Leandro Arellano Odiseo y Reyes: viajes paralelos ![]() En la vasta bibliografía de Alfonso Reyes ocupan lugar prominente dioses y héroes de la Antigüedad, a quienes el escritor trata como si cada tarde se reuniera con ellos en las plazas de Atenas. A unos los admira, de otros se compadece, con éstos juguetea. Pero hay entre todos uno por quien exhibe una marcada simpatía, a quien cita repetidamente con entusiasmo: Odiseo. ¿De dónde emana su inclinación por ese personaje poco atractivo a primera vista? ¿Por qué su afecto a ese aventurero medio escurridizo? ¿Acaso no había otros protagonistas con mayores merecimientos que aquél, como parecen evidentes los de Aquiles o los de Ayax, los de Diomedes o Menelao, o incluso los de los conmovedores generales troyanos como Héctor o Príamo, o el mismo Eneas? Dos notas reiteradas observamos en Reyes cuando se refiere a Odiseo. Una es su admiración por lo que Odiseo representa y, la otra, cierta nostalgia gozosa por sus aventuras. Homero nos advierte que un dios junta a cada cual con su semejante; y así, uno y otro, ante circunstancias adversas, erraron fuera de su patria por largo tiempo, abrumado de contratiempos el capitán de los itacenses y no exento de motivos de amargura el mexicano. Odiseo desde que se embarcó hacia Troya en obediencia a la lealtad aquea, Reyes al establecerse en Europa tras la muerte de su padre, condenado por la Furias de la política mexicana. Si es cierto que todos estamos influidos por todos, también lo es el hecho de que cada uno va amasando su propia personalidad. Reyes repite a Homero para referirse a Odiseo como modelo de prudencia y de astucia dos valores a menudo contrapuestos, como guerrero aventajado en ardides, como viajero alerta a quien no abatió el canto de las sirenas. De su prudencia da cuenta Homero con varios motivos: cuando Odiseo es elegido para persuadir a Aquiles a que deponga su cólera; o mejor aún, cuando convence a Agamenón de dar sepultura, conforme al ritual, al cadáver de Ayax. Su astucia se evidencia a cada paso: en el ardid del Caballo de Troya, en el engaño al gigante Polifemo, etcétera. Con méritos paralelos, Reyes revela ambas virtudes: la primera en su determinación por dedicarse a la literatura renunciando para siempre a la política (una decisión asumida voluntariamente a la muerte de su padre aunque nos sea imposible imaginarlo haciendo otra cosa), así como en la significación de su obra (su confesión de que había elegido las literaturas de la Antigüedad clásica para no invadir territorios que transitaban amigos y contemporáneos). De su astucia deja testimonios en la habilidad para salir airoso en las distintas embajadas que le fueron encomendadas, capoteando a los generales presidentes de la República, en tiempos revueltos de nuestro país. ![]() Uno y otro fueron tocados por embrujos y encantamientos; son famosas las del héroe griego y algo menos las del mexicano, como fue el ofrecimiento de la Secretaría Particular de Victoriano Huerta, Presidente en un país en donde el poder político lo puede todo. Odiseo renunció al espejismo de las sirenas atándose al mástil, Reyes abrazado a sus libros. Igual que el príncipe griego, Alfonso Reyes anduvo errante entre mares y fronteras durante más de dos décadas. "Los diplomáticos, escribió en una carta a Celestino Gorostiza, somos criaturas arrebatadas por un mal tiempo que nos lleva de un puerto a otro." Atado como se hallaba a la doble disciplina de los deberes diplomáticos y de su biblioteca y añorando las peregrinaciones del héroe griego, Reyes se desquitaba construyendo aventuras y navegaciones desde su biblioteca. Y si Odiseo, al acabar el sitio de Troya, anduvo a la deriva por mares desconocidos, enfrentado a la ira de Poseidón, Reyes iba y venía entre Madrid y París, entre Río de Janeiro y Buenos Aires. Hasta que al fin los dos retornaron a la patria: Odiseo protegido por Atenea, su diosa tutelar, y Reyes por las Musas, las Gracias y más de medio Olimpo. Aquél a retomar el trono de Ítaca, éste a ocupar el de las letras mexicanas. Como Odiseo, Reyes poseía una energía prodigiosa: la cantidad de libros que escribió, tradujo, prologó, las instituciones que fundó y dirigió, bastarían para comprobarlo. Mas debemos tener en cuenta que durante la mayor parte de su vida Reyes mantuvo un horario de trabajo en la burocracia, que le aportaba el sustento de su familia. A esta intensa actividad todavía cabe agregar las horas que dedicaba a la tertulia y a la vida social, actividades que tanto disfrutaba. ![]() En contra de cierta acusación de ser un autor libresco, el trato con su biografía a quienes no lo conocimos personalmente nos deja el convencimiento de que sus experiencias vitales, estimuladas por el soplo que anima al poeta, constituyeron el combustible de su obra. Reyes comprendía que la literatura ha de alimentarse de la experiencia común y por encima de los placeres literarios ubicaba la amistad de los hombres. En varias partes repite que los libros representan una amistad atenuada de los hombres. Él mismo surge a la vida pública con el grupo de amigos que integraba el Ateneo de la Juventud y toda su vida mantuvo abundante correspondencia. De las tertulias durante su permanencia en España y Francia, así como de la vida social de su estancia en Argentina y Brasil, Reyes informa a sus amigos y corresponsales, igual que las refiere a lo largo de su obra. Descubrió a temprana hora que socializar representa el grado más alto de la civilización. Por eso alababa a los hombres de acción ese prurito que nos hace inmortales por un instante, a quienes equipara con los del pensamiento. Ya Salustio, el historiador romano amigo de Julio César, nos había prevenido de que "tanto los que actuaron como los que escribieron las acciones de otros reciben gran alabanza". Reyes lo sabía. Y como su héroe, tampoco Reyes estuvo exento de socarronería. Odiseo lo hace manifiesto ante los encantos de Circe y Reyes cuando intenta escalar los Alpes suizos, según nos ha relatado Elena Poniatowska, igual que en alguna otra tentación que se le atravesó en Brasil, de la que el mismo escritor da cuenta. Mas llega el tiempo en el que impulsados por una lealtad superior a nosotros mismos debemos acogernos a la patria, volver a la familia y a los amigos. Don Quijote lo entendió sólo la víspera de su muerte; para Reyes y Odiseo fue el comienzo de una nueva etapa en sus vidas. Con todo, de vuelta en Ítaca y consumada la reanudación de su reinado, se apaga en la epopeya la figura de Odiseo; en cambio la de Reyes se agiganta. Con sencillez continuó su trabajo literario, cuando era ya seguramente el mayor escritor de la lengua española de su tiempo. Acaso resulte difícil captar la compleja personalidad del héroe griego. Su nombre mismo, Odiseo, el odioso, contribuía a su personalidad compleja. "Perito en malas artes" lo llama Agamenón y lo acusa de tramposo, de provenir de raza equívoca, en referencia a su abuelo acusado de ladrón. Homero lo califica de muchos modos, pero siempre con simpatía y en tono de alabanza. A Reyes, si al principio de su carrera de escritor hubo quien lo acusó de escapista, cuando dirigía el Colegio de México era querido de todo el mundo, según nos informa Antonio Alatorre. ![]() Odiseo es uno de los héroes griegos de quien disponemos mayor información y de quien desconocemos su muerte. La que nos refiere una leyenda fue una muerte ni indigna como la Ayax, ni trágica como la Héctor. Bendito Odiseo porque de él no se ocuparon los Trágicos. Por su parte, Reyes se dio el lujo de contarnos los avisos de su muerte. Acaso la acción más inaudita de Odiseo, siguiendo a Homero, sea la matanza de los pretendientes: medida extrema en un hombre que, ante todo, dialogaba. Nadie menos que Cervantes observó que a Odiseo lo llamaron prudente: "por su mucho andar y comunicarse con gentes y naciones". Los generales de las tribus griegas confederadas eran hombres de pasiones elementales. Odiseo era más complejo: era más civilizado. Por eso desconfiaban de él. En medio de hombres rudos y valientes él era un entendido, un hombre que razonaba. Por esa misma causa también fue predilecto de Reyes. Él mismo nos da la clave de su entusiasmo por el héroe: en su ensayito "Odiseo", citando a Hazlitt, nos informa que Odiseo padecía, en medio de los aguerridos guerreros aqueos, las desventajas de la superioridad intelectual. La trayectoria de uno y de otro puede ser motivo de inspiración para el viajero, así se embarque en jornadas físicas o espirituales. |