Usted está aquí: jueves 28 de abril de 2005 Opinión El deseo

Olga Harmony

El deseo

Resulta importante que se abra un nuevo espacio teatral. El Círculo Teatral, comandado por Alberto Estrella y Víctor Carpinteiro, ha inaugurado un pequeño y acogedor teatro de cámara, en un edificio que ya había sido sede de escuelas y escenificaciones, pero ahora remodelado por el escenógrafo Arturo Nava para presentar escenificaciones independientes de las que ambos actores serán -esperamos que muy exitosos- promotores. Lo inauguran con El deseo de Víctor Hugo Rascón Banda, uno de los textos que el dramaturgo escribiera en su larga estancia en el hospital y está dedicado a Carpinteiro, aunque no se había logrado estrenar. Lo conocíamos gracias a la edición duranguense del doble número de Teatro de frontera, la colección que dirige el escritor e investigador Enrique Mijares, en cuyo prólogo el compilador asienta lo dicho por el dramaturgo: ''De mis obras más recientes, como El deseo y Apaches no cambiaría ni una coma (...) no puedo modificar nada sin que se altere la estructura, la psicología de los personajes y sobre todo el experimento lingüístico que es la base del texto". El equipo, dirigido por el estadunidense de origen cubano Max Ferrá hizo, empero, algunos cambios que no alteran la propuesta y que en los parlamentos traducidos al inglés de Susan, que se alternan con los dichos en español por Víctor, refuerzan las características de ambos personajes. Alguna escena se cambia de lugar y se coloca al final, suprimiendo otra, con lo que, quizás gracias al espléndido desempeño de Ofelia Medina, a mi entender la obra gana en fuerza dramática.

Esta vez Rascón Banda presenta como eje del conflicto la pasión amorosa, aunque no soslaya la crítica social que es sello de su dramaturgia, al oponer a una rica estadunidense muy culta y a un joven colombiano de origen humilde en lo que se puede entender como un choque de culturas que se expresan por la comida, la música, las costumbres y el sentido de familia, tan fuerte en los ''latinos" y poco entendida por la sofisticada neoyorquina. Además en la escena que el autor titula en su escrito ''Las posibilidades de Víctor", éste enumera los destinos que hubiera tenido de quedarse en Colombia, con lo que se hace hincapié en la desgarradora situación de este país. No se trata sólo de la pasión entre una posesiva mujer mayor y un joven desarraigado, sino de un choque cultural que Susan no llega a comprender del todo, soslayando, con la inmensa seguridad que le dan cultura y dinero (y que pueden ser parte de lo que ocasiona su derrumbe final), lo que signifique desaveniencia. La estructura de la obra maneja escenas sin secuencia temporal, alterando ésta, e incluye los monólogos de los personajes que se alternan con los diálogos, que ya es otra característica de la obra del dramaturgo. La forma de realismo que propone el autor, con ese rompecabezas espacial y temporal, sin ser excesivamente novedosa -ni siquiera en el contexto de su propia obra- lo coloca nuevamente en plena contemporaneidad dramatúrgica. Asimismo, los dos personajes resultan absolutamente verosímiles y pluridimensionales en el devenir de sus respectivas historias.

En un espacio que tiene como centro un exágono más elevado -según el diseño de Arturo Nava- el director mueve a sus actores tanto en el centro como en el espacio que lo rodea en este teatro cuadrilátero, casi siempre con movimientos estilizados -sobre todo en la baletística escena erótica- que sin duda se deben a Rossana Filomarino. Los actores sacarán algunos elementos de utilería de debajo del exágono central en este espacio vacío en esta escenificación casi ritual de los encuentros y desencuentros amorosos. La música original de Lucía Alvarez y el vestuario de María Estela Fernández apoyan la idea general del montaje y ambos actores logran un excelente desempeño en sus respectivos papeles. Víctor Carpinteiro proyecta juventud, más allá de su edad real, y logra ese tránsito del joven enamorado, pero pleno de inseguridades, hasta el hombre duro y falto de consideración que es Víctor al final, pasando por todos los matices de las diferentes etapas de su relación con Susan. Ofelia Medina supera a su compañero en fuerza actoral, desde las ingeniosidades que dice con gracia, su pasión insaciable y el doloroso final.

 
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