Usted está aquí: domingo 17 de abril de 2005 Política BAJO LA LUPA

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

Alianza sino-india: triunfo de la multipolaridad

Ampliar la imagen Polic� militares chinos destacados en una manifestaci�ntijaponesa efectuada ayer en Shanghai FOTO Ap

EN MEDIO DE un silencio sepulcral de los multimedia de Estados Unidos, Stratfor, centro de pensamiento israelí-estadunidense con sede en Houston y vinculado a los intereses petroleros, confiesa el triunfo de la multipolaridad que plasmó el acuerdo entre China e India: "la gira al sur de Asia del primer ministro Wen Jiabao ha dejado mumurar al mundo (sic) el pensamiento que India y China se alíen haciendo realidad el orden multipolar" ("China e India: una alianza trans-himalaya de beneficios mutuos", 14 de abril).

NO SE GENERO todavía el mayor TLC del mundo, pero tampoco está lejos de concretarse en fechas próximas. Los alcances, más que vulgarmente neomercantilistas, son primordialmente de orden estratégico. Al unísono de los sesgados multimedia anglosajones, Stratfor apuesta desde hace mucho a la debacle económica de China, como si fuera mejor la situación financiera de Estados Unidos. Lo real es que la caída de este país, cuya bolsa de valores sufrió una paliza el fin de semana, arrastrará a muchos otros, entre ellos al hilarante "México neoliberal", pero en forma particular a China, que depende de sus exportaciones a Estados Unidos. Por cierto, Bill Gross, director de PIMCO ("Perspectiva de inversiones", abril de 2005), principal tenedora de bonos de Estados Unidos, vaticina un desplome del índice Dow Jones a la mitad, por debajo de los 5 mil puntos.

STRATFOR ADMITE LAS repercusiones geopolíticas de la alianza sino-india y saca conclusiones apresuradas: "Este cambio geopolítico demuestra la intención de China de disminuir los efectos adversos de su inminente declive económico y retrasa (sic) cualquier confrontación con Estados Unidos. También coloca a India en una excelente posición, que le permite debilitar a Pakistán y presiona efectivamente a Washington para que demuestre cómo valora al gigante democrático asiático como un aliado de largo plazo". No soslaya la multidimensión del acuerdo que "incluye una hoja de ruta para resolver la disputa transfronteriza y para promover la cooperación económica y militar". Mientras que para India su "futuro luce brillante", Stratfor augura en forma catastrofista el "descenso al caos (sic) en forma gradual (sic) de Pakistán, y la vivencia de un colapso (sic) económico de China".

¿OFRENDA BABY BUSH a Pakistán en el altar geopolítico de India? Desde el montaje hollywoodense del 11 de septiembre, los días de Pakistán estaban contados y era discernible que pagaría los platos rotos por su alianza con Arabia Saudita que, al parecer, le financió su bomba nuclear sunita con bendición misilística china. En realidad, el unilateralismo bushiano empujó a China, con los sabios consejos rusos, a buscar una alianza estratégica con India, que forja la sinergia entre la azorante manufactura china y la asombrosa cibernética india con el fin de integrar en forma prudente y gradual a sus economías para no crear un innecesario desempleo mayúsculo. Nadie desea repetir los errores suicidas en el TLCAN de la muy imprudente tríada neoliberal salinista-zedillista-foxiana.

CON LA ESPADA de Damocles de una inminente crisis bancaria, según aprecia Stratfor, China emprende su penetración al subcontinente indio (la gira del primer Wen incluyó Bangladesh, una potencia gasera, Sri Lanka, y Pakistán, su viejo aliado) cuando Estados Unidos desestabiliza la "periferia inmediata" de Rusia (Georgia, Moldova, Ucrania, Kirguistán, y en espera de Belarús): "China necesita mantener la vista alejada de Estados Unidos hasta que se encuentre en una posición más fuerte, por lo que busca crear con India un baluarte frente a Estados Unidos". La alianza obligará a que "Estados Unidos compita por la amistad de India". Stratfor exagera los puntos negativos de la anterior hostilidad entre los dos gigantes asiáticos y pone en relieve la ayuda militar y financiera de China a Pakistán. ¿Y qué tal el apoyo de Estados Unidos a Pakistán y sus triangulaciones con Osama Bin Laden y los salafistas jihadistas islámicos?

EL ESPECTACULAR acercamiento de Estados Unidos y China con India alejará a ambos de su estrecha relación con Pakistán, que será cada vez más distante. En referencia a Cachemira, "Pakistán se encuentra del lado perdedor", sentencia Stratfor, y añade que el presidente Pervez Musharraf se volvió desechable, por lo que pronto (en un máximo de tres años, debido a la "sequía energética" y la feroz oposición) será arrojado a las flamas de la balcanización, que se escenificaría en la estratégica provincia de Baluchistán (pletórica en gas y frontera con Irán), donde, por cierto, ya empezaron las turbulencias teledirigidas por la "mano invisible", ya muy vista, de la geopolítica anglosajona.

EL TIEMPO CORRE contra el dictatorial presidente Musharraf, quien salió disparado a realizar una "visita histórica a India" (Le Monde, 16 de abril) y, de paso, fue a rezar a la tumba del santo persa sufi Khawaja Muinudin Chishti, en Ajmer (Rajastán occidental), seguramente para implorar por lo que se antoja su trágico destino geopolítico. Justamente hace unos días fue establecida una conexión por autobús, después de medio siglo, entre la parte india y la pakistaní de Cachemira, donde las dos medianas potencias nucleares se enfrascaron en tres guerras. La alianza estratégica sino-india y el coqueteo de Estados Unidos con India no solamente han convertido en anacrónico el conflicto en Cachemira, sino que, además, han coincidido para catalizar una milagrosa paz en las cumbres del Himalaya.

¿LE ENTREGA CHINA a India la custodia del subcontinente indio, la zona más densamente poblada del planeta, que incluye el superestratégico océano Indico? Stratfor aduce que la no intervención de China frente al apretón tiránico de tuercas del rey Gyanendra, en el estratégico Nepal, parece asentar la primacía de India en el subcontinente. Por último, Stratfor considera que "a la luz de la fuerte relación histórica de India con Rusia y los nuevos avances en las relaciones sino-indias, Washington estará vigilando (sic) al continente asiático como halcón (¡super sic!), por lo que necesitará demostrar el valor que le concede a India como aliado de largo plazo".

A NUESTRO JUICIO, una de las características del incipiente orden hexapolar -conformado por Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y el BRIC (iniciales de Brasil, Rusia, India y China)- radica en la emergencia de "países pivote", como India, que triangula estupendamente con los otros cinco. A la añeja presencia rusa en Nueva Delhi se suma ahora la llegada de China, la profundización de la interacción de la UE, el coqueteo de Estados Unidos y la colaboración con Brasil en la Organización Mundial de Comercio. Por lo pronto, India tiene asegurado su asiento permanente, muy bien merecido, en el Consejo de Seguridad de la ONU, al contar con el apoyo unánime de tirios y troyanos. Más tardaron en firmar su alianza India y China que el ministro de Comercio e Industria indio, Kamal Nath, en volar a Japón para incitarlo a invertir y competir con China. La multipolaridad provoca la emergencia de "países pivote", pero también genera zonas de traslape que implanta India en forma inteligente.

DE DEFENSA (13 de abril), centro de pensamiento militar europeo con sede en Bruselas, desnuda los "efectos imprevistos" de la alianza sino-india y su impacto en la "cándida visión del mundo de Estados Unidos", cuya "doctrina de potencia unipolar ha sido manifiesta en forma explícita durante 15 años", en la que destaca "impedir la emergencia de potencias concurrentes", como queda asentado en la Guía nacional de política de 1992 -redactada por Paul Dundes Wolfowitz, anterior subsecretario del Pentágono, e inspirada por el entonces secretario del Pentágono, Dick Cheney-, que se agrega al documento básico Revisión cuatrianual de defensa, de este año. Según De Defensa, "la doctrina de potencia condujo a Estados Unidos a rechazar la posibilidad de un mundo multipolar para beneficiar la fórmula sagrada de la unipolaridad". Ahora resulta que Estados Unidos "colocó a India como 'una gran potencia' del siglo XXI", pero la "tentativa de acercamiento de Estados Unidos con India" sería "poco hábil", mientras que la de India y China sería "más convincente". Estados Unidos "acaba de crear el potencial de una enorme potencia -sea India, sea el eje sino-indio-, que constituye la negación de la unipolaridad.

NO SOLAMENTE Condi Rice profirió a finales de marzo, durante su gira al subcontinente indio, que India sería "una gran potencia del siglo XXI", sino que, también, Defense News (4 de abril) detalla los intríngulis para "promover a India como potencia regional con el fin de oponerla a China como contrapeso", y como "socio estratégico de Estados Unidos en el crecimiento económico, la lucha contra el terrorismo y la expansión de la democracia". A juicio de De Defensa, la "intrusión estadunidense" en India "tuvo como consecuencia inmediata transformar la visita de cuatro días del primer ministro chino a India en una propuesta implícita e histórica de alianza". Le salió el tiro por la culata a Estados Unidos al haber acelerado la concordia sino-india.

EN UNA EVALUACION, el Parlamento Europeo ("Hacia un liderazgo estratégico para dirigir el mundo", 11 de abril) coincide con lo expuesto por Bajo la Lupa (10 de abril) y resalta la frase trascendental del premier Wen: "Si India y China cooperan en la tecnología de la información, seremos capaces de dirigir el mundo, lo cual significará el advenimiento del siglo asiático". En forma plausible, "India desea discutir cómo las naciones hambrientas de energía pueden cooperar en la carrera para la obtención de proyectos petroleros y gaseros".

FINALMENTE, DE DEFENSA se mofa de la política estadunidense que padece "ceguera sicológica": al ser "incapaz de percibir el mundo como es, lo distorsionan a partir del principio de que Estados Unidos se encuentra por encima y por fuera del mundo, que pueden arreglar según sus conceptos". La "intrusión estadunidense en India" tuvo un efecto contrario y, quizá, contraproducente: "donde Estados Unidos piensa haber reacomodado en forma astuta las relaciones regionales en su beneficio, facilita la emergencia de nuevas potencias globales y acelera la marcha a la multipolaridad". Los errores de unos estimulan los aciertos de otros.

 
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