Usted está aquí: domingo 10 de abril de 2005 Opinión La canallada

José Antonio Rojas Nieto

La canallada

El jueves 7 de abril pasará a la historia como el día en que 360 diputados desaforaron al jefe de Gobierno de la ciudad de México. Pero también y primordialmente como una muestra evidente de la incapacidad que la coalición PRI-PAN tiene para dar una noble, generosa y renovada orientación a nuestro México. Asimismo, una muestra de su incapacidad para levantar consensos y abrir esa nueva etapa de nuestra vida social que tanto nos urge. ¿Quién lo duda?

Nadie les pedía subordinación a nadie. Sólo generosidad y coherencia. Nadie les solicitaba ilegalidad. Sí, en cambio, profunda legitimidad. Las intervenciones de Diana Bernal, del Partido de la Revolución Democrática, y Roberto Campa Cifrián, del Partido Revolucionario Institucional, son buena síntesis de lo que podría y debería haberse hecho.

¡No! Había que aplastar al contrario, a los contrarios. Y, de ser posible, destrozarlos y desaparecerlos.

El gobierno actual había mostrado su incapacidad para abrir esa nueva y urgente fase en nuestro país. Tenemos muchos asuntos pendientes. Obligan a consensos sólidos: en lo constitucional, en lo político, en lo económico, en lo fiscal, en lo energético, en lo laboral, en tantas y tantas cosas. Todas obligan a buscar y construir nuevas condiciones para abrir esa nueva fase de nuestra vida nacional. Urgidos estamos de acuerdos mínimos para los siguientes 10, 15, 20, 25 años.

¡Qué profunda decepción! La coalición PRI-PAN confirmó su incapacidad para ello. Su bajeza de miras. ¿Quién nos va a convencer hoy, que no existe un uso corrompido de una dudosa legalidad? ¿Quién, que no se usará una y otra vez? ¿No están ahí -como muestra contundente- las manipulaciones del 27 constitucional?

De algún tiempo a la fecha el gobierno federal se ha caracterizado por el manejo corrompido de una dudosa legalidad. ¿Quién lo duda hoy? Y, sin embargo y en este contexto, no se nos puede obligar a caer en la lógica del todo o nada. Y, en consecuencia, pensar que, al reconocer la canallada de los 360 y de quienes en esta ocasión se han servido de ella, se tiene que estar de acuerdo en todo con el jefe de Gobierno de la ciudad de México. ¡No! Me inscribo con quienes apoyarán hasta el cansancio la defensa de sus derechos políticos y de quienes lo eligieron. Y de quienes en ello, lucharán por el establecimiento de nuevas bases para la apertura de esa nueva etapa de nuestra vida nacional.

¿Quién duda hoy de esta urgente necesidad? Pero también con todos aquellos que no identifican esto con la aceptación ciega de su gestión y de su visión del presente y del futuro de México. De quienes tenemos que explicitar nuestras diferencias en asuntos sensibles e importantes para la nación. En el caso de los asuntos de la energía, del petróleo, la electricidad y su fiscalidad -sin duda los temas que ocupan parte importante de mi vida, por no decir que casi toda- su visión es superficial, poco clara, poco comprometida. Como superficial resulta ser -de nuevo, en mi opinión-, sus balbuceantes planteamientos sobre las estrategias económica y fiscal que, sin duda y en un ánimo de romper con las imposiciones de la coalición PRI-PAN, será conflictiva y controvertida si, como debiera ser, lograra caracterizarse por su generosidad con la nación, generosidad que no ha tenido este gobierno y que, por las alianzas que ha hecho, no podrá tener candidato alguno de la coalición PRI-PAN. No, una cosa no se identifica con la otra.

Como muchos y con muchos, lucharé por el respeto a la decisión mayoritaria de la población de la Ciudad de la Esperanza. México, efectivamente, es ciudad de la esperanza, que lo es -debiera decirlo siempre y antes que nada el gobierno local- por su gente, su generosidad, su solidaridad, su bondad, su tenacidad, su ánimo de lucha, su deseo de vivir, su dignidad. Por eso y no por otra cosa es la Ciudad de la Esperanza. Fue lo primero que aprendí cuando hace más de 30 años llegué a vivir en ella.

Me lo enseñaron los vecinos de la colonia Guerrero, los del Barrio de Los Angeles. Los de las calles de Sol, Luna, Estrella, Lerdo, Soto, Héroes, Zarco y muchas más. Lo aprendí de los comités vecinales de Estrella 83, Sol 168, Luna 12, Nonoalco 68 y muchos más. De la multitud de grupos mazahuas y otomíes que poblaban y pueblan sus azoteas.

También -sin duda- de muchos grupos de vecinos del Cerro del Judío, del Tanque y de las vecindades de Tizapán. Muchos de ellos -acaso los más- provenientes de todos los lugares de la República. Pero... ya vendrán los momentos de dirimir diferencias. No se trata de ocultarlas. Hoy deberemos luchar por el respeto a la decisión mayoritaria de los pobladores de la ciudad de México que lo eligieron y a los que se les ha violentado. A mí -de verdad lo digo hoy, aprovechando la generosidad de La Jornada- las mayorías de las encuestas presidenciales no son la razón de mi apoyo a la movilización en contra del desafuero.

Me importa esta ciudad, la de la verdadera esperanza. Y el establecimiento de nuevas bases para esa nueva etapa de nuestro desarrollo nacional. Nueva etapa en la que -lucharé por ello- se sostengan los planteamientos del 27 constitucional: petróleo y electricidad de la nación. Estuve la mañana del jueves en el Zócalo de la ciudad de México. Estaré en la marcha del silencio del 24 de abril. Y dentro de mis posibilidades trabajaré por el respeto a la ciudad, sus pobladores y su equipo de gobierno. Y lucharé al máximo contra la canallada. Sí, contra la canallada...

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