Usted está aquí: jueves 28 de abril de 2005 Opinión La marcha del silencio

Adolfo Sánchez Rebolledo

La marcha del silencio

Una marcha multitudinaria, solidaria, ciudadana y pacífica. Ante la campaña que acusa a López Obrador de intimidar a la sociedad, la manifestación es una lección de disciplina y seriedad, la prueba viviente de que no todo está perdido en este México del formalismo jurídico y la confusión esencial. Es un ejercicio de ética individual y colectiva. Las crónicas contrastan la diversidad de la asistencia con la focalización de las consignas escritas y dibujadas en las pancartas: todos saben por qué están allí y se expresan en silencio. A todos los une la voluntad de evitar que el régimen foxista tire por la borda los avances democráticos con tantos esfuerzos alcanzados.

La plaza y las calles aledañas evitan la monocromía de otras ocasiones; la pluralidad es el mejor seguro contra las tentaciones derogatorias y así lo reconoce en su discurso el jefe de Gobierno, decidido a no dejarse encasillar en los reflejos de los duros de siempre. Y propone "un pacto con todos los sectores de buena voluntad para emprender, juntos, los cambios que demanda el país". Discurso conciliador y desafiante a la vez, pues tiene como soporte la mayor concentración ciudadana de la historia en la capital de la República: "Dicho de otro modo, es posible transformar la realidad con sólo el empuje de la sociedad, pero se avanza más y de manera menos conflictiva si se pacta ese compromiso con los diversos actores de la vida pública".

El lopezobradorismo es ya un movimiento de masas que trasciende al PRD. Se alimenta por ahora de dos fuentes: el fracaso del presidente Fox para realizar el cambio prometido y la esperanza depositada en López Obrador para reorientar el rumbo del país.

Hasta ahora se trata de un movimiento democrático con fuerte arraigo popular que aspira a realizar transformaciones sustantivas en la vida nacional. Su primera bandera es, por ello, la defensa de la legalidad constitucional, esto es, el respeto a la voluntad ciudadana para impedir la destitución de un gobernante electo por el voto y su posterior inhabilitación para quitarlo del mapa político electoral de 2006. Y en ese punto es donde se unifica la repulsa a los métodos del gobierno. No hay tal contradicción entre la democracia "abstracta" que sostiene la defensa de las reglas del juego político y la democracia "adjetivada" que el propio Andrés Manuel predica. Lo que está en juego es si nos quedamos con una caricatura de régimen democrático, sostenida en el bipartidismo excluyente, o si el pluralismo se consolida y con él la posibilidad de ganar pacífica y legalmente la mayoría para un proyecto de cambios verdaderos, esto es, para una nueva hegemonía.

Significativamente López Obrador hizo una acotación importante al referirse a la gente que no "votaría en 2006 por nosotros, toda esa gente que tiene diferencias con nosotros, (pero) de todas maneras está manifestando abiertamente su inconformidad ante el retroceso democrático... Me refiero a militantes de otros partidos y a ciudadanos independientes que en estos momentos de definición se están comportando como verdaderos demócratas. Para ellos, nuestro reconocimiento sincero".

Por lo pronto López Obrador ha logrado poner en ridículo a sus adversarios en el gobierno. Ha superado la prueba terrible del de-safuero, revitalizando su causa con nuevas acciones de resistencia. Pero el clima político nacional no mejora. La Presidencia, en su autismo, da bandazos, se tropieza y queda en ridículo, pero no da marcha atrás. Arropado por los medios electrónicos, el Presidente se enreda en increíbles justificaciones, que ya no convencen a nadie, y trata de eludir su responsabilidad, dejando a la Suprema Corte de Justicia la tarea engorrosa de desfacer sus entuertos.

De última hora se informa que la casa presidencial ha recibido la solicitud de audiencia enviada por el jefe de Gobierno. El diálogo es siempre la opción racional, pero no deja de ser una ironía que hace apenas unos meses el presidente Fox se negara a reunirse con López Obrador, aduciendo que el tema ya no estaba en sus manos. Veremos si esta vez asume sus responsabilidades y abre el camino para una solución al conflicto. Antes de que las pérdidas sean irreparables.

 
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