La Jornada Semanal,   lunes 2 de mayo  de 2005        núm. 530
 

Felipe Garrido

Mentiras transparentes

TIRO AL BLANCO

Cerrar un ojo para cuadrar en la mira el blanco —cualquiera que esté en la parada, en la calle que se va quedando sola. Aguantar la respiración, quieto al cobijo del muro, los brazos extendidos. Quitar el seguro. Amartillar la pistola. Saber que están a punto de regresar. Apoyar el dedo en el gatillo. Sentir el corazón.

Calcular cada movimiento para no ser descubierto: poner el seguro, sacar el cargador, vaciar la recámara, guardar el arma en el estuche, subirse a la silla, meter la caja de madera bajo las sábanas, en lo alto del clóset, volver la silla a su lugar... asegurarse de que nada diga que cuando se quedan solos él se apresura a dormir a los hermanos, se viste el piyama, toma la pistola, sube a la azotea, cierra un ojo para cuadrar en la mira el blanco —alguien, cualquiera que esté en la parada—, aguanta la respiración, quieto, a oscuras, el dedo midiendo la resistencia del gatillo que nunca ha oprimido, siente pasar el tiempo, baja el percutor, escucha el automóvil que llega, alarga un instante más el tenerlo a tiro, galopante el corazón.