Usted está aquí: jueves 28 de abril de 2005 Opinión ¡Hay que saber perder!

Sergio Zermeño

¡Hay que saber perder!

La preocupación de muchos mexicanos hasta antes de "la marcha del millón" fue que no se cometiera una injusticia, que nadie fuera eliminado "a la mala", que a todos los candidatos se les permitiera competir por los votos en una contienda democrática. Después de la marcha el orden de las preocupaciones ha cambiado completamente: ahora el problema es cómo lograr que quienes han resultado derrotados a partir del domingo encuentren una fórmula para salir del enredo y no vayan a actuar en forma aún más irresponsable, es decir, el problema es qué van a hacer los desaforantes (el Presidente, Creel, la PGR, los gigantes televisivos y radiofónicos, el PAN y buena parte del PRI) ante este nuevo panorama, ante este nuevo escenario en el que el hombre fuerte de México ya pasó a ser, sin duda alguna, Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué les queda por hacer ante un líder cuyo discurso de este domingo no fue, por primera vez, un discurso político para vencer a sus adversarios, sino un discurso presidencial dirigido a toda la nación y a todos los actores nacionales, el primer discurso por encima de las fuerzas políticas, hablando de reconciliación, de unidad y de concordia; un discurso que, sin embargo, fue censurado por la televisión abierta, es decir, por los más encumbrados intereses de la oligarquía (los que votaron por el desafuero valiéndoles poco la opinión de 80 por ciento de los mexicanos)?

El panorama es delicado porque a esto se aúna el hecho de que el espacio público, las plazas, las calles, los estrados y hasta los auditorios abiertos comienzan a ser territorio vedado para los desaforantes; el presidente Fox ya no puede pasearse en público y no puede estar tranquilo ni en las universidades privadas con audiencias altamente vigiladas (ya no quiero imaginarme los mítines a jitomatazos contra Creel, Martita o Madrazo de darse una descalificación "a la mala"). A no dudarlo, el nuevo panorama está provocando gran nerviosismo entre los desaforantes y, para acabarla de amolar, otro elemento viene a complicar las cosas: la popularidad del candidato panista y del propio Fox, que no ha sabido hacer nada con el poder, se desploma en las encuestas.

Pero no parecen acabar ahí las complicaciones: resulta que desde el momento en que el juez regresa el caso a la PGR, porque sospechosamente el expediente está pésimamente configurado, las especulaciones arrancan: unos creen que el Poder Judicial, en medio del desbarrancamiento de su prestigio, quiso mostrar alguna autonomía; otros consideran que sólo es una medida para retardar el proceso y volver a la cargada en un momento más oportuno. Pero el hecho es que con esta decisión la bola caliente vuelve al terreno del gobierno federal, y el PRI con su colmillo retorcido comienza a retomar distancia, a ver los toros desde la barrera, sin haber perdido mucho terreno en las preferencias electorales, lo que puede conducir al pánico total entre las filas del foxipanismo.

La tentación de buscar una última jugada, de "remover al populismo", va a ser muy grande. Cuando unos jugadores han colocado en el centro de la mesa 80 por ciento de su capital, están muy cerca de apostar su resto, de caer en la locura.

Sea como sea, Fox, Creel, Macedo y el PAN deben recobrar la calma; es obvio que si escogieran seguir por este camino de torpezas y de equivocaciones, ir hasta el final en la eliminación de su adversario, entonces tendrían que pasar unos 20 años para que la derecha volviera a estar en condiciones de concurrir realista y democráticamente al poder en nuestro país. Si regresan a la política y a los acuerdos, si saben retirarse dignamente de una causa perdida, quizás para el segundo decenio de nuestro siglo puedan regresar a proponernos algo creíble.

He recorrido varias asambleas vecinales en Coapa, en la colonia Ajusco, en el Barrio del Niño Jesús; la gente se pregunta qué más hacer para lograr el respeto a la democracia, aparte de asistir a las manifestaciones silenciosas: ¿pegar carteles y repartir volantes con el nombre y foto del diputado desaforador para que no vuelva a ser votado? ¿Existe algún lugar o teléfono para consultar sobre estas acciones? Que no se nos quede todo esto, una vez más, en un asunto de las clases intelectuales y políticas.

 
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