Usted está aquí: miércoles 4 de mayo de 2005 Opinión Y después del silencio...

Antonio Ortiz Gritón

Y después del silencio...

En el panorama del arte contemporáneo son extremadamente pocas las obras que de manera contundente abordan las problemáticas políticas y que inclusive muestran la función real del arte en la sociedad actual. Entre estas contadas obras de arte se encuentra el Caballo de Troya realizado por el artista Rolando de la Rosa (el mismo creador que en 1988 escandalizó a Pro vida y al Ejército mexicano con una instalación en el Museo de Arte Moderno, MAM); caballo que, construido con decenas de huacales de madera, no se exhibió en la reciente Feria de Arte Contemporáneo Maco o en el ahora anquilosado MAM, sino que se desplazó majestuosamente entre el torrente del millón de personas que acudió a la marcha del silencio y en defensa de la legalidad del pasado domingo 24 de abril.

La colosal escultura de más de cuatro metros de altura realizada por De la Rosa sintetiza de manera simbólica la razón de ser de la marcha misma y la serie de acontecimientos que culminaron con el ''mensaje a la nación" de la noche del miércoles 27 por parte de Vicente Fox: Todo gobierno trae aparejado consigo mismo su propio Caballo de Troya formado por la sociedad a la que gobierna; sociedad susceptible de rebelarse violentamente contra el poder, tarde o temprano, en cuanto los gobernantes se apartan del célebre ''mandar obedeciendo". Y ciertamente, una mayoría abrumadora de la sociedad mexicana veía en el desafuero todo un trabajo deshonesto por parte del gobierno federal.

Ahora ya ha pasado la marcha del silencio, y la noche del miércoles y el Caballo de Troya permanecía ahí, incólume, con todos sus huacales simbolizando a nuestra cultura mexicana, observando ahora las acciones de López Obrador. Sería un grave error interpretar la presencia de la mayoría de los participantes en la marcha del silencio como un ''espaldarazo" a las políticas hasta ahora mostradas por López Obrador en la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal.

Entre la comunidad de intelectuales y artistas que acudieron a la marcha existe la convicción de que la ''política" cultural ejercida por López Obrador, al igual que la del gobierno federal, ha resultado inexistente: un apoyo presupuestal pírrico a la Secretaría de Cultura, un programa de desarrollo, apoyo y difusión de la cultura carente de objetivo alguno, hecho prácticamente sobre las rodillas, con base en ''ocurrencias", y que ha devenido engendro de lo comenzado por Cárdenas en el 98; son contundentes ejemplos la penosa y lenta desaparición de los libroclubes, la transformación del Zócalo en un canal más de Televisa, la consolidación de la antidemocracia al interior del Faro de Oriente y el ''olvido" de los proyectos de Marta Palau y Helen Escobedo tendientes a la realización de una bienal internacional de arte contemporáneo, entre un sinfín de desaciertos más; inclusive, es absolutamente previsible que en cualquier momento nuestra nueva secretaria de Cultura, Raquel Sosa, ''sorprenda" a la comunidad cultural con un conjunto de nuevas ''ocurrencias" culturales realizadas nuevamente sobre las rodillas. ¿Por qué la prisa?, ¿por qué la Secretaría de Cultura no convoca a la comunidad cultural para trabajar en la creación de un verdadero programa de política cultural para la ciudad de México y que muy bien podría servir como antecedente de un proyecto nacional de educación y cultura?

Tal vez el problema sea la percepción de la cultura que tienen los gobiernos federal y local; la cultura no es entretenimiento ni un producto de consumo más al igual que unas papas fritas. La cultura en la sociedad contemporánea juega el mismo papel que la memoria en el individuo. Así como cada persona recrea y transforma la realidad a partir de su memoria, la sociedad la transforma a partir de su cultura (por cultura salimos a la marcha del silencio los cientos de miles de personas y es dramática la transformación de la realidad nacional que logramos apenas ¡tres días después!)

Vicente Fox ya escuchó, entre muchas otras, las voces de intelectuales y artistas; ¿hasta cuándo comenzará a escucharlas López Obrador y su equipo de colaboradores? El Caballo de Troya siempre estará ahí y se puede enojar; y mucho.

 
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