Jornada Semanal, domingo 10 de abril  de 2005       núm. 527

MARCO ANTONIO CAMPOS

CARTAGENA DE INDIAS

A Amparo Osorio y Gonzalo Márquez

Se oye y huele el mar. Las murallas y los baluartes defienden Cartagena, pero los cañones se oxidaron hace mucho tiempo. Bahía verde, olas suaves, olas de nunca acabar, luz de humo en el horizonte...

Camino por el centro. De la cúpula de catedral salen en vuelo los barcos para bajar al océano y navegar las aguas del Caribe. En la plaza de Bolívar el caballo del Libertador se prepara para cabalgar de nuevo. Negras y mulatas de cuerpos rítmicos hacen bailar las hojas de los árboles y dejan palabras en el aire para que rimen lo que veamos. No sé por qué las colombianas no permiten que nuestras manos no tengan un minuto de sosiego. ¿Cómo alguien ha podido vivir sin ver la música de sus cuerpos?

En todas las calles y plazas los ambulantes venden agua para no dormir, pájaros peligrosos que les cortaron medio pico, conjuros contra el Bien que nos produce el Mal, artesanía ramplona de marcas de productos célebres. Ah el calor, ah el calor húmedo, ah si pudiéramos respirar sin sofocarnos, ah si nos pudiera esperar el Cristo azul en la bahía a la caída de la noche. Palomas agotadas buscan la sombra bajo el follaje de los árboles. La luz es húmeda y la brisa trae el fresco que no esperábamos. No vayas los domingos a la plaza de Santo Domingo. Sólo encontrarás tu sombra. ¿Por qué es más bella Cartagena de noche que de día? En una mesa de la plaza la muchacha tenue me dice tenuemente desde sus veinticinco años: "No vivo en la casa familiar, pero tengo mis principios... y también mis finales."

En el parque de Bellas Artes ronda la figura alta y triste de Raúl Gómez Jattin buscando la simetría en un cerebro que hace muchos años se perdió, de una poesía que terminó en pedazos, y pájaros pican enloquecidos los troncos múltiples y las hojas grandes de los vigorosos matarratones.

En la noche los muertos por la Inquisición salen furtivamente para robarse cruces de las iglesias.

Desde la cima donde se halla el convento de La Popa superviso llegadas de los barcos y me lanzo al mar.