Usted está aquí: viernes 6 de mayo de 2005 Opinión Brasil: por qué marchamos a Brasilia

Joao Pedro Stedile*

Brasil: por qué marchamos a Brasilia

El día 17 de abril de 1996, dos pelotones de la Policía Militar de Pará, con 200 soldados cada uno, recibieron órdenes para cercar un campamento de los Sin Tierra en la Curva de la S, municipio de El Dorado dos Carajás, y dar una lección a los vagabundos que insistían en querer trabajar la tierra. Cada pelotón salió preparado de su cuartel en Parauapebas y Marabá. Sin identificación en el uniforme. Sin registro de armas y munición. Eran órdenes superiores. Gobernaba el estado de Pará el señor Almir Gabriel (del Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), gobernaba la colonia de Brasil el procónsul de Estados Unidos y príncipe de los sociólogos, Fernando Henrique Cardoso. Después de algunas horas, la masacre: 19 Sin Tierra asesinados. Uno de ellos, el joven Oziel da Silva, con apenas 18 años y líder del campamento, fue apresado, inmovilizado y asesinado a culatazos frente a todos los soldados, exigiendo que aún siguiera gritando: "Viva el MST". Otros 69 quedaron gravemente heridos y hasta hoy padecen secuelas que los inutilizaron para el trabajo agrícola. Frente a la barbarie perpetrada por el Estado brasileño al servicio de las elites, Vía Campesina internacional, casualmente reunida en la misma fecha en su segunda conferencia, en la ciudad de México, declaró entonces al 17 de abril Día Internacional de Lucha Campesina. Desde entonces, todos los años, en un número creciente de países, las organizaciones campesinas realizan luchas y movilizaciones, en la brega por la reforma agraria y en la defensa de sus derechos. La masacre de Carajás por lo menos sirvió de motivación para que los campesinos de todo el mundo lucharan más.

Aquí en Brasil también tenemos obligación de no olvidar jamás esas escenas de brutalidad cometidas por nuestra elite. Esta grita todo los días en sus canales de televisión contra la barbarie cometida por los lumpen, en las cárceles, en los secuestros repulsivos. Pero se olvida de sus propias barbaries. Se olvida de que la proliferación de los lumpen es solamente producto de la bestialidad institucional del sistema capitalista, que organiza la sociedad solamente para el individualismo y la obtención de lucro. Y los pobres, cuando resuelven imitar, se transforman también en bárbaros.

La marcha a Brasilia

En este año resolvimos conjuntamente -el MST y los movimientos sociales articulados en Vía Campesina Brasil- realizar una gran marcha a Brasilia. Saldremos de Goiania el primero de mayo, y vamos a caminar durante 20 días, hasta llegar a la capital federal. La novedad de esa marcha no es el acto de caminar en sí, que hace parte de las formas de movilización campesina, sino el número de caminantes. Congregaremos a más de 10 mil personas, hombres, mujeres y niños, venidos de 23 estados de Brasil, para, reunidos, encaminarnos, protestar y llamar la atención de la sociedad brasileña sobre la grave situación de pobreza y desigualdad en el campo.

¿Y por qué tanto sacrificio?

Marchar todos los días 10 mil personas -llevando junto cocina, sanitarios, agua- exigirá un enorme sacrificio de todos los participantes. Pero el sacrificio mayor es esperar toda la vida parados, inmovilizados por la pobreza y por la ignorancia. Movilizarse, luchar, ya es un acto de dignidad contra el sacrificio social histórico que es impuesto a los pobres en el país. Vamos a caminar para llamar la atención de la sociedad brasileña sobre el hecho de que la reforma agraria está paralizada. Hicimos un acuerdo con el gobierno de Lula en noviembre de 2003, en el cual se comprometió a asentar 430 mil familias en sus tres años de mandato que todavía le restaban. Y el gobierno se comprometía a priorizar a las familias de los campamentos. Pasó casi un año y medio, y hasta ahora el gobierno no ha honrado su compromiso y ha asentado a menos de 60 mil familias. Faltan 20 meses de mandato y 370 mil familias aún no han sido asentadas. El gobierno no está aplicando el plan nacional de reforma agraria, y es ahí que se da el desplante de anunciar recortes en el presupuesto, para pagar intereses de la deuda interna a los banqueros.

Y ese será el segundo motivo de nuestra marcha. Sabemos que la realización de la reforma agraria no es solamente una cuestión de voluntad política o de compromiso personal del presidente. Depende de la política económica. Depende de un proyecto nacional de desarrollo. Y estaremos marchando, entonces, para ir a Brasilia y decirle al gobierno que cambie su política económica, si quiere viabilizar la reforma agraria y resolver los problemas del pueblo. Todos sabemos que la actual política económica es la continuidad de la política neoliberal del gobierno anterior. Los mandamases del Ministerio de Hacienda y del Banco Central son todavía los mismos pajarracos de hace ocho años. Esa política que se fundamenta en la prioridad del superávit primario, en altas tasas de interés y en el estímulo a las exportaciones tiene como resultado solamente utilidades fantásticas para los bancos y las trasnacionales. Concentración de la renta y aumento del desempleo. Basta leer los periódicos, no se necesita ser economista para comprender su naturaleza.

Vamos a Brasilia a decir que es hora de utilizar los 60 mil millones de reales del superávit primario para aplicarlos en inversiones que garanticen empleo para todos. Emplearlos en educación, en la universidad pública y en la salud pública. Vamos a decir que, si ellos quieren imitar tanto a Estados Unidos, deben adoptar su tasa de interés, que es de apenas 2.5 por ciento y no el 19 por ciento que nos cobran. Vamos a Brasilia a decir que nuestro pueblo merece un salario mínimo digno. Economías más pobres y menores, como la de Argentina y la de Paraguay, pagan salarios mínimos de alrededor de 500 reales. ¿Por qué la economía brasileña no puede pagar salarios semejantes? Todos los medios de comunicación de las elites, todos los empresarios hipócritamente dicen defender la idea de que nuestro pueblo solamente se liberará de la pobreza y de la desigualdad social si el gobierno prioriza de facto a la mayoría, y garantiza que todo joven tenga acceso a la universidad pública y gratuita. De nuevo, las elites aceptan la tesis de que la educación debe ser la prioridad. Pero no aceptan que el gobierno deje de pagar las deudas interna y externa e invierta los recursos en educación.

Vamos a Brasilia a defender la idea de que es necesaria una auditoría de la deuda externa, para que el pueblo sepa lo que ya fue pagado y lo que seguimos pagando innecesariamente. Nuestro pueblo envía actualmente más de 50 mil millones de dólares en riqueza hacia el exterior. Nuestra elite mantiene 85 mil millones de dólares depositados en cuentas del exterior. La Constitución brasileña determina la realización de una auditoría de la deuda externa. ¡Pero, en ese caso, nadie exige respeto a la Constitución!

Vamos a Brasilia a decir al Congreso nacional que es hora de reglamentar el derecho al plebiscito popular, a las consultas y al referendo, previstos en la Constitución y hasta hoy no reglamentados. El pueblo necesita tener el derecho de ejercer su mandato. Los diputados no pueden usurpar el derecho del pueblo a decidir. Por eso, apoyamos el proyecto de ley elaborado por la Orden de Abogados de Brasil y la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, que se está tramitando en la Cámara de Diputados, el cual regulariza el derecho del pueblo a realizar un plebiscito popular para decidir todas las cuestiones que juzgue necesario.

Vamos a Brasilia a defender la democratización de los medios de comunicación masiva. Para que el gobierno deje de cerrar las radios comunitarias. No habrá democracia sin que el pueblo y sus formas de organización social no tengan derecho a la información. Y para eso, las radios y las televisoras comunitarias son fundamentales, así como democratizar las concesiones públicas de televisión.

Vamos a Brasilia a decir que estamos contra el Area de Libre Comercio de las Américas, y a pedir que el gobierno retire de Haití a nuestros soldados. El pueblo de Haití necesita ser soberano, para que él mismo decida sobre su futuro. El pueblo de Haití necesita de nuestra ayuda humanitaria, no de soldados.

Y, para decir todo eso en Brasilia, esperamos contar con la participación de todos ustedes. El 17 de mayo llegaremos a Brasilia y realizaremos una gran marcha para entregar a los tres poderes nuestras demandas.

Traducción: ALAI

* Dirigente del Movimiento Sin Tierra y de Vía Campesina Brasil

 
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