinión de la inmensa mayoría de los estados partes.

También hay importantes diferencias en torno a otro aspecto del TNP: el uso con fines pacíficos de la energía nuclear. Cuando se negoció, hace cuatro décadas, la comunidad internacional abrigaba la esperanza de que se podrían derivar muchos beneficios de la energía nuclear. Inclusive, el TNP contempla la posibilidad de realizar explosiones nucleares con fines pacíficos. Por ejemplo, en la construcción de canales. Con el tiempo no pocos países abandonaron sus proyectos nucleares no militares. Algunos han decidido clausurar sus centrales nucleares. Empero, dado el precio del petróleo, hoy se vuelve a hablar de las bondades de la energía nuclear.

Pero la conferencia del TNP no ha podido iniciar la discusión de los temas anteriores. Las ONG presentes en Nueva York han ofrecido sus buenos oficios para ayudar al presidente de la reunión, el embajador Sergio Duarte, de Brasil, a encontrar una salida al problema. Varios grupos de países también han tratado de auxiliarlo. Entre esos estados están los siete que integran la coalición de la nueva agenda (Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelandia, Sudáfrica y Suecia). Esa coalición es la que en la conferencia de 2000 logró que todos los gobiernos, incluyendo la administración del presidente Bill Clinton, aceptaran la interpretación mayoritaria del TNP, especialmente en lo que se refiere a la obligación de avanzar hacia el desarme nuclear. Ninguno de los cinco estados poseedores de armas nucleares que han ratificado el TNP ha cumplido con esa obligación. Hablamos de China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia.

En las últimas décadas muchos países se han adherido al TNP y hoy es casi universal. Sin embargo, las naciones que lo integran aún no han logrado ponerse de acuerdo sobre cómo hacer frente al de-safío que representan los tres estados con arsenales nucleares (India, Israel y Pakistán) que se han mantenido al margen de dicho instrumento. He ahí otro tema de debate.

Dada la actitud de Washington hacia los foros multilaterales en general y los tratados de desarme en particular, se antoja complicada (por no decir imposible) la tarea del presidente de la conferencia. Ante un posible fracaso de la reunión, será muy importante que quede muy claro quiénes fueron los culpables. Y aquí será fundamental el papel del presidente. En vista de la influencia de Estados Unidos sobre los medios de comunicación, será difícil difundir una versión fehaciente de lo ocurrido estas semanas en Nueva York. Pero el presidente tendrá que hacerlo.

* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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