La Jornada Semanal,   domingo 10 de abril  de 2005        núm. 527
 
   CINEXCUSAS   

LUIS TOVAR

DE LÓGICA Y DE PATOS

Hay que agradecer a la Academia Mexicana de las Artes y las Ciencias Cinematográficas lo que tuvo a bien ejecutar en la cuadragésima séptima entrega de los premios Ariel, que se llevó a cabo el pasado martes 29 de marzo: un muy saludable ejercicio de lógica. Y hay que agradecérselo porque es de lógica, precisamente, de lo que han carecido algunas premiaciones anteriores, verbigracia la anterior a ésta.

Así pues, en estricta lógica y por razones que resulta facilísimo elucidar en pantalla, Temporada de patos ganó once Arieles, incluyendo los correspondientes a las categorías más importantes: diseño de arte, música compuesta para cine, actor, actriz, guión original, ópera prima, fotografía, director y película. Felicidades, pues, en el mismo orden, a Diana Quiroz por el diseño, Alejandro Rosso por la música, Enrique Arreola y Danny Perea por sus actuaciones, Paula Markovitch por el guión, Alexis Zabé por la fotografía, y en particular a Fernando Eimbcke por el guión y la dirección de ésta, que es indudablemente una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos.

Como suele suceder, del otro lado queda la película con muchas nominaciones y pocos premios. Esta vez le tocó a Luis Mandoki y sus Voces inocentes el papel de "gran perdedora", para decirlo con el epíteto clásico, pues aunque buen número de especialistas —de los que lo son en serio y de los otros—, le auguraban la suerte de Temporada de patos, esta historia sobre la guerrilla y la niñez únicamente obtuvo tres trofeos, correspondientes a maquillaje, efectos especiales y coactuación femenina.

Otro buen síntoma de salud apreciativa de la Academia fue darle el Ariel como mejor película iberoamericana a Whisky, producción uruguaya multipremiada a nivel internacional que merece, como pocas, el adjetivo "entrañable". Por cierto, esta cinta forma parte de la XLV Muestra Internacional de Cine; ya pasó por la Cineteca, pero puede usted pescarla en el afortunadamente largo periplo de salas que la Muestra recorre. No deje de hacerlo, pues la recompensa es grande.

Se agradece también el buen tino de haber premiado, en la categoría de cortometraje de animación, a De raíz, escrito, editado y dirigido por Carlos Carrera en un trabajo como los que él acostumbra en esta categoría: impecable, vigoroso y propositivo.

Algo similar sucedió en otras categorías, por ejemplo en ópera prima documental, que le fue entregado a Eugenio Polgovsky por Trópico de Cáncer, en donde registra la vida, o mejor dicho la sobrevivencia, de los habitantes del desierto de San Luis Potosí. (Ya fue dicho aquí, pero es inevitable recordar al propio Eugenio en el Festival de Morelia, invitando personalmente, uno a uno, a los posibles espectadores fuera del cine a que vieran gratis su película; cruda y directa muestra de lo que le sucede al cine no comercial que se produce aquí y en cualquier parte.)

En la categoría cortometraje de ficción, el Ariel fue para Gabriela Monroy por Un viaje. Pura tensión dramática, aquí se expone un momento de hastío, desesperación, culpa y castigo. Sin circunloquios efectistas, sin edulcoramientos que quisieran pasar por actitud éticamente correcta, e inclusive sin diálogos, por medio de un hábil manejo de la cámara y un ritmo capaz de transmitir la angustia del personaje que funciona como punto de vista narrativo, Monroy cuenta la historia de un padre, viudo o soltero o abandonado, y un hijo autista. Un hombre —Daniel Giménez Cacho, estupendo— vuelto un guiñapo de cansancio y mutismo que aprovecha, diríase que contra una parte de su propia voluntad, que su hijo le suelta la mano en el metro y se sale del vagón poco antes de que cierren las puertas. Un niño —Mauricio Bueno, que le hace honor al apellido— que desde su condición insondable permite todas las interpretaciones: sabe lo que está haciendo, no lo sabe; se da cuenta de que fue abandonado, no se da cuenta... El posterior y casi inmediato arrepentimiento, la búsqueda y un reencuentro anteceden lo que Monroy ya no filmó y que hábilmente deja a criterio del espectador.

LA ANTILÓGICA

Todo bien en los Arieles, salvo el premio al guión adaptado, pues si Huapango fue el único "competidor", ¿cómo podía no ganar? ¿Puede perder Ana Guevara los 400 metros si está ella solita en la pista? ¿No se pudo cancelar esta categoría ante la falta de quórum? Ya encarrerados preguntando, y fuera pero cercano a los Arieles, ¿cómo le hicieron los que otorgan las Diosas de Plata para premiar por todo lo alto precisamente a Huapango? ¿Quiénes son y dónde están esos periodistas cinematográficos, es decir PECIME?