Usted está aquí: domingo 17 de abril de 2005 Opinión El miedo sí anda en burros

Néstor de Buen

El miedo sí anda en burros

Hay muchas conclusiones de este conjunto de estupideces que se están llevando a cabo para tratar de evitar que Andrés Manuel López Obrador sea aspirante a la Presidencia de la República.

Sin embargo, la que me parece más relevante es que más allá de la absoluta falta de razón constitucional en el llamado desafuero, en realidad inhabilitación, que no se menciona como consecuencia del juicio de procedencia aunque sí en el juicio político, es que estamos en presencia de un miedo colectivo, encabezado por la Presidencia de la República, con protagonismo especial de la PGR, al que se suma con entusiasmo el PRI dando un apoyo al PAN que permite mayorías espectaculares en la misma medida que su falta de razón.

El artículo 111 constitucional dice expresamente: "El efecto de la declaración (de procedencia) será separarlo de su encargo en tanto esté sujeto a proceso penal". Y nada más. Por el contrario, al referirse al juicio político, el artículo 110 señala que "las sanciones consistirán en la destitución del servidor público y en su inhabilitación para desempeñar funciones, empleos, cargos o comisiones de cualquier naturaleza en el servicio público". La inhabilitación no es sanción en el juicio de procedencia.

Es cierto que el artículo 38 constitucional, como me lo recordó oportunamente Javier Quijano, determina que "los derechos o prerrogativas se suspenden (...) II. Por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión". Pero esa regla es de origen en la Constitución en tanto que las disposiciones vigentes de los artículos 110 y 111 son de la época de Miguel de la Madrid, y nadie puede poner en duda que existiendo dos disposiciones de la misma jerarquía que sean diferentes, la nueva deja sin efecto la anterior. Alguien me decía ayer que no puede haber contradicciones entre las normas constitucionales, pero lo cierto es que sí las hay.

Lo que resulta denigrante es el juego de consignas que obligó a diputados del PRI a votar en favor del desafuero; no todos, afortunadamente, aunque fueron pocos los rebeldes. Ello ha convertido a la Cámara de Diputados en el instrumento más negativo de los tiempos actuales. Simplemente dan asco. En especial el diputado escupidor de Acción Nacional, Francisco Isaías Lemus.

Yo soy partidario de la relección de diputados y senadores. Porque cualquiera de ellos que se atreviese a olvidar que su posición la deben al voto popular, como han olvidado ahora, en un intento de relección su notable desprestigio les impediría asumir de nuevo el puesto.

Del PAN no me extraña su actitud, porque si hay algo cierto es que no es popular y cada día lo será menos. Compartir migajas del mando con el presidente Fox los ha desprestigiado sin remedio. Nunca fueron en realidad foxistas y su apoyo al actual Presidente fue una solución de última hora. Ese destino común, agravado por la elección de Manuel Espino, yunquista conocido y, por lo mismo, derechista a ultranza, tiene al PAN de cabeza. Y lo cierto es que tiene personajes como Luis H. Alvarez y Felipe Calderón, entre otros, que son de primera.

El contraste, cada día más evidente, entre la sumisión vergonzante de esos diputados y el entusiasmo popular que el mismo día logró despertar Andrés Manuel, y que se sigue manifestando todos los días, tiene que hacer pensar a estos burrescos sujetos que han equivocado el camino. La reacción nacional e internacional no puede ser más clara.

Me quiero imaginar que logrados sus objetivos e impedido López Obrador de aspirar a la Presidencia, un sexenio dirigido por un personaje de esas bandas no resistiría mucho. Y si es cierto que en su discurso Andrés Manuel logró calmar a la gente, nadie puede dudar de que producir el efecto contrario no le costaría ningún trabajo.

Es, sin la menor duda, un problema de miedo insuperable. Tanto los dirigentes del PRI como los del PAN y sus inspiradores, de los que no se puede decir que sean tontos, dan la sensación de están cagaditos de miedo (¡perdón!, se me fue), y un político que tenga que cambiar calzoncillos varias veces al día no inspira confianza alguna.

Ya estamos viendo, día a día, los cauces de ese diarreico problema. Porque para superar el turno han dejado pendiente la consignación en la PGR en espera de que les toque un juez a modo.

Hay ejemplos de sobra: en el amparo promovido por el Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, ante el temor de que la titular del juzgado segundo de distrito del Distrito Federal en materia de trabajo pudiera dar la razón al gremio quejoso, la quitaron de ahí para colocar en su lugar a un oscuro juececillo cumplidor de consignas. Gente impreparada se inventó una sentencia que no pudo controvertir los conceptos de violación y se fue, sin razón alguna, por el rumbo de la improcedencia.

Y si por casualidad las cosas llegan al Consejo de la Judicatura Federal, vayan ustedes preparándose para que las mayores aberraciones de jueces y magistrados esencialmente corruptos, invocadas en una queja, sean protegidas por la afirmación en la sentencia de que se trataba de un problema de criterio.

Los burros son animales sacrificados y gratos. Yo sé que les ofende mucho que los comparen con personas. Les pido disculpas a todos.

 
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