La Jornada Semanal,   lunes 2 de mayo  de 2005        núm. 530
 
   Y AHORA PASO A RETIRARME   

ANA GARCÍA BERGUA

DEL ESTUPOR QUE A UNA MADRE Y SU HIJA LES CAUSÓ UN CIERTO PERRO LEONUDO

Yo juro que en la mañana vimos un león, un león gris oscuro en la avenida Progreso, junto a los Viveros de Coyoacán. Quizá los leones grises no existen, pero oficialmente tampoco existen los árboles morados y henos a todos, en pleno abril, mirando árboles de jacarandas que son una maravilla. O bellos cielos rojos también, cuando el smog alcanza su punto de turrón y filtra hasta la alucinación los colores del atardecer. Y entonces este animal tenía cabeza de león, grande y muy peluda, y un fornido cuerpo de león e incluso una cola de león con su alegre mechón de pelos en el extremo, que se movía hacia arriba y hacia abajo como las colas de los leones en el Discovery Channel. Y andaba por aquí y por allá, a paso ligero, husmeando en las jardineras, sorteando coches como rinocerontes, y mi hija Ale y yo, quienes nos dirigíamos a la escuela y de momento habitábamos el embotellamiento frente al león, nos quedamos admiradas de la bestia, impresionadas y muy sorprendidas de que los transeúntes que se encontraban cerca de él ni lo viesen, ni se inquietasen por que llegase a darles un tremendo mordisco o un zarpazo. Yo me pregunté, pues bueno, ¿qué en esta ciudad puede pasar cualquier cosa? Y aunque fuera un perro muy particular, como me han llegado a decir después, que existen perros con forma de león, ¿no es extraño que un perro tan extraño ande por las calles inquietando a las señoras y a sus hijas? Ale no estaba tan inquieta, debo decirlo, antes se puso feliz y me preguntó si no comenzarían pronto a aparecer los elefantes verdes y las jirafas azules. Total, ya llegamos a África, añadió con naturalidad. Bueno, pues es cosa de tiempo, pensé, en cuanto salgan los cocodrilos de las alcantarillas, seguro los otros se animarán, exclamando ¡vía libre! ¡paso a los rugidores! Y así veremos ratas convertidas en caballos igual que en el cuento de la Cenicienta, gatos vueltos osos peludos y nefandas cucarachas transformadas en dragones aparatosos.

Mientras tanto el león caracoleaba por aquí y por allá, tratando de cruzar la calle, para variar, empresa siempre arriesgada en nuestra Tenoch City, indiferente a nuestro pasmo y no sé si al de los restantes automovilistas, que pacientemente esperaban a que el nudo de fierros y motores se desatorase. Yo mientras pensaba que de ser el león un león ficticio, bien haría en dirigirse al Desierto de los Leones, cuyos leones son igual de inexistentes. Y si tratárase de un perro, sólo por curiosidad deberíamos saber qué Creador tan sarcástico tuvo a bien recortarle el pelo como a un french poodle gigantesco de pelo lacio, y después lo dejó andar a su aire con esa cabeza tan grande y peluda, provocando estupor. En todo caso, disfrazar a los perros de leones resultaba ser una afrenta a los gatos, primos pequeños de los últimos, que de darse el caso tendrían más derecho a adquirir la forma y el porte de los rugidores, dada su elegancia, aunque fuera en maqueta. Ale, por su parte, estaba totalmente segura de que el animal que contemplábamos era un león, y para explicar aquella color tan parda, poco leonina y más bien ratosa, desarrollaba la teoría de que el animal se había chamuscado. Es un león quemado, mamá, afirmó con convicción. Eso es. Y no me costó creerle. Pues cuántas maravillas, pensé, se pueden llegar a ver en los embotellamientos, los cuales nos obligan a observar el mundo y reflexionar, bien que no lo queramos. Pronto las ardillas de los Viveros de Coyoacán, que son tantas, harán malabarismos en los semáforos para recibir los cacahuates que, están seguras, se les deben, y competirán en buena lid con limpiavidrios, vendeperiódicos y expendetarjetasdeteléfonos, eso si los cuatro halcones que están entrenados para regular su crecimiento demográfico no se lo impiden.

Y el embotellamiento se desembotelló y nuestro león logró cruzar a los Viveros, donde es seguro que habrá causado gran perplejidad persiguiendo a la par ardillas, corredores y jardineros.

Yo espero que ese animalito encuentre su casa, si es que existen los perros leonudos. A lo mejor los embotellamientos producen alucinaciones.