DESDE EL OTRO LADO
Los conservadores y sus coartadas
HOY, COMO NUNCA en Estados Unidos, la agenda conservadora del gobierno ha puesto de relieve las agudas contradicciones en el seno de una sociedad que no puede permanecer al margen de un mundo cada vez más integrado. Hay por lo menos dos casos en los que esas contradicciones son evidentes y se han convertido en diques para el sano desarrollo de la sociedad, y en última instancia para la democracia. La primera tiene que ver con la decisión que en los años 80 tomó el gobierno de Ronald Reagan al ignorar el peligro que representaba el sida. La segunda es la disputa entre el presidente y un sector del Congreso, y para todo fin práctico también de la sociedad, sobre la confirmación de un puñado de jueces de corte conservador.
LAS EVIDENCIAS MUESTRAN en el primer caso las devastadoras consecuencias de anteponer la fe a la ciencia. Una epidemia como el sida se pudo haber evitado de no haber mediado la justificación religiosa como pretexto para cancelar una campaña que promovía medidas profilácticas para evitar, o cuando menos atenuar, los efectos de la epidemia. Reagan decidió promover la abstinencia sexual en lugar del uso del condón para complacer a grupos conservadores, tipo Provida, entre los que destacaban los religiosos. Las consecuencias de esa irresponsabilidad están a la vista.
EL OTRO ASUNTO tiene que ver con la presión que realizan grupos similares para la designación de jueces de corte conservador, principalmente de aquellos cuya intención es modificar la decisión de la Suprema Corte que permite el aborto y de quienes se han opuesto al matrimonio entre parejas del mismo sexo. Por convicción o lealtad, debido al importante papel que jugaron en su relección, el presidente Bush ha cedido a sus demandas. Asuntos como éstos polarizan cada día más a una sociedad que se presume ante el mundo moderna y tolerante, pero cuyo sector más conservador, ensoberbecido por su triunfo en las pasadas elecciones, se ha vuelto cada vez más intolerante y excluyente.
NO PUEDE EXPLICARSE de otra forma el anuncio del líder de la bancada republicana en el Senado sobre su intención de promover una modificación al reglamento en ese cuerpo legislativo para que las designaciones presidenciales, en este caso de los jueces, se aprueben por mayoría simple y no de dos terceras partes como hasta ahora. De proceder, la reforma borraría de tajo una norma establecida hace 200 años, cuya esencia, tratándose del Poder Judicial, es evitar que se integre a satisfacción del partido mayoritario en el Senado, que por ahora es el mismo al que pertenece el presidente, rompiendo así el equilibrio necesario ente los tres poderes de gobierno.
LA REACCION DE la opinión pública estadunidense ha condenado ese propósito de manera inmediata. Es difícil saber cuál será el fin de esta maniobra, pero por lo visto en esta era de globalización a rajatabla las tentaciones en el uso de recursos para apabullar al adversario no tienen denominación de origen ni derecho de autor.